Aumentan las
posibilidades de comunicación por la aparición de las nuevas tecnologías, pero
a su vez disminuye la participación ¿Por qué el ciudadano se enclaustra? ¿La
televisión ayuda a la reflexión? ¿Cuál
es la responsabilidad de los agentes sociales?
Uno de los principales desafíos con los que se encuentra la
sociedad de la información es el deterioro de la participación ciudadana. La
sociedad del bienestar, la absoluta dependencia del estado para conseguir
cualquier beneficio, la delegación total de responsabilices en los
representantes populares, que piensan y deciden en nombre de todos, el gran
cambio producido en el mercado de trabajo y la rapidez con la que se suceden
los movimientos culturales y sociales, ha logrado en pocas décadas que los
individuos nos consideremos a la espera, en actitud distante y despreocupada
ante el futuro inmediato que vendrá, sin duda, aportando beneficios, y ante un
futuro lejano, que se pinta oscuro, contra el que no se puede luchar y que
otros tendrán que encarar. Con estas perspectivas, a pesar de las facilidades
de comunicación, el ciudadano se enclaustra en su pequeño entorno familiar y
social, dando la espalda a los problemas del mundo y volviéndose cada día más
solitario.
Los grandes poderes económicos organizan la información
mundial y la dan digerida a los ciudadanos, que la leen, la entienden y
asimilan sin cuestionar. Ante los medios, se asumen posturas pasivas,
alienadas, que no implican al individuo y son escasamente participativas. Es de
ineludible importancia que los ciudadanos tomen conciencia de sus
responsabilidades. Para ello, los medios comunicativos deben adquirir el
compromiso de levantar al ciudadano de su apatía, proponiendo y sugiriendo
actitudes activas y participativas. Las cadenas de televisión, sobre todo,
deben tomar conciencia de su función educadora. (Martínez-Salanova)
En cualquier sistema comunicativo el emisor es el primero y
principal responsable, quien debe pensar qué emite, a quién y con qué
consecuencias. No así los medios de comunicación, que casi su totalidad, se
desentienden de sus mensajes una vez emitidos, que dejan en manos del
espectador/cliente/usuario o lector la responsabilidad de decidir en qué nivel
consciente establece la reflexión crítica, el aprendizaje creador, la respuesta
activa, la promoción de su individualidad, su rescate como sujeto digno, no
sometido a los caprichos y avatares de la televisión y a la dictadura de las
pantallas.
La televisión aborda infinidad de problemas interesantes que
podrían servir para realizar una reflexión sobre ellos, aportar elementos
conceptuales para su conocimiento y aumentar nuevos niveles de apreciación y
puntos de vista para establecer debates respetuosos y flexibles. Sin embargo,
dado su ínfimo grado de respuesta crítica la televisión, en general, dada su
necesidad de aumentar el nivel de audiencia y la escasa responsabilidad de los
promotores, los presenta de forma malsana y trivial, en debates crispados
insultantes y de creciente morbosidad, oculta la importancia de los problemas,
que prostituye o banaliza. En otras ocasiones, la imagen sustituye o enmascara
el contenido, la violencia planificada de los debates impide la reflexión seria
y la intromisión innecesaria en la intimidad de las personas, a las que retira
toda posibilidad de dignidad y respeto, arruina los posibles beneficios que
para la sociedad pudiera proporcionar el tratamiento televisivo.
La responsabilidad de
los agentes sociales
Los agentes sociales se lanzan la responsabilidad educativa
de unos a otros. Los profesores y la escuela en general afirman en muchas
ocasiones que no tienen por qué suplir el trabajo de la familia. La familia,
no se entiende con la escuela ni la apoya. Todos, la sociedad en general, la escuela
y la familia, culpan en gran medida a la televisión de la pérdida gradual de
los valores mientras deja los hijos a su cuidado.
Las grandes cadenas, por otra parte, no atienden a su
responsabilidad socializadora y dejan en manos de la familia el control de los
horarios en los que sus hijos están ante el televisor.
La administración del Estado, mira para otro lado cuando las
cadenas incumplen sobre horarios y contenidos en horarios infantiles, se olvida
de que los profesores necesitan apoyo y formación para tomarse en serio la
televisión como elemento socializador y deja, igualmente, en manos de los
padres la totalidad del problema. (Martínez-Salanova)
Nos encontramos en un mundo globalizado en todos sus
aspectos, en el que los compromisos deben ser compartidos. No es posible, por
tanto, alejar responsabilidades, los agentes sociales no pueden dejar de asumir
lo que solamente se puede solucionar entre todos. Por una parte, somos
conscientes de que el papel que la televisión tendrá en el proceso de
socialización de las generaciones que nos continúen dependerá del cambio que se
produzca en la familia y en la
escuela. Una de las responsabilidades de la escuela y de la
familia debe ser la de promover un uso crítico y reflexivo de los medios de
comunicación, y especialmente, de la televisión, promover ámbitos o contextos
cognitivos en los que predominen la experimentación y la creatividad, en el que
los niños, desde pequeños, estén cerca del mundo de las imágenes y de los
procesos productivos de las mismas, desmitificando los medios desde su
interior, a partir del debate responsable, del trabajo en equipo y de las
relaciones sociales. Al mismo tiempo, se debe exigir a la administración que
cumpla sus compromisos de control de los medios de comunicación en lo que tiene
que ver con programas y horarios infantiles, con la utilización de la
publicidad y con la intromisión excesiva en la intimidad.
TV educativa-TV
educadora
Sin embargo, es de suma importancia que las televisiones
acepten la responsabilidad de educar como misión ineludible e incuestionable.
En un mundo, como se decía más arriba, la responsabilidad del futuro es cosa de
todos, la televisión debe ser educadora.
Normalmente confundimos los conceptos: educador, educativo e
instructivo.
Lo instructivo tiene que ver con los conocimientos o
movimientos que se aprenden mecánicamente. Para que sean educativos, estos
aprendizajes deben poseer algo más, que sean significativos, que estén en un
contexto más amplio, que el que aprende los inserte en un entorno, que asimile
los valores del aprendizaje, etc. Un documental puede ser instructivo, pero si
no está dentro de un contexto, si no se adapta el lenguaje, las formas y los
tiempos, a la edad de quien que se pretende sea espectador, no será educativo
(Martínez-Salanova).
Para que una televisión sea educativa, debe tener
intencionalidad educativa. Propósitos y objetivos claros, definición de la
audiencia a la que va dirigida y por ende adecuación de los métodos, lenguajes
y estructuras a ella (Martínez-Salanova). Algunos intentos de la televisión
pública y de algunas televisiones autonómicas, han tenido éxito en este
sentido.
Sin embargo, toda la televisión debe ser educadora (no
necesariamente educativa), pues nos encontramos en un mundo en el que los
problemas los debemos encarar entre todos. No es posible que las televisiones,
con la fuerza cultural y capacidad subyugadora que poseen entre los ciudadanos,
se desentiendan de esa responsabilidad. Una televisión educadora es la que
plantea, propone y estructura sus programas pensando en que en el mundo hay
problemas de todos y que hay que colaborar en crear corrientes de opinión y de
debate para que los ciudadanos busquen también su propia responsabilidad.
La administración, los medios de comunicación, la familia y las
instituciones educativas deben ser educadores responsables
Enrique Martínez-Salanova Director de Aularia
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