La televisión brinda espectáculos, entretiene ¿Cuál es su pretensión? ¿Ciudadanos plenos, participativos? ¿O mantenernos sentados, mirando? Los siguientes párrafos reflexionan sobre el tema.
La televisión, antes que nada, entretiene. Y del esparcimiento es difícil que surjan sostenes para la cultura cívica democrática. Pero además de contribuir, aunque sea de manera discutible, a esa tarea social y cultural de carácter esencial que es el entretenimiento, la televisión suele ser adversa a difundir valores sociales y colectivos.
Los ciudadanos, ante la televisión, son espectadores. No son interlocutores, ni por lo general escrutadores, sino receptores contemplativos de contenidos diseñados fundamentalmente para el esparcimiento. Resistente a la interacción, la televisión exige respuestas de sus espectadores pero sólo a partir de los parámetros, las condiciones y el universo que ella establece.
Un televidente quizá pueda reaccionar ante una exhortación de la televisión llamando por teléfono para participar en una promoción de telemarketing -casi siempre a costa de pagar por ello- pero fuera de recursos marginales como ése, que no le permitirán influir en la programación televisiva, ni tendrá vinculación alguna con ese medio.
La televisión es para ser mirada, no para participar en ella, ni con ella, ni a partir de ella. Por eso es antitética con la democracia. La cultura ciudadana, que se sustenta en la participación y la responsabilidad entre otros valores, tropieza cotidianamente con los esquemas verticales de funcionamiento de la televisión. Hay que recordar que responsabilidad es la aptitud para responder. Responsable es el que contesta y de esa manera se compromete con lo que hace y dice. La televisión no proporciona márgenes para ejercer la responsabilidad.
Qué hacer.
A pesar de las limitaciones estructurales que la televisión padece en su relación con los ciudadanos, su índole autoritaria se puede acotar poniendo a discusión sus contenidos, contrastando en unos canales lo que se dice en otros, abriendo espacios en otros medios para deliberar sobre lo que se expresa y deja de expresar en la televisión.
En algunos países se han desarrollado asociaciones de televidentes que, al reconocerse como consumidores de los mensajes de ese medio de comunicación, reclaman respeto a sus derechos como tales.
Extraído de
Televisión y educación para la ciudadanía
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