La televisión todo lo debe convertir en un “espectáculo”, y bajo esa premisa, quedan aprisionados valores sociales como “la legalidad”. No interesa el reinado de la ley, sino el impacto sobre el televidente, para mantenerlo cautivo ¿Qué valores éticos deberían asumir? ¿Cuál debería ser el compromiso? En los siguientes párrafos se trata el tema.
El aprecio por la ley no forma parte de las prioridades de la televisión, al menos a juzgar por la manera como se resuelven conflictos en muchas de las series de mayor éxito y por el énfasis que los noticieros suelen brindar a la comisión de delitos. Aun en los programas protagonizados por policías, los conflictos casi siempre son solucionados con medidas de fuerza, o a partir de la astucia y otros recursos, más que debido a la acción de la justicia. Y más allá de la ficción, que por supuesto es precisamente eso, en muchos países la información acerca de asuntos públicos está repleta de menciones a crímenes, latrocinios y otros delitos a los que no siempre se les da seguimiento hasta registrar la sanción judicial que ameriten, en caso de que así ocurra.
El resultado es una apreciación sesgada acerca de la realización de robos, secuestros, asesinatos, tráfico de estupefacientes y otros delitos. La televisión no inventa esos crímenes. Pero en ocasiones, al solazarse en ellos y aprovechar su difusión para suscitar la expectación de los televidentes, termina por crear la sensación de que la criminalidad ha alcanzado una presencia mayor de la que en realidad tiene. A ese sobredimensionamiento de los hechos delincuenciales se añade la ausencia de contexto para que los telespectadores comprendan circunstancias, efectos reales y, como ya señalamos, las consecuencias legales de esos delitos.
No pretendemos que la televisión debiera omitir la información sobre esos hechos. Pero sería deseable que los jerarquizara para mostrarlos de acuerdo con su relevancia real y sin enaltecerlos aunque sea de manera involuntaria. En algunos países de América Latina -como Colombia, y más recientemente México- algunas bandas delincuenciales han buscado la atención de los medios de comunicación tanto para atemorizar a la sociedad, como para ufanarse de las venganzas que cobran contra integrantes de otros grupos criminales. En esos casos la televisión no siempre tiene el cuidado de no mostrar imágenes o mensajes que les hagan el juego a la perversa exposición mediática que buscan tales criminales.
Qué hacer.
En este como en otros temas, la televisión estaría obligada a nutrir de contexto suficiente los asuntos de los cuales informa. Pero además, en vista de que se trata de temas muy delicados, podría haber un cuidado adicional tanto para no atemorizar gratuitamente a la sociedad, como para no ser cómplice involuntaria de las expectativas de los grupos criminales.
En noviembre de 1999, a iniciativa de la Facultad de Comunicación y Periodismo de la Universidad de La Sabana en Bogotá, los directivos de tres docenas de medios de comunicación suscribieron un Acuerdo por la discreción en donde quedaron establecidos los siguientes seis compromisos:
1. El cubrimiento informativo de actos violentos -ataques contra las poblaciones, masacres, secuestros y combates entre los bandos- será veraz, responsable y equilibrado. Para cumplir con este propósito, cada medio definirá normas de actuación profesional que fomenten el periodismo de calidad y beneficien a su público.
2. No presentaremos rumores como si fueran hechos. La exactitud, que implica ponerlos en contexto, debe primar sobre la rapidez.
3. Fijaremos criterios claros sobre las transmisiones en directo, con el fin de mejorar la calidad de esa información y evitar que el medio sea manipulado por los violentos.
4. Por razones éticas y de responsabilidad social no presionaremos periodísticamente a los familiares de las víctimas de hechos violentos.
5. Estableceremos criterios de difusión y publicación de imágenes y fotografías que puedan generar repulsión en el público, contagio con la violencia o indiferencia ante ésta.
6. Respetaremos y fomentaremos el pluralismo ideológico, doctrinario y político. Utilizaremos expresiones que contribuyan a la convivencia entre los colombianos.
Extraído de
Televisión y educación para la ciudadanía
Raúl Trejo Delarbre