sábado, 1 de octubre de 2011

¿Qué es información?

Muchos dicen que transitamos en una “Sociedad del conocimiento”, otros, más prudentes afirman que esta es una “Sociedad de la información” ¿Estamos realmente informados? ¿Podemos estarlo viendo la televisión? Los siguientes párrafos de I Ramonet abordan la cuestión.



Muchos ciudadanos estiman que, confortablemente instalados en el sofá de su salón, mirando en la pequeña pantalla una sensacional cascada de acontecimientos a base de imágenes fuertes, violentas y espectaculares, pueden informarse con seriedad. Error mayúsculo. Por tres razones: la primera, porque el periodismo televisivo, estructurado como una ficción, no está hecho para informar sino para distraer; en segundo lugar porque la sucesión rápida de noticias breves y fragmentadas (una veintena por cada telediario) produce un doble efecto negativo de sobreinformación y desinformación; y finalmente, porque querer informarse sin esfuerzo es una ilusión más acorde con el mito publicitario que con la movilización cívica.

Informarse cuesta y es a ese precio al que el ciudadano adquiere el derecho a participar inteligentemente en la vida democrática. Numerosas cabeceras de la prensa escrita continúan adoptando, a pesar de todo, por mimetismo televisual, por endogamia catódica, las características propias del medio audiovisual: la maqueta de la primera página concebida como una pantalla, la reducción del tamaño de los artículos, la personalización excesiva de los periodistas, la prioridad otorgada al sensacionalismo, la práctica sistemática del olvido, de la amnesia, en relación con las informaciones que hayan perdido actualidad, etc.

Compiten con el audiovisual en materia de marketing y desprecian la lucha de las ideas. Fascinados por la forma olvidan el fondo. Han simplificado su discurso en el momento en que el mundo, convulsionado por el final de la guerra fría, se ha vuelto considerablemente más complejo. Un desfase tal entre este simplismo de la prensa y la nueva complicación de los nuevos escenarios de la política internacional desconcierta a muchos ciudadanos, que no encuentran en las páginas de su publicación un análisis diferente, más amplio, más exigente, que el que les propone el telediario.

Esta simplificación resulta tanto más paradójica cuando el nivel educativo continúa elevándose y aumenta el número de estudiantes superiores. Al aceptar no ser más que un eco de las imágenes televisadas, muchos periódicos mueren, pierden su propia especificidad y como consecuencia sus lectores. Informarse sigue siendo una actividad productiva, imposible de realizar sin esfuerzo y que exige una verdadera movilización intelectual...

Una actividad tan noble en democracia como para que el ciudadano decida dedicarle una parte de su tiempo y su atención. Así lo entendemos en Le Monde diplomatique. Si nuestros textos son, en general, más largos que los de otros periódicos y revistas es porque resulta indispensable mencionar los puntos fundamentales de un problema, sus antecedentes históricos, su trama social y cultural y su importancia económica, para poder apreciar mejor toda su complejidad.

Cada vez son más los lectores que se interesan por esa concepción exigente de la información y que son sensibles a una manera sobria, austera y rigurosa de observar el mundo. Las notas a pie de página, que enriquecen los artículos y les permiten eventualmente completar y prolongar la lectura, no les perturban en absoluto. Al contrario, muchos ven en esto un rasgo de honestidad intelectual y un medio para enriquecer su documentación sobre los temas.

De esta forma puede construirse una reflexión exigente sobre este mundo en mutación, donde las referencias sobre el presente se difuminan al tiempo que se oscurecen las perspectivas del futuro.

Un mundo más difícil de comprender que exige del periodista humildad, duda metódica y trabajo. Y que pide al lector, como es lógico, más esfuerzo, más atención. A este precio, y únicamente a este precio, la prensa escrita podrá abandonar las zonas confortables del simplismo dominante y salir al encuentro de todos los lectores que desean entender para poder actuar mejor como ciudadanos en nuestras democracias aletargadas. «Serán necesarios largos años», escribe Václav Havel, «antes de que los valores que se apoyan en la verdad y la autenticidad morales se impongan y se lleven por delante al cinismo político; pero, al final, siempre acaban venciendo.» Esta debe ser también la paciente apuesta del verdadero periodismo.


Autor
Ramonet Ignacio
La Tiranía De Las Comunicaciones

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