¿Tiene algún beneficio educativo el uso de la televisión en niños menores de tres años? ¿En qué medida están presentes las pantallas en niños de esas edades? ¿El uso de la televisión afecta la interacción con los padres? ¿Se considera preocupante el tiempo destinado a la televisión?
En líneas generales los estudios ubicados en esta tendencia
persiguen dos objetivos. Por un lado, describir o caracterizar el acceso y uso
que hacen los niños en su hogar de los medios de comunicación y, en especial,
de la televisión. Por
el otro, pretenden identificar y analizar los factores o variables
sociodemográficas que influyen en la relación de los niños con estos medios, dentro
de los que se destaca la pantalla televisiva.
Las investigaciones centradas en el primer objetivo se
refieren al acceso como la presencia y posesión de los distintos medios de
comunicación en el hogar, aunque se reconoce que aun no estando presentes en el
espacio doméstico, los niños pueden acceder a ellos a través de otras vías
(préstamos o visitas a lugares específicos). La noción de uso alude “a la cantidad de tiempo empleada consumiendo
activamente un medio de comunicación”.
En estos trabajos ha predominado la utilización de técnicas
de tipo cuantitativo como las encuestas, con cobertura nacional o regional, y
que han sido hechas personalmente o a través de llamadas telefónicas. En menor
proporción se ha recurrido a estrategias mixtas en las que se combinan o
complementan técnicas cuantitativas y cualitativas.
De los anteriores trabajos sobresalen tres resultados que
tienden a ser consistentes:
1. La saturación de imágenes y sonidos a los que están
expuestos los niños menores de tres años en el hogar.
2. El lugar destacado que ocupa la televisión con respecto a
los otros medios de comunicación en la vida de estos niños.
3. El incremento sensible en el tiempo del consumo
televisivo durante estas edades.
Para ilustrar estos resultados se presentan algunas cifras
de estudios llevados a cabo en Estados Unidos. El 99% de los niños menores de 6
años vive en un hogar donde hay televisor, el 50% tiene 3 o más televisores y
el 36% tiene un televisor en su cuarto. El 65% vive en un hogar donde el
televisor está prendido casi la mitad del tiempo y el 36% en uno donde siempre
o casi siempre está prendido. Para Vandewater et al., uno de cada cinco niños
entre 0 y 2 años y más de la tercera parte entre 3 y 6 años tiene televisor en
su cuarto.
En el estudio de Certain y Kahn se establece que 17% de los
niños entre 0 y 11 meses, el 48% de 12 a 23 meses, y el 41% de 24 a 35 meses ve
más de dos horas diarias de televisión. Rideout, Vandewater y Wartella
encuentran que en un día normal, el 68% de los niños menores de 2 años usa las
pantallas (59% ve televisión, 42% ve videos o DVD, el 5% usa computador y el 3%
juega videojuegos). Ellos están más de dos horas diarias frente a las
pantallas. El 74% empezó a ver televisión antes de los dos años. En el 2006,
Rideout y Hamel señalaban que el 79% de los niños menores de dos años había
visto televisión y el 65% videos o DVD. El 43% de los niños de estas edades
veía televisión todos los días y el 17% varios días a la semana. El 18% veía
videos o DVD todos los días y el 61% varias veces en la semana. En un día
normal el 61% veía en promedio 1:19 minutos de televisión, videos o DVD. El 35%
veía programas educativos para niños, el 40% una mezcla entre programas
educativos y de entretenimiento para niños y el 20% programas para niños y
adultos.
Zimmerman, Christakis y Meltzoff encuentran que a los tres
meses el 40% de los niños ve regularmente televisión, DVD o videos. A los 24
meses la proporción se incrementa hasta 90%, y la edad promedio en la que los
niños empiezan a ver la televisión es a los 9 meses.
Los datos ofrecidos por el Consejo Nacional de Televisión de
Chile son altamente significativos y pueden ser cercanos al contexto
colombiano. En ese trabajo se plantea que casi la mitad de la población entre 0
y 2 años ve televisión cotidianamente. En el estudio se hizo una diferencia por
edades: los que tienen entre 6 y 18 meses y los que están entre 18 y 24 meses,
y se notó que cuanta más edad, mayor el tiempo dedicado a ver la televisión, lo
cual se ratifica al comparar estos datos con los de los niños entre 2 y 5 años.
Según el estudio chileno, los que más ven televisión son los niños entre 19 y
23 meses, en promedio 2,86 horas al día, de las cuales casi 1 hora lo hacen
solos. Los niños de 7 a 18 meses ven menos de dos horas y casi siempre
acompañados.
A pesar de las diferencias en algunos porcentajes, todos
estos estudios coinciden en remarcar la fuerte presencia de las pantallas en
edades cada vez más tempranas.
Como se puede notar una de las preguntas exploradas por
estos trabajos gira en torno a cuánto tiempo ven televisión los niños menores
de tres años. Tal como lo plantean Wartella y Robb, este es un problema que ha
acompañado históricamente los análisis sobre la relación de los niños con los
medios de comunicación y que tiene sus raíces hacia finales del siglo XIX y
comienzos del XX, cuando se empezó a estudiar y valorar la idea del tiempo de
los niños, junto con varios procesos como la institucionalización de la
educación pública y la legislación para vigilar su salud y bienestar. El uso
adecuado del denominado tiempo libre se convirtió en un parámetro importante
para determinar un apropiado desarrollo. La llegada de los medios de
comunicación y su incorporación progresiva en el tiempo libre, desde ese
entonces y hasta ahora ha generado continuas polémicas acerca de la posibilidad
de que estos medios desplacen actividades significativas para el desarrollo
infantil, como el juego, la interacción con sus padres o el ejercicio físico.
En el caso de los niños menores de 3 años, la preocupación es constante y el
debate se ha intensificado con las advertencias sobre las posibles
repercusiones negativas de la sobreestimulación de imágenes y sonidos en el
proceso de maduración cerebral. A ese respecto, las declaraciones de la Academia Americana
de Pediatría han sido enfáticas: los niños menores de dos años no deben ver
televisión y los que sobrepasan estas edades solo pueden hacerlo como máximo
dos horas diarias.
La declaración más
reciente de la
Asociación Americana de Pediatría (2011) señala tres
aspectos:
1. No hay evidencia
sobre los beneficios educativos o en el desarrollo, que puedan aportar los
medios dirigidos a los niños menores de 2 años.
2. Hay potenciales
efectos adversos en la salud y desarrollo de los niños menores de 2 años por el
uso de los medios.
3. Hay efectos
adversos por el uso de los medios por parte de los padres de los niños menores
de dos años, porque afecta su interacción con ellos.
En esta declaración se citan resultados de investigaciones
para apoyar las medidas y recomendaciones propuestas a los pediatras, padres y
a la industria.
El debate sobre el uso adecuado del tiempo por parte de los
niños, el desarrollo del cerebro y las recomendaciones de la Academia Americana
de Pediatría están en el trasfondo de las investigaciones ubicadas en esta
tendencia.
Sin embargo, uno de los principales obstáculos en estos
estudios es precisamente la medición del tiempo en el que los niños están
expuestos a los medios. ¿Cómo determinar con precisión cuánto tiempo están los
niños frente a una pantalla, si la televisión está prendida todo el día?
¿Cómo monitorear esos tiempos, cómo medirlos y registrarlos?
¿Cómo medir el tiempo de consumo de cada medio si en ocasiones estos se usan de
manera simultánea?
¿Corresponden los reportes de los padres con el tiempo que
efectivamente los niños están frente a las pantallas?
Tradicionalmente, señalan Vandewater y Lee, para medir el
tiempo de consumo de los medios se han utilizado técnicas como: estimaciones
globales del tiempo, los diarios temporales, los diarios de medios, método de
muestreo de experiencias, video u observación directa y sistemas electrónicos
de monitoreo y desde luego las encuestas respondidas por los padres. Pero cada
vez y ante la complejidad del fenómeno se revela la necesidad de asumir
enfoques metodológicos diversos y triangular datos provenientes de diferentes
fuentes o registros. En este caso, en los estudios revisados, la información la
proveen los padres, así que la medida del tiempo en la que los niños menores de
tres años ven televisión puede ser indicadora de lo que los adultos consideran
como ver televisión y quizá otros contactos con la pantalla puedan pasar
inadvertidos. Mientras estos estudios siguen su curso, los debates sobre la
medición del tiempo los acompañan.
Con respecto a las investigaciones ubicadas en el segundo
objetivo, su interés principal es examinar los factores o variables
sociodemográficas (edad, sexo, estrato económico, nivel educativo, entre otros)
que pueden incidir o estar asociados con el nivel de consumo de televisión de
los niños.
Estos trabajos contienen análisis estadísticos de distinto
orden, como los de regresiones o de covarianza, a partir de los datos que han
sido arrojados por encuestas nacionales previamente aplicadas. A continuación
se mencionan los principales resultados de cada uno de los estudios a los que
se hace referencia.
En el trabajo de Certain y Kahn se señala que al parecer
existe una relación no significativa entre el ingreso económico y el tiempo de
consumo de la televisión de los niños; no hay marcadas discrepancias entre el
tiempo en el que niños de hogares con diferentes ingresos ven televisión. Es
probable que las diferencias estén dadas por el contenido. Por el contrario, el
nivel educativo de los padres parece incidir de manera más notoria en el tiempo
de consumo y en el contenido. En hogares con padres o madres de bajos niveles
de escolaridad los niños veían más televisión, y en hogares con padres y madres
de un nivel educativo moderadamente superior, los niños tendían a ver más
videos y menos televisión. La edad de los niños funciona como un predictor
importante del nivel de uso de cada uno de los medios de comunicación, y este
se va incrementando progresivamente durante los primeros cuatro años de vida de
los niños y luego puede declinar un poco. Finalmente, otro hallazgo
significativo es que los niños de hogares con padres desempleados veían más
televisión que los que trabajan a tiempo parcial y los de hogares con padres
pensionados mucho más que los desempleados.
La investigación de Vandewater et al. permite establecer que
los niños menores de dos años con televisor en su cuarto veían cuatro veces más
televisión que aquellos que no lo tenían y los hijos de padres con una
percepción positiva de la televisión y su rol educativo tenían el doble de
posibilidades de estar por fuera de los lineamientos de la Academia Americana
de Pediatría. Los niños entre 3 y 4 años que habitaban un hogar donde el
televisor estaba prendido todo el tiempo tenían una probabilidad mayor de ver
más de dos horas diarias.
Lee, Bartholic y Vandewater encuentran que en los hogares
donde los padres imponen límites al tiempo de consumo televisivo los niños ven
menos televisión. En cambio, los niños de hogares con un número reducido de
adultos, de familias conflictivas o de hogares ubicados en vecindarios
percibidos por los padres como inseguros veían más televisión y esto podría
predecir mayor tiempo de exposición en el futuro. En este estudio se plantea
que existe una relación positiva del consumo de televisión y de lectura en los
primeros años; cuanto más se vea televisión o cuanto más se les lea a los
niños, mayor probabilidad hay de que vean televisión o de que lean cinco años
más tarde. Sin embargo, la relación entre la televisión y la lectura es
negativa, cuanto más tiempo estén frente al televisor a edades tempranas,
existen menos posibilidades de que la lectura ocupe luego un lugar importante.
Para estos autores, la lectura puede ser fácilmente desplazada por la
televisión y los hábitos tanto de ver televisión y como de leer se forjan desde
estos primeros años. De igual forma, establecieron que los niños que veían
mucha televisión tenían mayor probabilidad de ser luego usuarios asiduos de los
computadores y posteriormente jugadores de videojuegos.
En el estudio hecho en Grecia por Kourlaba et al. se halló
que una tercera parte de los niños veía más de dos horas diarias y que el
incremento del consumo de televisión de los niños entre 3 y 5 años estaba
relacionado con la cantidad de tiempo que los padres veían televisión y el
lugar de residencia de estos. En cambio, para los niños entre 1 y 2 años el
tiempo que ellos estaban frente al televisor se relacionaba con el nivel
educativo de la madre y el lugar de residencia, sin embargo, remarcan que uno
de los factores que tiene una influencia más alta en la cantidad de tiempo que
los niños pasan frente al televisor es el tiempo que los padres emplean para
verla.
En síntesis, se observa en esta tendencia una preocupación
por el tiempo de consumo de la televisión y los factores sociodemográficos que
pueden incidir en él. En líneas generales, se coincide en que la relación de
los niños con los medios de comunicación inicia desde muy temprano, que sus
espacios domésticos están habitados de manera constante por imágenes y sonidos
provenientes de los medios, y que la percepción de los padres frente a lo
mediático, así como su nivel educativo desempeñan un papel importante en las
regulaciones sobre el tiempo que los niños pasan frente a las pantallas.
Uno de los principales desafíos de estos estudios es medir
el tiempo de consumo de los distintos medios porque ellos pueden estar
presentes de manera simultánea. En el caso de la televisión, ella puede estar
encendida todo el tiempo con programación de distinto tipo, actuando como un
telón de fondo que proyecta imágenes y sonidos mientras discurre la vida de los
niños menores de tres años.
Además es necesario tener en cuenta, que el consumo de
medios no se restringe al hogar. Los niños de estas edades pueden habitar y
transitar por diferentes espacios donde la presencia de lo mediático puede
resultar relevante, como en algunas guarderías, hogares comunitarios y jardines
infantiles, entre otros.
Extraído de
Los niños menores de tres años y la televisión
Perspectivas de investigación y debate (1999-2010)
Adriana Rodríguez Sánchez