“Estamos a tiempo”
Pronunció Walter
Martínez el “Discurso de Orden” en la entrega de los premios de periodismo 2016
en la República Bolivariana de Venezuela. Walter fue receptor de tal premio,
una vez más, por sus aportes al periodismo latinoamericano y a la “batalla de
las ideas”, también con herramientas de comunicación e incluso dentro de los
llamados mass media. Es imposible reseñar el total de los temas
tratados en tal discurso, pero es indispensable subrayar uno de ellos que es
preocupación permanente de Martínez y tema obligado para un continente acosado
por las bases militares y las “bases mediáticas” que operan con toda impunidad
e impudicia: La guerra mediática o de “cuarta generación”. En “pleno
desarrollo” (Walter Martínez Ipse dixit).
Lo que en la
ceremonia de premiación tuvo formato de “conferencia magistral”, cumplió con
volver a martillar sobre un yunque de principios y de acciones donde es
necesario labrar el plan conjunto de los pueblos revolucionarios hacia un
frente de unidad para la defensa y para la vanguardia de la comunicación
emancipada y emancipadora. La guerra mediática no es una ficción de mentes
conspirativas, no es una pesadilla hija de la indigestión, no es un ataque
paranoico ni es un destilado de morbos pensados para vender miedos rentables.
Aunque a no pocos les parezca exagerado, inverosímil o inaceptable.
Todas las formas
del énfasis y todas las tácticas y estrategias discursivas (pertinentes al
formato expositivo desplegado por Walter Martínez) fueron usadas para abrir
cabezas y despejar nubarrones… la guerra mediática está en marcha y sólo faltó
tomar por las solapas a los asistentes y sacudirlos para reiterar lo urgente y
alarmante de la situación enredada con nuestras debilidades y nuestras
confusiones que, a granel, generan frenos, desvíos y extravíos costosos,
peligrosos y suicidas. Una y otra vez el acento en el discurso de Walter
Martínez tuvo referencias en las fuentes de información militar pero fue
escrupuloso en esclarecer la importancia excluyente la amalgama cívico-militar,
de la movilización popular y su carácter revolucionario inspirado por las ideas
y la práctica de Hugo Chávez y su apuesta por el socialismo.
En ese discurso no
hubo tiempo suficiente para profundizar, eso lo advirtió el propio Walter desde
el principio y su advertencia no fue un simple gesto de cortesía, por el
contrario, fue una ventana al realmente enorme problema y un alerta pertinaz
para entender la dimensión exacta de una guerra super-dinámica que
se nos va de las manos, se nos va de la vista se nos va y nos inunda
incluso cuando nos “entretenemos” con la “tele”. Y más allá de las limitaciones
del tiempo y de propio formato de la exposición, quedó bien claro que es
urgente asumir esa guerra mediática como una prioridad de investigación y como
urgencia de acción en momentos en que se llenan los imaginarios con el
terrorismo mediático basado, por ejemplo, en convencernos de que la década
ganada llegó a su “fin de ciclo”. Que la revolución no es permanente.
Aunque parezca
increíble, a pesar de las miles de evidencias y consecuencias que la guerra
mediática ha tatuado en nuestra historia reciente, todavía no es materia
obligatoria ni agenda prioritaria en los centros de enseñanza ni en los frentes
de lucha. Exculpemos a las excepciones. Todavía es necesario tocar miles de
puertas y no pocas veces soportar algunos gestos de fastidio por insistir en la
obligación de tomar en serio todo plan de ataque mediático para saquearnos y
explotarnos mientras nos convencen de que lo “hacen por nuestro bien” y de que
debemos estar agradecidos cuando nos humillan y cuando nos ahogan con mentiras,
ignorancia e ideología chatarra. Historia, por cierto, nada nueva.
No entender la
importancia de la guerra mediática, no comprender su extensión y duración, sus
escenarios visibles e invisibles, sus bases materiales y sus bases subjetivas,
sus escuelas, sus tradiciones teóricas, sus bibliotecas y sus centros de
investigación… es tan irresponsable y tan suicida que no nos quedará margen de
lamento ni tiempo para lloriquear las consecuencias que imaginamos y las que
no. Eso lo sabe Walter Martínez y por eso insiste, como se debe, en hacer de su
insistencia militancia y persistencia que, con su estilo y con su historia,
abre oídos donde otros no pueden.
No entender la importancia
de la guerra mediática, no combatirla y no derrotarla, pone en evidencia un
flanco débil, un descuido, una banalización o una falta de conciencia que no
podemos permitirnos más tiempo. No nos ha servido la improvisación, no nos ha
servido el voluntarismo, no nos ha servido el auto-halago, no nos ha servido el
empirismo… ya nos han derrotado incesantemente. Los pueblos cuentan con fuerzas
inmensas para ganar la guerra mediática, hay muchas experiencias y muchas
ansias sólo nos falta derrotar la des-organización y la crisis de dirección. Es
verdad “estamos a tiempo” y por eso no hay tiempo que perder.
Por: Fernando Buen Abad Domínguez