¿La televisión es un
simple “medio de comunicación”? ¿O tiene capacidad de construir sentidos? ¿Cuál
es su relación con la política? ¿Qué acontecimiento puede ser “noticia”? El siguiente trabajo hace alusión a un
contexto determinado (Colombia), pero haciendo algún cambio en los nombres
propios, puede adecuarse a cualquier otro en Hispanoamérica.
La imagen es el posibilitador más importante de la
inteligencia y ha sido, a la vez, medio de expresión y comunicación. Hoy, la
imagen audiovisual requiere de reflexiones profundas y ágiles que permitan dar
cuenta de los efectos que produce en la sociedad, ya que este fenómeno
perceptivo se propone como el constructor más importante de la realidad.
Actualmente existen gran variedad de disciplinas interesadas
en la imagen audiovisual, entre las que se destacan la semiótica, el
psicoanálisis, la antropología, la sociología, la politología y otras que en
mayor o menor escala participan en la cuestión, como la economía, la ingeniería
o la administración.
Hoy la imagen audiovisual tiene múltiples implementaciones
mediáticas, pero el interés del presente artículo es realizar una reflexión de
un medio específico denominado genéricamente televisión.
La confusión que ha creado la irrupción de la televisión en
la sociedad ha puesto en evidencia procesos que, por su escala o efectos, son
de particular dificultad para el mundo académico.
Después de la Segunda Guerra Mundial,
los medios de comunicación, y específicamente la televisión, tomaron singular
lugar en las sociedades, hasta el punto de que han incidido no sólo en la
construcción de una sociedad distinta en el uso y manejo del tiempo y el
espacio, sino que se han tenido que transformar a las condiciones generadas por
ellos mismos. Los periódicos, las revistas, la radio, el cine, y hasta los
libros han sufrido notorias modificaciones. La televisión, entonces, ocupa hoy
un lugar privilegiado en la
sociedad. Se propone como difusor de la cultura y como
epicentro de los medios de comunicación. Así lo plantea Manuel Castells en su
obra La era de la información: “Esta
modalidad de medio, caracterizada por su capacidad de seducción, su simulación
sensorial de la realidad y su fácil comunicabilidad a lo largo de las líneas de
menor esfuerzo psicológico, es no sólo un psico-estimulante, sino creador de
realidad y distracción”.
La televisión en la experiencia social emerge como producto
de múltiples relaciones constitutivas, entre las que se destacan el lenguaje,
la economía y el poder. Ella se ha posibilitado gracias a los desarrollos
tecnológicos de la física y la electrónica. Se propone con un discurso que le es
propio en relación impositiva con las audiencias, lo cual le da una capacidad
singular de modificación del conocimiento y de la verdad.
Los estudiosos del tema plantean hipótesis iniciales
construidas a partir de la atracción que ella produce como simple elemento de
uso público al cual la audiencia se adhiere bajo el “síndrome del mínimo
esfuerzo”; muy pocas personas poseen elementos para escoger y analizar los
procesos comunicativos que se encuentran insertos en la vida cotidiana y los
discursos que en ella se producen. Un número más reducido aún reconoce y
analiza los lenguajes que se producen en los medios, la incidencia y
responsabilidad que éstos tienen con la sociedad.
Industria cultural
Max Horkheimer y Theodor Adorno definen a mediados de los
años 40 las características socioculturales del mundo moderno. Para ellos las
culturas contemporáneas se caracterizan por la importancia de la dimensión
industrial: su capacidad de impacto socio-político, económico, y su difusión en
el plano global.
Los medios de comunicación masiva se han convertido en uno
de los pilares esenciales de la divulgación cultural, pues transmiten a través
de su propio lenguaje lo que en principio se considera cultura: palabras, ideas
y valores que no son otra cosa que la construcción de una visión de mundo.
Hoy el concepto de industria cultural y su expresión en un
medio, en particular la televisión, ha tenido poderosas transformaciones. Para
considerar la televisión como objeto de reflexión, se deben tener en cuenta
varios aspectos:
1. El manejo de un lenguaje cuyos mensajes no son
culturalmente neutros.
2. Su actividad económica, de carácter financiero y
empresarial.
3. Su papel de constructora de realidad.
4. Su capacidad de difusión y legitimación del Estado y sus
políticas.
5. Su carácter socialmente masivo.
Se define en general que en la actividad de la industria
cultural, tanto en bienes y servicios, se producen y reproducen, conservan y
difunden productos según criterios industriales y comerciales, es decir, en
serie y aplicando una estrategia de tipo económico en vez de seguir una línea
de desarrollo cultural. En esta actividad se desconocen algunas temáticas, ya
que por su interés no se les reconoce como relevantes para sus propósitos.
Las políticas culturales han versado sobre las temáticas de
interés de los medios de comunicación, vinculando directa o indirectamente los
poderes públicos a partir de un número de instituciones y privilegiando el
interés hegemónico privado sobre el interés público. Ello trae como
consecuencia el que se origine la seducción desde el discurso de lo público
hacia lo privado. Se establece así un desequilibrio entre estos dos niveles.
Hoy se podría establecer que el patrón dominante en el mundo
es el consumo intensivo de medios de comunicación y especialmente de la televisión. Es
posible que esta sea la actividad a la que más tiempo dedican las personas,
sólo superada por el trabajo. Encontramos receptores en lugares privados o
públicos y de modo indiferente; están en una alcoba, en un banco, en un bus, en
un hotel, o sencillamente en una vitrina para transeúntes desempleados o
indigentes. La televisión como medio, como industria, se ha integrado a la
rutina de los hombres, es parte del paisaje, de la familia, y se ha localizado
en la red de significación en la cual estamos inscritos como seres humanos.
Televisión y política
No tardó la política en descubrir que los medios de
comunicación son un arma poderosa y amigable para la hegemonía. El
periodo entre guerras y la Segunda Guerra Mundial demostraron la eficacia de
la televisión, tanto por su cobertura como por su incidencia.
Las pantallas de las distintas estaciones en cada país, bien
con una cobertura restringida o amplia, aceptaron lo establecido, procuraron
producir o reproducir la legitimidad, con preferencia por asuntos que
estuviesen entre los intereses del poder. La intención de los medios en cuanto
industrias culturales, tanto de los gerentes, como de los periodistas,
desarrolló un lenguaje y unas temáticas propias, lo cual en principio se
percibió como un hecho ingenuo. Posteriormente, por sus efectos, se mostraron
como productor y creador de “rebaños desconcertados”, con bagajes políticos
cuyas características han sido la apatía, la distorsión o la adhesión.
Estos hechos resultan hoy importantes y ameritan un interés
especial para los investigadores de las sociedades contemporáneas, ya que no se
puede dejar de lado al mercado y a las industrias culturales, pues son un
asunto de incidencia pública. Actualmente se sabe que los grandes grupos
económicos poseen una inversión considerable en medios masivos de comunicación
y que su interés no solamente es económico, sino que se ha extendido al campo
político, participando así directa e indirectamente en los asuntos de la
dirección y la construcción de lo público.
Como industria cultural, la televisión en Colombia, que fue
de origen estatal y público, juega un papel importante en nuestro país ya que
es un constructor de realidad notable, lo cual hace que sea tratada como un
medio de especial interés para los gobiernos, los partidos y los grandes grupos
económicos. Lo interesante y extraño en el país es que hoy no existen más que
cuatro canales: dos privados, fortalecidos por el Estado, y dos públicos,
debilitados por los gobiernos. Los dos grandes grupos económicos en Colombia
son propietarios de numerosas estaciones de radio y de los más importantes
canales de televisión: RCN, de Ardila Lülle, y Caracol, del Grupo Prisa. Los
canales y las estaciones de radio, en cuanto industrias, tienen como directriz
participar, construir y difundir las actividades del establecimiento. Se
participa de igual modo y con lenguajes adecuados a los intereses hegemónicos
tanto en asuntos del conflicto armado como en campañas, sucesos cotidianos,
asuntos de familia, de educación, salud, vivienda o servicios.
Uno de los más perversos efectos de los medios de
comunicación, en cuanto industrias culturales en Colombia, ha sido el de
desinformar o informar mal a la población, sea por omisión o por persuasión. En
los últimos años para este propósito los medios, y específicamente la
televisión, han impulsado un lenguaje y unos mensajes que tienen como propósito
incidir en la población de manera permanente; han aparecido en televisión
programas que se denominan a ellos mismos portadores y generadores de opinión,
sea esta pública o privada, llamando “consenso” a sus propias propuestas.
Existen entre estos programas los noticieros y las telenovelas y, en los dos
canales privados, programas como La noche y espacios de opinión y culto a la
personalidad como Yo, José Gabriel o el dirigido por “La Negra Candela”.
Todos éstos invaden temáticas públicas o privadas sin distinción, violando
principios elementales como el derecho a la información veraz o al libre
desarrollo de la personalidad y a la privacidad.
En este momento, los noticieros en Colombia no solamente son
voceros de los partidos políticos y sus candidatos. Son, en cuanto a su función
política, una línea de orientación militar y social, de legitimidad y
legitimación de políticas globales y locales, que procura “editorializar” al
establecimiento.
Los noticieros en Colombia no procuran ya una pretendida
neutralidad. Dan “información” abiertamente cínica, que pasa de imparcial, la
cual sin ninguna vergüenza incluye informes contradictorios que forman “colchas
de retazos” para la audiencia, sin que esta última pueda, con las imágenes
dadas, realizar juicios o inferencias sobre asuntos públicos o privados de
especial relevancia para un país y su población.
Es de resaltar que hoy en día los noticieros de televisión
han trazado como política las preferencias temáticas y en esencia gobiernistas:
“lo que no está con el gobierno, está contra él”, o lo que no es asunto que
provenga de él y sus instituciones, hechos y declaraciones, no es un asunto público
a tratar. Las noticias giran alrededor del gobierno y su gobernabilidad: orden
público, derechos humanos y política fiscal, entre otras temáticas, son
relevantes y presentables mientras sirvan como instrumento a favor de lo
establecido o a favor de lo que necesita establecerse.
La indiferencia de los televidentes en Colombia es tal que
lo que conmociona hoy mañana no se recuerda más que por su impacto negativo;
esto, no por sustituir ni evadir miedos, sino por construir otros que sean
“legítimos”, que impulsen a aceptar lo perverso establecido como único, normal,
como el efecto paralizador dirigido a una población atemorizada, en donde los
partidos, los candidatos, los gobiernos, sus instancias e instituciones conexas
son la verdad y lo válido, el “todo poderoso” ante el cual al televidente sólo
le queda la posibilidad de aceptar y seguir, de resignarse.
Lo que es noticia
Hablar de la estructura de la noticia en Colombia y de un
noticiero en cuanto portador de información obliga a tener en cuenta varios
aspectos del lenguaje: la diacronía, la sincronía y el contexto; el lenguaje
propio de la televisión (audiovisual) y el suceso en cuanto aspecto específico,
sea coyuntural o permanente. Encontramos que en Colombia existe una relación
compleja definida por las fuentes y las audiencias, pero sobre todo por los
propietarios de los medios, que estaría sujeta a asuntos de carácter político,
económico, social y cognitivo, a los cuales se podrían agregar aspectos
focalizados como el estrato, la edad, el sexo y el nivel educativo de la
audiencia.
Lo que es noticia (en cuanto mediación) en Colombia se
podría reducir a temáticas relacionadas con la permanencia y sostenibilidad del
establecimiento apoyado por la legalidad y legitimidad del Gobierno, orientadas
por normas y organizaciones internacionales que se interesan y sostienen más
con arreglo a intereses privados que públicos. Los noticieros deben tener
entonces un tratamiento diferente al orientado y promovido actualmente, ya que
siempre deben encontrarse sujetos a los principios dados por el hábeas data.
Son de resaltar entonces las siguientes temáticas que siempre se encuentran en
dichos géneros:
·
El Estado en el campo de lo local o de lo
global.
·
Los conflictos, que pueden ser regionales,
globales o casos.
·
Temas coyunturales, jurídicos o políticos
·
Personalidades: promoción o persecución.
·
Economía: estadísticas en temáticas de interés.
·
Deportes.
·
Banalidades y curiosidades.
En los anuncios y tipos de segmentos programáticos, y para
formatos de veintidós minutos, tenemos que la construcción de la noticia
denominada genéricamente “mediación”, en su empaquetado y su emisión, estaría
dada para medios audiovisuales por el acontecer y por una relación que tiene en
cuenta al acontecimiento como un producto semicéntrico en cuanto es una
construcción de la realidad microsocial y macrosocial, trasversalizado y
escogido a la luz de la normatividad institucional pero direccionado desde los
intereses del establecimiento e interpretado por los operadores de los
diferentes programas y medios. Así, las temáticas estarían seleccionadas y
emitidas según los criterios de los directivos y propietarios de los
noticieros, y se concebiría la noticia como la expresión de sus propios
intereses.
Uno de los asuntos más complejos de entender en Colombia en
términos de industrias culturales en cuanto industrias de conciencia es el
relacionado con los mensajes o el mensaje general que orienta a los medios.
Existe una pregunta por los esquemas y núcleos semánticos
fundamentales de los medios en Colombia, ya que, dadas las condiciones
particulares de un país inmerso en un conflicto armado, se distorsionan la
objetividad y la neutralidad, propiedades de la información, y se proyecta a
los medios como partícipes del conflicto, procurando que éstos se comporten
como arma asociada y aliada de los grupos dominantes y poderosos de la guerra:
en últimas, como parte de la actividad bélica que hoy se denomina guerra
asimétrica.
Para finalizar se puede afirmar que los medios en Colombia y
los noticieros promueven el discurso de la guerra, de la conmoción, del miedo y
del terror, y tratan la información de un modo estratégico. Es así como
proveen, avalan, descalifican, omiten, señalan, legitiman y hasta son cómplices
de los actos de una de las partes, proyectándose como una estructura que a la
vez que construye realidad legitima y persuade por direccionar y conservar la
realidad establecida. Sin ningún terror se puede afirmar que la TV y los
noticieros en Colombia se han proyectado como un arma del conflicto armado y
que no contienen en sus mensajes un respeto por los intereses de la población
en general ni tampoco obedecen a las orientaciones dadas por el hábeas data.
Gustavo
Becerra Jurado
Antropólogo de la Universidad Nacional
de Colombia, magíster de la Universidad
Distrital Francisco José de Caldas, docente de la Universidad
Distrital Francisco José de Caldas, gj.gustavo@gmail.com.