martes, 27 de marzo de 2012

La televisión difunde una concepción utilitaria de la legalidad.

La televisión todo lo debe convertir en un “espectáculo”, y bajo esa premisa, quedan aprisionados valores sociales como “la legalidad”. No interesa el reinado de la ley, sino el impacto sobre el televidente, para mantenerlo cautivo ¿Qué valores éticos deberían asumir? ¿Cuál debería ser el compromiso? En los siguientes párrafos se trata el tema.



El aprecio por la ley no forma parte de las prioridades de la televisión, al menos a juzgar por la manera como se resuelven conflictos en muchas de las series de mayor éxito y por el énfasis que los noticieros suelen brindar a la comisión de delitos. Aun en los programas protagonizados por policías, los conflictos casi siempre son solucionados con medidas de fuerza, o a partir de la astucia y otros recursos, más que debido a la acción de la justicia. Y más allá de la ficción, que por supuesto es precisamente eso, en muchos países la información acerca de asuntos públicos está repleta de menciones a crímenes, latrocinios y otros delitos a los que no siempre se les da seguimiento hasta registrar la sanción judicial que ameriten, en caso de que así ocurra.

El resultado es una apreciación sesgada acerca de la realización de robos, secuestros, asesinatos, tráfico de estupefacientes y otros delitos. La televisión no inventa esos crímenes. Pero en ocasiones, al solazarse en ellos y aprovechar su difusión para suscitar la expectación de los televidentes, termina por crear la sensación de que la criminalidad ha alcanzado una presencia mayor de la que en realidad tiene. A ese sobredimensionamiento de los hechos delincuenciales se añade la ausencia de contexto para que los telespectadores comprendan circunstancias, efectos reales y, como ya señalamos, las consecuencias legales de esos delitos.

No pretendemos que la televisión debiera omitir la información sobre esos hechos. Pero sería deseable que los jerarquizara para mostrarlos de acuerdo con su relevancia real y sin enaltecerlos aunque sea de manera involuntaria. En algunos países de América Latina -como Colombia, y más recientemente México- algunas bandas delincuenciales han buscado la atención de los medios de comunicación tanto para atemorizar a la sociedad, como para ufanarse de las venganzas que cobran contra integrantes de otros grupos criminales. En esos casos la televisión no siempre tiene el cuidado de no mostrar imágenes o mensajes que les hagan el juego a la perversa exposición mediática que buscan tales criminales.

Qué hacer.
En este como en otros temas, la televisión estaría obligada a nutrir de contexto suficiente los asuntos de los cuales informa. Pero además, en vista de que se trata de temas muy delicados, podría haber un cuidado adicional tanto para no atemorizar gratuitamente a la sociedad, como para no ser cómplice involuntaria de las expectativas de los grupos criminales.

En noviembre de 1999, a iniciativa de la Facultad de Comunicación y Periodismo de la Universidad de La Sabana en Bogotá, los directivos de tres docenas de medios de comunicación suscribieron un Acuerdo por la discreción en donde quedaron establecidos los siguientes seis compromisos:
1. El cubrimiento informativo de actos violentos -ataques contra las poblaciones, masacres, secuestros y combates entre los bandos- será veraz, responsable y equilibrado. Para cumplir con este propósito, cada medio definirá normas de actuación profesional que fomenten el periodismo de calidad y beneficien a su público.
2. No presentaremos rumores como si fueran hechos. La exactitud, que implica ponerlos en contexto, debe primar sobre la rapidez.
3. Fijaremos criterios claros sobre las transmisiones en directo, con el fin de mejorar la calidad de esa información y evitar que el medio sea manipulado por los violentos.
4. Por razones éticas y de responsabilidad social no presionaremos periodísticamente a los familiares de las víctimas de hechos violentos.
5. Estableceremos criterios de difusión y publicación de imágenes y fotografías que puedan generar repulsión en el público, contagio con la violencia o indiferencia ante ésta.
6. Respetaremos y fomentaremos el pluralismo ideológico, doctrinario y político. Utilizaremos expresiones que contribuyan a la convivencia entre los colombianos.


Extraído de
Televisión y educación para la ciudadanía
Raúl Trejo Delarbre

lunes, 19 de marzo de 2012

La televisión pregona versiones oficiales o sesgadas por conveniencias corporativas.

En los últimos años asistimos, en muchos países de Iberoamérica, y también de otros lugares, a una batalla muy dura, por el control de la información. Muchas veces son los medios concentrados, los que tienen capacidad de “fijar agenda”, instalando los temas acordes con sus intereses. Además de leyes que democraticen la propiedad de los medios, necesitamos una amplia “Alfabetización audiovisual”. Los siguientes párrafos tratan sobre los temas que pregona la televisión.



Cuando no hay exigencia social suficiente ni competencia entre distintas empresas televisoras, las estaciones que dominan el panorama mediático suelen mimetizarse con el interés del poder político. En ausencia de un pleno mercado comunicacional en donde tengan que mejorar su desempeño profesional para conservar o encontrar televidentes, los propietarios y operadores de las televisoras se limitan a ofrecer versiones oficiales de los acontecimientos públicos. Así sucede cuando a esas empresas les parece más conveniente contemporizar con el gobierno y/o con otras instituciones del Estado -el Congreso, el Poder Judicial, los partidos políticos, etcétera- antes que mostrar versiones originales de los hechos en los que se encuentran involucrados esos actores institucionales.

La independencia respecto de otros poderes es indispensable para un comportamiento auténticamente profesional de los medios de comunicación. Cuando no existe, los ciudadanos no pueden obtener en los medios la información suficiente y fidedigna que requieren acerca de los temas públicos que les interesan. La cultura cívica encuentra una de sus limitaciones más notorias en los sesgos que el interés comercial, o la conveniencia política, imponen al tratamiento de los asuntos públicos en el medio de mayor audiencia que es la televisión.

Qué hacer.
En condiciones distintas a las antes señaladas, con independencia y profesionalismo, la televisión podría ser un formidable instrumento tanto para observar, evaluar e incluso indagar al poder político. Los medios de comunicación, cuando tienen y quieren tener libertad suficiente, pueden investigar y develar errores y excesos del poder.

No es frecuente que la televisión asuma un papel activo en esas tareas. La investigación periodística acerca del funcionamiento de las instituciones políticas y el desempeño de quienes las encabezan, por lo general está a cargo de la prensa escrita. La trama del Watergate que desembocaría en la renuncia del presidente estadunidense Richard Nixon, fue indagada en 1972 por los reporteros de un diario —The Washington Post— y sólo paulatinamente encontró eco en los medios electrónicos. El formato conciso y llano de la televisión no es el más propicio para el periodismo de investigación, cuya exposición requiere de tiempo y espacio suficientes para ofrecer datos, antecedentes, entorno y peculiaridades de un acontecimiento. Sin embargo hay casos de buen periodismo de investigación tanto en televisoras públicas europeas —destacadamente, la BBC británica— como en la televisión comercial de Estados Unidos.


Extraído de
Televisión y educación para la ciudadanía

domingo, 11 de marzo de 2012

La televisión erosiona fácil y contundentemente la imagen de figuras públicas.

Vivimos en una época donde los personajes públicos tienen, muchas veces, imágenes negativas. Algunos de ellos parece no importarles, ya que su objetivo era lograr “un minuto de fama”. Lo cierto es que la televisión manipula las imágenes de las personas, “vendiendo” algo que es casi siempre falso. A continuación, publico reflexiones sobre el tema.



La televisión tiene una gran capacidad para revelar y denunciar errores y arbitrariedades de los gobernantes. Pero también la tiene para lastimar e incluso destruir famas públicas de manera en ocasiones gratuita. Si alguien en televisión dice mentiras acerca de un personaje político y si esas acusaciones son falsas, por mucho que el afectado se esfuerce para aclarar tales infundios la duda habrá quedado sembrada entre los televidentes.

Las calumnias pueden propalarse en cualquier medio de comunicación. Pero dichas en un formato en donde son tan frecuentes los veredictos tajantes, apoyados sólo en afirmaciones retóricas pero no necesariamente acreditados con pruebas, las imputaciones falsas pueden tener credibilidad para muchas personas. Con la misma facilidad con que hay quienes dicen que tal actriz de telenovela se pinta el cabello o que aquel futbolista se compró un Ferrari aunque ninguna de esas dos afirmaciones sea cierta, en ocasiones hay quienes acusan a personajes políticos de acciones que nunca cometieron.

La mala fama que los propios políticos se han encargado de cultivar y que parece endémica en todo el mundo, juega en contra de su credibilidad. Pero la televisión, sobre todo cuando difunde contenidos relacionados con los asuntos públicos, refuerza esos prejuicios contra la clase política. Su tarea debería ser informar con precisión, debatir a partir de hechos y argumentos y contribuir de esa manera a la decisión razonada de los ciudadanos.

Qué hacer.
Lo primero que los ciudadanos pueden hacer es tomar en cuenta la información de varios medios de comunicación cuando quieren tener una apreciación completa de los asuntos públicos. Por lo general, si no es en otra televisora, el personaje público afectado por lo que se dice de él en un canal de televisión podrá difundir su propia versión en la radio o en un periódico. Lo segundo sería tomar con precaución las afirmaciones ligeras, que a veces en televisión parten de la confusión entre la información y el espectáculo. Lo tercero sería que los afectados por versiones incompletas o falsas le reclamaran a la televisión espacio para hacer aclaraciones. Pero ese es otro tema y de él nos ocuparemos más adelante.

Extraído de
Televisión y educación para la ciudadanía

sábado, 3 de marzo de 2012

La televisión y los videojuegos pueden dañar lo aprendido en la escuela

Los medios audiovisuales y digitales, como la televisión y la computadora, constituyen un nuevo medio para obtener aprendizajes ¿Compiten con la Escuela? ¿La obstaculiza? El siguiente artículo, extraído del Science Daily trata el tema.
  



La observación de imágenes bidimensionales como las de los videojuegos provocan cambios en las conexiones neuronales del cerebro. Un estudio muestra que la experiencia concreta no es necesaria para aprender, y que la exposición a contenidos "virtuales" puede interferir con el aprendizaje.

El profesor Denise Manahan-Vaughan y Anne Kemp del Departamento de Neurofisiología de la Universidad de Ruhr, en Bochum, Alemania, estudiaron los efectos persistentes que generaba en ratas la exposición a ambientes virtuales, lo que les permitió demostrar que la experiencia real y concreta no es imprescindible para alcanzar el aprendizaje.

"Estos resultados nos ayudan a comprender hasta qué punto el aprendizaje digital en el cerebro compite con el aprendizaje en un ambiente físico", comenta Manahan-Vaughan. "Es interesante para desarrollar estrategias que aprovechen los medios digitales en la escuela. Semejantes estrategias pueden convertirse en un útil antídoto contra la apatía de los niños frente a los métodos tradicionales de enseñanza".

"Los maestros, en especial aquellos en los niveles iniciales, detectan que cada generación de alumnos posee un nivel de atención cada vez más limitado, y su capacidad de retención es siempre menor que la de generaciones previas", comenta Manahan-Vaughan.  "Una explicación es el creciente uso de medios digitales por parte de los alumnos. Nuestros resultados muestran que los mamíferos pueden aprender igualmente si son expuestos a información pasiva en la pantalla de una computadora, o si exploran activamente el medio ambiente en busca de información".

De este modo, "la televisión y los videojuegos compiten extracurricularmente con la información aprendida en la escuela", concluye Manahan-Vaughan.


Fuente: Science Daily


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