domingo, 22 de marzo de 2020

Educación ¿con o sin pantallas?


  
Antaño, la imprenta y después la fotografía ya daban una posibilidad de comprensión que enriquecía el aprendizaje del sujeto. Ahora hay videos, aplicaciones de realidad virtual y un sinfín de herramientas que complementan este proceso. ¿Son apoyos u obstáculos en el proceso educativo?
La mirada de Lucía se distrae sutilmente hacia lo que esconden sus manos bajo su pupitre. A pesar de que frente al pizarrón está la maestra, exponiendo el punto más candente de la lección de Español, la estudiante prefiere desbloquear la pantalla y acceder al más reciente meme que recibió en su celular vía WhatsApp. Una breve risilla y Lucía vuelve los ojos al frente, esperando la próxima vez que su celular vibre con la respuesta de sus amigos, a quienes reenvió la imagen. Esos efímeros momentos que la niña dedicó a su distracción harán que los diptongos y los hiatos permanezcan como un misterio para ella, a pesar de que la maestra haya dedicado toda la clase al tema.

Para Aarón, la historia es distinta. Su instrumento principal en el salón de clases no es una libreta, sino una computadora. Está en clase de Historia Universal, estudiando el desarrollo de la cultura egipcia. Con la venia y la guía de su profesora utiliza su computadora para encontrar un videotour por las pirámides de Giza, una infografía de las principales deidades egipcias y demás datos curiosos que luego puede compartir con sus compañeros para discutir sobre ello.
La tecnología, ya sea en forma de gadgets como computadoras, tablets o celulares, o pensada como internet y la conectividad que conlleva, se infiltra cada vez más en las aulas de todos los niveles educativos, a veces a pesar de la renuencia de directivos y profesores, y otras tantas con todo su apoyo.
Antaño, la imprenta y después la fotografía ya daban una posibilidad de comprensión que enriquecía el aprendizaje del sujeto. Incluso antes de ello, los viajes de Marco Polo fueron considerados de vital importancia al momento de aprender de otras culturas, y gracias a su narrativa se convirtieron en elementos difusores de un conocimiento hasta entonces lejano. Ahora hay videos, aplicaciones de realidad virtual y un sinfín de herramientas que complementan este proceso. En este contexto, la tecnología es un medio para promover el aprendizaje significativo, teoría de la psicología perceptual que dicta que el conocimiento se percibe mejor por el sujeto gracias a experiencias vividas.

Puertas a un nuevo conocimiento
El maestro Fernando Escobar Zúñiga, académico perteneciente al Departamento de Electrónica, Sistemas e Informática del ITESO, hace hincapié en que para que la tecnología resulte significativa en el aprendizaje de los niños, debe estar respaldada por un proyecto educativo que la ubique como parte de un proceso enriquecedor para el sujeto y para el proceso mismo. Si no existen estos elementos, lo que va a producir es empobrecimiento de la educación.
El catedrático, quien ha trabajado en el desarrollo de proyectos de incorporación de tecnologías a procesos de enseñanza y aprendizaje, señala que, en la actualidad, el aprendizaje no puede estar disociado del uso de la tecnología.
“Las tecnologías ya no son un artefacto anexo a mi vida; ya son parte de mi vida, del ecosistema que yo habito”, apunta. “Desde hace al menos un siglo se sostiene que los procesos de educación tienen que modificarse. Hay dos características con las que prácticamente todos los estudiosos del tema están de acuerdo: quien construye el aprendizaje es el sujeto (el estudiante), y se trata de un proceso personal”.
Sin embargo, explica que aún existen muchos espacios en que el docente continúa como núcleo del proceso educativo, y todo lo que diga debe ser asumido y memorizado por los educandos. Si a ello se suma la tecnología como proceso paralelo, es mínima la evolución para lograr un verdadero entendimiento del alumno, sin importar si el medio facilitador para la transferencia del conocimiento es un libro o una pantalla.

 “La tecnología tiene cosas importantes que aportar a la educación, porque ayuda a que estos enfoques sean instrumentados de manera correcta”. Escobar Zúñiga añade que el sujeto debe estar lo suficientemente capacitado para detectar la información pertinente y verídica, y, por supuesto, saber qué hacer luego de haber obtenido la información; por otro lado, la tecnología permite experimentar cosas que sin ella sería imposible, por lo que constituye un medio para la comprensión integral de fenómenos o conceptos que antes sólo eran susceptibles de comprenderse desde una perspectiva de lejanía.
La tecnología facilita la interacción y la conectividad con otras personas, lo cual enriquece la experiencia del alumno y promueve el proceso de aprendizaje. “La tecnología ofrece la facilidad de trabajar con otros sujetos, de encontrar perspectivas verdaderamente diferentes que ya no se circunscriben al sujeto de la banca de al lado. Quien se ha criado culturalmente en un entorno similar al mío, es más probable que tenga perspectivas parecidas”, señala el académico, y añade que esta cercanía puede acotar el aprendizaje significativo que el alumno pueda tener.
“Los grandes educadores siempre han insistido en la importancia de la interacción del sujeto con otros objetos y sujetos. Cuando yo dialogo con otra persona, logro comprender diferentes perspectivas y puedo aprender, pues me invita a un pensamiento más reflexivo y crítico”, afirma.

¿Sócrates tenía razón?
Un pasaje de los Diálogos de Platón recuerda cómo Sócrates advirtió a su discípulo Fedro que la escritura será la ruina de la humanidad, pues acabará con la memoria del ser humano.
Así como Sócrates se opuso a la adopción de la escritura en su momento, hay personas, escuelas y doctrinas que ven con recelo la entrada de la tecnología en forma de computadoras, calculadoras o televisiones al salón de clases, justificando que el alumno está en riesgo de perder o no desarrollar ciertas habilidades, como pensamiento matemático, razonamiento o motricidad.
Estudios de diversas universidades y centros de investigación, como el Laboratorio de Envejecimiento Cerebral y Salud Cognitiva de la Universidad de Pittsburgh, sostienen la hipótesis de que estas modificaciones, que se pueden referir a trastornos neurológicos, visuales y conductuales, entre otros, son consecuencia de un cambio fisiológico causado en el cerebro por el abuso de tecnología en la vida diaria. Entonces, ¿por qué dar la bienvenida a estos artefactos en el aula?

En lo que respecta a la relación de la tecnología con los infantes, tanto en el ámbito familiar como en el escolar, la frase “nada con exceso, todo con medida” recobra significado. Quitar todo estímulo tecnológico en el salón de clases, que es uno de los lugares donde más tiempo pasan, y donde además pueden estar supervisados, podría perjudicar su adaptabilidad al entorno y convertirlos en analfabetas tecnológicos.
Si bien Sócrates, como lo ha probado la historia, erró al desdeñar la escritura como herramienta para el aprendizaje, su advertencia obliga a la revisión crítica de la tecnología en este mismo contexto. En ese sentido, Fernando Escobar Zúñiga apunta que “no se puede aceptar la inclusión de la tecnología sólo porque el mundo la trajo a colación y la metió en las escuelas”. Lo adecuado, según el investigador, es experimentar con diferentes medios y técnicas.
De acuerdo con un gran número de neurocientíficos, tener acceso paulatino a las tecnologías, de tal forma que los niños vayan aprendiendo a través de la experimentación, y con el acompañamiento que les brinden padres y maestros, debe ser parte del acercamiento crítico a los recursos tecnológicos.

Hacer del conocimiento algo divertido
Según resultados alcanzados tras un proyecto realizado por la Secretaría de Educación Pública (SEP) en colaboración con el Instituto Latinoamericano de Comunicación Educativa (ILCE) en instituciones de nivel básico, las escuelas que utilizan de manera atinada la tecnología han visto un aumento de interés y mejor aprovechamiento del alumnado en materias como Ciencia o Matemáticas, mismas que tradicionalmente han sido desdeñadas por gran cantidad de estudiantes de generaciones anteriores.
A la larga, esto podría incrementar la inserción de estudiantes en carreras  de ciencia, tecnología, ingenierías y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés). “Estos campos que suelen ser complejos para el estudiante, se vuelven atractivos por el modo en que se le presentan”, apunta Escobar Zúñiga.
Para un estudiante de educación primaria, el hecho de que tenga acceso a los contenidos de clase en una pantalla puede hacer que su atención se intensifique y su interés por aprender aumente. Éste es el caso para Ashley Kane, maestra de segundo grado de primaria en una escuela pública en Iowa, Estados Unidos. Para ella, la tecnología es ya parte de su material de trabajo. “Utilizo mi computadora para hacer la planeación de clases, mostrar videos y documentar lo que hacen mis estudiantes, a modo de monitoreo. También uso mi cámara de documentos muy seguido, para que mis alumnos puedan seguirme con lo que quiero mostrarles. Es imperativo tener este tipo de herramientas en el salón de clases”, afirma.
Este tipo de equipamiento es provisto por la escuela. Dentro del aula también cuenta con 16
computadoras disponibles para que los estudiantes investigen acerca de los temas que se estén revisando en clase, así como para usar programas que les presentan ejercicios de comprensión lectora y de matemáticas para reafirmar los conocimientos aprendidos.
A pesar de todas las ventajas que puede significar tener estas herramientas como parte de la cotidianidad del proceso educativo, la profesora afirma que también hay barreras para que funcionen: que haya energía eléctrica, tener suficientes equipos para todos los estudiantes y mantenerlas en óptimas condiciones, por ejemplo.
“Mis estudiantes se emocionan cada vez que están en la computadora o les digo que veremos un video. La tecnología ya es parte de su vida diaria, porque muchos de ellos están expuestos a algún tipo de tecnología en casa, ya sea a través de videojuegos, tabletas o los celulares de sus padres”, añade.

Tecnología ≠ pantallas
Existen profesores que, obligados por el sistema educativo y muchas veces sin la capacitación adecuada, migran sus prácticas tradicionales a una computadora en el afán de volverse digitales. Sin embargo, este esfuerzo queda corto y frena el proceso de aprendizaje del alumno, quien no percibe una compaginación verdadera de la tecnología como recurso didáctico efectivo.
Es en situaciones así que la tecnología resulta más una distracción que un medio de enseñanza. “Es peligroso que esto se convierta en una repetición de las prácticas, porque lo que hago como maestro es potenciar viejas prácticas disfrazándolas de vigentes sólo porque están en una pantalla. Lo que urge es una transformación profunda de la educación”, asevera Escobar Zúñiga.
Para que una estrategia de enseñanza aproveche de manera efectiva la tecnología, se deben tener muy claras la propuesta educativa y la concepción del aprendizaje, e ir sumando el uso de la tecnología de manera que permita instrumentar esa concepción.
El investigador agrega que, aunque las escuelas con sistemas personalizados —como Montessori o el método High Scope (sistema de enseñanza activa frente al aprendizaje de los niños)— tienden a incorporar la tecnología de manera más natural, ello no implica que sea mejor o peor que el sistema tradicional. Es la propuesta educativa la que realmente hace funcionar a la tecnología como un elemento que aporta al proceso de aprendizaje del alumno.
Esta obligación de adoptar lo digital también devela otros vicios del profesorado, como la planeación inmutable de las clases, que año con año se utiliza a modo de guion y que, en los casos más afortunados, sólo tiene actualizaciones mínimas. En este contexto, un primer paso es reconocer que un porcentaje importante de los docentes en funciones no cuentan con competencias informáticas básicas, necesarias para incorporar la tecnología en el aula a través de un uso apropiado para la enseñanza y el aprendizaje.

Educación en crisis
La investigadora Liliana García Ruvalcaba, catedrática del Departamento de Electrónica, Sistemas e Informática del ITESO, acota que el sistema educativo no ha logrado concebir al alumno como individuo, sino que más bien ha diseñado una educación uniformada y rígida que limita el apoyo al proceso de aprendizaje, lo cual ha derivado en un hastío de jóvenes y niños por la escuela en general.
“Quien decide qué, cómo, cuándo y a qué ritmo se aprende no son los estudiantes, es ahí donde tenemos una crisis muy fuerte”, afirma. En la medida en que el docente sepa acompañar al estudiante, reconociendo sus intereses, sus habilidades, su capacidad de autonomía y sus condiciones de desarrollo, se podrán tener más posibilidades de éxito en el proceso educativo.
 Por ello, la prioridad debe ser el aprendizaje y no la enseñanza. Los estudiantes están ya buscando y aplicando formas alternativas de aprender que son mucho más cercanas y naturales para ellos, sin limitarse al contexto escolar. Es a través de experiencias en diferentes escenarios y conforme esquemas tanto formales como informales, que encuentran respuesta a sus necesidades, emociones y preguntas genuinas.
En ese contexto, la tecnología puede tener un papel importante en la creación de experiencias, ya que el sujeto se acerca a contenidos y relaciones significativos potenciados por una infraestructura tecnológica. Es importante señalar que el alumno no repara en pensar que está aprendiendo “gracias” al celular; el aparato es simplemente el medio para obtener nuevo conocimiento.

Para la especialista, no se puede pensar la educación al margen de la tecnología. “Si únicamente la concebimos como artefactos en sí, nuevamente nos vamos a atorar”. En cambio, la investigadora propone priorizar el para qué van a servir estos elementos de software y hardware y validar su uso en el proceso educativo.
“Tenemos el desafío de lograr que esas barreras que existen entre la escuela y la vida cotidiana se desdibujen y cobren sentido. No hay una crisis en el aprendizaje, pero sí en el cómo facilitamos o no entorpecemos ese aprendizaje”, añade García Ruvalcaba.
Pensadas como un agente de transformación e innovación, las tecnologías en el salón de clases son un aliciente para actualizar contenidos curriculares y modelos pedagógicos. Esta misma evolución hará más sencilla la adopción de infraestructura tecnológica, que además vaya acorde con el contexto de las nuevas generaciones.
Los modos en que interactuamos con los diferentes dispositivos y plataformas son distintos, pero han transformado muchos ámbitos de nuestra vida. El reto es lograr una incorporación con sentido y relevancia que permita explotar la tecnología para facilitar el aprendizaje, comenta la investigadora. Entonces, la pregunta no debe ser si se debe o no utilizar la tecnología como herramienta en las escuelas. La pregunta es cómo hacerla parte del proceso educativo. Cómo aplicarla de la mejor manera, a través de plataformas, programas y aplicaciones que procuren un aprendizaje significativo en el alumno, y, por qué no, que hagan más atractivo el contenido.
Los expertos coinciden: la tecnología dentro de las aulas no es buena ni mala, per se: es perfectible. Se puede pensar en una dinámica escolar donde el celular o la tablet sean vistos y tratados como herramientas, y ya no como esos polizones incómodos durante la hora de clase. Que sean aliados de los estudiantes para hacerse de más información valiosa y sumen a su aprendizaje. 


Por MONTSERRAT MUÑOZ
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