lunes, 17 de octubre de 2011

Prensa, poderes y democracia

Si pensamos en los “poderes” de hoy ¿Quién tiene capacidad de imponer su voluntad? ¿Es válida la división de poderes republicanos? ¿Es la prensa el “cuarto poder? ¿Cuál es "la verdad"? ¿Cuándo un hecho se considera verdadero? ¿Qué papel juega la televisión?

La relación entre la prensa y el poder es objeto de debate desde hace un siglo, pero sin duda cobra hoy una nueva dimensión. Para abordar el problema hay que empezar por plantear la cuestión del funcionamiento de los media y, más concretamente, de la información.

Ya no se pueden separar los diferentes medios, prensa escrita, radio y televisión, como se hacía tradicionalmente en las escuelas de periodismo o en los departamentos de ciencias de la información o de la comunicación. Cada vez más, los media se encuentran entrelazados unos con otros. Funcionan en bucles de forma que se repiten y se imitan entre ellos, lo que hace que carezca de sentido separarlos y querer estudiar uno solo en relación con los otros.

Por lo que respecta al poder, él mismo atraviesa una crisis, en el sentido más amplio del término. Constituye, incluso, una de las características de este fin de siglo. Hay crisis y, finalmente, disolución o incluso dispersión del poder, lo que hace que difícilmente podamos determinar dónde se encuentra realmente.

Se ha repetido mucho, y durante mucho tiempo, que la prensa - o la información en un sentido más amplio - era el cuarto poder. Se decía esto para oponerla a los tres poderes tradicionales definidos por Montesquieu, y se precisaba: la prensa es el poder que tiene como misión cívica juzgar y calibrar el funcionamiento de los otros tres. Pero la prensa, los media, la información ¿Constituyen todavía el cuarto poder? En la práctica se da, cada vez más, una especie de confusión entre los media dominantes y el poder (en todo caso el poder político) y esto hace que no cumplan la función de «cuarto poder».

Por otra parte, cabría preguntarse cuáles son realmente los tres poderes. Ya se aprecia que no son precisamente los de la clasificación tradicional: legislativo, ejecutivo, judicial. El primero de todos los poderes es el poder económico. Y el segundo ciertamente es el poder mediático.

De forma que el poder político queda relegado a una tercera posición. Si se quisiera clasificar los poderes, como se hacía en los años veinte y treinta, se vería que los media han ascendido, han ganado posiciones y que hoy se sitúan, como instrumento de influencia (que puede hacer que las cosas cambien) por encima de un buen número de poderes formales.

Este hecho hace que sea necesario reflexionar sobre la información. ¿Cómo funciona? ¿A qué estructuras responde? Y estas estructuras de funcionamiento, estas figuras de expresión, esta retórica, ¿han sido siempre así? La revista francesa Télérama publicó recientemente un sondeo que demuestra que, desde hace tiempo, existe una desconfianza, una distancia crítica que los ciudadanos sienten, cada vez más, respecto a algunos media.

Y en particular, desde hace algunos años, sobre todo desde la guerra del Golfo, respecto a la prensa escrita y la televisión, por la forma en que funcionan respecto a cierto tipo de acontecimientos. La radio conserva, hasta el momento, un cierto margen de confianza, a pesar de todo. Sobre la prensa escrita se ha hecho un gran trabajo de educación, en particular en los centros escolares, y si uno se toma la molestia de estudiarla a menudo descubre un puñado de horrores. Con respecto a la televisión, y a pesar de lo que se dice, también se ha aprendido, cada vez más, a analizar las imágenes y se acaban por desvelar críticamente... Y además, existen los magnetoscopios que graban. Mientras que la radio es el único media que no deja huellas.

Esto no quiere decir que no existan los magnetófonos, pero ¿quién graba los diarios hablados de las distintas cadenas y emisoras? La impresión general es que el trabajo de la radio resulta globalmente más profesional. Pero cuando se mira de cerca se encuentran tantos motivos de recelo como en los otros dos. Esta desconfianza respecto a los media es relativamente nueva.

El citado sondeo de Télérama se viene haciendo desde hace veinte años y si se analiza su evolución se observa que prácticamente desde su creación hasta finales de los años ochenta no existía globalmente desconfianza hacia los media. A la pregunta «Si respecto a un mismo acontecimiento la prensa escrita, la radio y la televisión, dicen cosas diferentes, ¿a cuál de los media cree usted más?», las respuestas más numerosas eran regularmente para la televisión. Por otra parte, todavía no hace mucho tiempo que la prensa escrita estaba dotada de una capacidad para revelar las disfunciones de la política lo que, en ocasiones, resultaba totalmente espectacular.

El asunto Watergate demuestra muy bien cómo dos periodistas menores, Woodward y Bernstein, de un periódico ciertamente serio pero en absoluto dominante en su país, el Washington Post, pudieron hacer caer al hombre más poderoso de la tierra, el presidente de Estados Unidos. Por eso subsistía la capacidad de la prensa para ser radical en su voluntad de decir la verdad o de contar hechos extremadamente duros para los gobiernos.

La mayor parte de los periódicos, en todo el mundo y en particular en los grandes países desarrollados y democráticos, intentaron imitar ese tono, ese estilo periodístico, puesto de relieve durante el asunto Watergate. Durante mucho tiempo se admitió la idea de que los periodistas, armados de la verdad, podían oponerse a sus dirigentes, y se recobraba el espíritu de las películas de Capra de los años treinta, o el espíritu del cuarto poder. ¡Cuántas películas se han hecho con un periodista como protagonista principal! Cabe incluso recordar que Superman es un periodista, y Tintín también. ¿Por qué se ha hundido todo esto? ¿Por qué se pasó, a mediados de los años setenta, de una especie de glorificación del periodista, convertido en el héroe de la sociedad moderna, a la situación actual en que el periodista se lleva la palma de la infamia? ¿Por qué fases se ha discurrido?

Creo que han intervenido consideraciones de diferentes órdenes. Hay aspectos de orden tecnológico, de orden político, de orden económico y de orden retórico. El momento de inflexión de este fenómeno, de este cambio en la filosofía de la información, se sitúa en ese año de todos los acontecimientos que es 1989. Al menos se percibe entonces. Aunque es posible que comenzara antes, que se hubieran dado ya elementos anunciadores. Por otra parte, esta nueva concepción de la información hace que hoy exista un concepto cada vez más importante y al mismo tiempo cada vez más equívoco, el de la verdad. ¿Dónde está la verdad? Se podrá decir: yo vi lo que pasó en Rumania, vi esas batallas, esos combates, etc. ¿Cómo es posible? Pues porque esta concepción de la información plantea un camino que conduce a un efecto equívoco.

En el momento en que asisto a una escena que suscita mi emoción ¿dónde está la verdad? ¿En las circunstancias objetivas que rodean a esta escena como acontecimiento y como hecho material, o en el sentimiento que experimento? ¿Qué es lo verdadero? ¿Las circunstancias que hacen que se produzca ese acontecimiento o las lágrimas que caen de mis ojos y que son, realmente, materiales y concretas? Y, además, como mis lágrimas son verdaderas yo creo que lo que he visto es verdadero. Y resulta evidente que se trata de una confusión que la emoción puede crear a menudo y contra la cual es muy difícil protegerse. Este universo que ha creado tal nivel de confusión concede a la televisión el papel de piloto en materia informativa. Obliga a los otros media a seguirla o a tomar distancia, pero, en todo caso, a situarse respecto a la televisión.

Ya hacia finales de los anos ochenta la televisión, que era el media dominante en materia de diversión y ocio, se convirtió también en el primero en materia de información. La mayoría de las personas se informan, esencialmente, por medio de la televisión. La televisión tomó, pues, la dirección de los media y ejerce su hegemonía, con todas las confusiones que provoca respecto al concepto de actualidad. ¿Cuál es la actualidad hoy? Es lo que la televisión dice que es actualidad. Y aquí aparece otra confusión respecto a la verdad. ¿Cómo podría definirse la verdad? Hoy la verdad se define en el momento en que la prensa, la radio y la televisión dicen lo mismo respecto a un acontecimiento. Y sin embargo, la prensa, la radio y la televisión pueden decir lo mismo sin que sea verdad.

Autor
Ramonet Ignacio
La Tiranía De Las Comunicaciones


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