viernes, 8 de junio de 2012

El espíritu crítico, condición indispensable en la formación de los alumnos.

¿Qué hacer frente a la permanente actividad de la televisión? ¿Qué respuesta tenemos ante disyuntiva? ¿Reflexión crítica o hipnosis? ¿Cuál debe ser la actitud de la escuela? Los siguientes párrafos reflexionan sobre el tema.



La escuela ha de ser consciente de la necesidad, posiblemente más acuciante en los tiempos actuales, de formar alumnos y ciudadanos con capacidad para el análisis crítico, no sólo en relación con los medios de comunicación. Hacia ese objetivo han de ir dirigidos muchos esfuerzos de la actividad docente.

Como ha advertido Ismar de Oliveira, el sentido crítico no se enseña, es una cualidad que se aprende desde la práctica misma. De aquí que el papel del educador sea el de propiciar un espacio donde cada actor del hecho educativo se convierta en un protagonista comprometido con su propio proceso. Para los autores clásicos, el espíritu crítico conduce al hombre a rechazar cualquier afirmación dogmáticamente impuesta o arbitraria, así como cualquier conclusión precipitada. Ortega y Gasset aludió a esta esencial cualidad y capacidad en su obra sobre la misión de la Universidad, al reivindicar la primacía de enseñar a aprender antes que transmitir lo que se sabe y al abogar por el cultivo del espíritu crítico, que es, para el autor, estimular el interés de la persona en el conocimiento.

La consecución de ese espíritu crítico no sólo es una cualidad deseable, sino indispensable para que el alumno sea capaz de pensar por sí mismo, de ser autónomo e independiente. Ese sentido permite también cuestionar con argumentos, realizar propuestas creativas de diverso orden y sacar más partido a las propias capacidades generales.

Por eso es tan importante trabajar para conseguir esa meta al abordar la realidad de los medios de comunicación audiovisual, si bien es un equipaje deseable para cualquier faceta de la vida. La educación en comunicación ha de empezar por conseguir un consumo racional y crítico de los medios audiovisuales, objetivo de especial interés para los alumnos de menor edad o con mayores dificultades de aprendizaje.

Ferrés ha apreciado que “si se comparan los efectos de la lectura y del visionado de la televisión se observa una curiosa paradoja: mientras sólo suelen aficionarse a la lectura aquellos que saben leer, la mayor adicción a la televisión suele producirse en aquellos que no dominan su lenguaje. Mientras el riesgo de una influencia negativa de las lecturas lo corren sólo aquellos que saben leer, con la televisión ocurre lo contrario: cuanto menor es el conocimiento de los códigos, mayor es el riesgo de una influencia negativa. La televisión produce sus mayores efectos socializadores en las capas sociales y culturales más débiles. En consecuencia los niños son una de las presas más fáciles e influibles del medio. Y la falta de educación incrementa el riego de manipulación”.

Ramonet está de acuerdo en que los más vulnerables son quienes cuentan con una menor “defensa cultural”. “La televisión predispone a la hipnosis, de manera que tiende a favorecer actitudes acríticas. Educar para la reflexión crítica supone ayudar a tomar distancias respecto a los propios sentimientos, saber identificar los motivos de la magia, comprender el sentido explícito e implícito de las informaciones y de las historias, y, sobre todo, ser capaces de establecer relaciones coherentes y críticas entre lo que aparece en la pantalla y la realidad del mundo fuera de ella”.

En 1977 Umberto Eco escribió: “La civilización de la imagen se salvará únicamente si hace del lenguaje de la imagen una provocación a la reflexión crítica, no una invitación a la hipnosis”.
Son muchos los profesionales de la comunicación que reconocen que la impostura está demasiado frecuente en el trabajo informativo, propio o ajeno. “La televisión es la única profesión en que la palabra engaño es parte inseparable del vocabulario. Creo que es alarmante el que muchas veces, para que se mantenga el hilo de la narración audiovisual y para que se recree la supuesta secuencia de los acontecimientos se recurra al engaño”, según el antiguo productor de televisión Philip Whitehead. “Calculo que habré preparado aproximadamente el 85 por 100 del total de mis fotografías. No me preocupa en absoluto, comentó el fotógrafo de The Sun”.

No olvidemos, por citar otro ejemplo, que hay programas de radio y de televisión en los que algunos de los testimonios que se presentan como reales corresponden a agencias que contratan a actores que encarnan a presuntos ciudadanos comunes que cuentan sus historias más o menos insólitas, truculentas o impúdicas. La mayoría de los oyentes y telespectadores, una parte muy significativa de la audiencia, en sintonía lógica con su forma de acercamiento a los medios y según su valoración y su relación con ellos, no se pueden ni imaginar que en ocasiones se trate de algo preparado que se hace pasar por real con indiscutible eficacia y credibilidad.



Extraído de
TESIS DOCTORAL
AUTOR: JUAN-FRANCISCO TORREGROSA CARMONA
DIRECTOR: DR. LUIS-MIGUEL MARTÍNEZ FERNÁNDEZ



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