Hablamos con Rosa María Calaf, la reportera más veterana de nuestro país
con 37 años en TVE a sus espaldas. Corresponsal en Nueva York, Moscú, Buenos
Aires o Pekín, su trayectoria le ha permitido darse cuenta de que "la
mujer está discriminada en todas las culturas".
Sobre el 8M reivindica que "dejemos claro que estamos hablando de
derechos y de igualdad de oportunidades. Esta no es una lucha de las mujeres
para las mujeres".
Pionera, humilde y
enérgica hasta la médula. Rosa María Calaf lleva desde los 15 años haciendo lo que no se espera que haga.
Siendo adolescente en los años 50, pasó veranos en Francia o Estados Unidos.
Aquellas salidas le permitieron conocer que "fuera de aquella España
oscurantista, represora, gris y terrible de la dictadura, las cosas eran
diferentes". Pronto supo que quería hacer carrera diplomática.
Empezó a estudiar
Derecho, en una facultad donde una de las primeras batallas que libró junto a
sus escasas compañeras fue poder "ir en pantalones". Se apuntó
también a periodismo en la incipiente Escuela Oficial de Barcelona. Daban clase
en un piso de la Rambla. Un lugar en el que "el profesorado era en general
muy afín al régimen", recuerda.
Con algo de suerte
y mucho empeño, Calaf consiguió la oportunidad de entrar en TVE en 1970. Allí
fue donde se dio cuenta de lo que quería hacer: ser reportera internacional y
corresponsal. Por supuesto, lo consiguió. Así lo corroboran sus estancias en Nueva
York, Moscú, Buenos Aires, Roma, Viena, Hong Kong y Pekín. Antes, eso sí, tuvo
"que pelear los espacios cada día, y reportaje a reportaje".
Su talento y lucha
le han convertido en una de las grandes referentes del reporterismo en nuestro
país y ahora, a sus casi 75 años, sigue siendo una "trotamundos" que
inyecta fuerza con cada una de sus palabras.
¿Cómo fue la prueba
con la que consiguió entrar en TVE?
Salí convencida de
que no me iban a coger, por ir de subversiva. Dije que quería hacer televisión
porque creía que los medios eran importantes para la sociedad, y también porque
pensaba que no había ninguna razón por la que hubiera programas para hombres y
para mujeres, cuando a las mujeres nos interesaban exactamente los mismos
temas. Y además, que nosotras podíamos hacerlos: política, economía, etc. Tiene
su gracia, porque entré con mi mensaje de género y una de las primeras cosas
que me hice fue un desfile de moda.
En más de una
ocasión ha defendido que el periodismo es un pilar fundamental para construir
modelos y sociedad. ¿Qué poder ejerce sobre la lucha por la igualdad?
Una sociedad
democrática de calidad y una sociedad libre sólo puede serlo a base de tener
conocimiento. Y el conocimiento se adquiere con la educación y la información.
Una información rigurosa, comprometida, honesta, plural, que te permita
formarte una opinión con la que después vas a tomar decisiones.
Cualquier tema que
implique la lucha por derechos, como la igualdad, tiene que ver con qué tipo de
periodismo hagamos, qué tipo de información proporcionamos a la sociedad para
combatir los modelos que van en detrimento, frenan y cercenan el ejercicio
pleno de la igualdad de todas las personas. De lo que haga el periodismo y
cómo se haga la información dependerá muchísimo que las sociedades avancen o
no. Es esencial al derribar estereotipos, penetrar silencios, visibilizar lo
invisible y contar lo que se calla.
¿En qué punto diría
que se encuentra ahora el periodismo?
La situación actual
del periodismo responde a lo que está pasando en general. Hay serios retrocesos
en derechos obtenidos, acompañados de mensajes que van en su detrimento.
Lógicamente esto implica que haya un caballo de batalla de esas fuerzas,
contrarrevoluciones que tienen que ver con la lucha por la igualdad de
género.
Aun así, hemos
avanzado muchísimo desde que yo empecé, en número; pero en calidad de los
espacios conseguidos mucho menos. No estamos en la proporción que deberíamos en
espacios de opinión o de dirección dentro del mundo mediático. Esto es una
anomalía. Tiene que ver con que algunos no entienden que esta es una lucha por
aprovechar los talentos, las capacidades y los esfuerzos de todos; y no de solo
la mitad. Y no que por nacer con un sexo determinado esté marcado que uno tiene
que estar por encima del otro.
¿Qué papel
desempeña hoy en día la mujer en televisión?
Generalizar es
siempre injusto y peligroso, pero la tendencia es que la situación de la mujer,
de nuevo, no avanza con el ritmo lógico que debería. Sobre todo en el ámbito
visual, se está retrocediendo al considerar a la mujer un objeto de deseo, a
poseer. Pero no un sujeto a respetar y a imitar. Esto es lo que más cuesta que
cambie. Hay muchísimas prácticas de seguir considerando y colocando a la mujer
en un papel secundario, un papel de uso y no de protagonismo. De no reflejar la
realidad. De seguir sobrevalorando lo masculino e infravalorando lo
femenino.
La mujer es un
pilar fundamental en la construcción social. Si avanzan las mujeres, avanzan
las sociedades. Por lo tanto, esto no es algo que interese solo a las mujeres o
que sea 'cosa de mujeres'. Es 'cosa de personas' y de querer que se beneficie
todo el mundo. Una sociedad que cuente con todos va a ser siempre mejor que una
que cuente con la mitad.
¿Por qué se está
dando este retroceso? ¿Qué debe cambiar para que la situación mejore?
Ha ocurrido siempre
en la historia de la humanidad. Siempre que hay un avance, algunos lo ven como
un perjuicio. Esto deriva en que hay una reforma y una contrarreforma. Se
consiguen una serie de logros, y aparecen fuerzas que los quieren
frenar. Hay un momento en el que se dice: "¿qué más queréis? Tenéis
acceso a la universidad, al mundo laboral, podéis entrar y salir, viajar solas,
etc. Ya está conseguida la igualdad". Pero no es verdad. Está conseguida
sobre el papel, pero no en el imaginario colectivo.
Esto significa que
hay que educar en igualdad, a pesar de las resistencias que no quieren una
sociedad igualitaria porque consideran que les perjudica. Buscan cualquier tipo
de falacia para llevarse el agua a su molino. Se desvirtúa lo que es la lucha
feminista, se ridiculiza y desacredita con distintos métodos. No quiero una
sociedad mandada solo por mujeres, pero es que tampoco quiero una mandada solo
por hombres.
A menudo surge el
debate de qué hacer con las burradas que lanzan, entre otros, determinados
partidos políticos de extrema derecha. ¿Debemos "informar" sobre
ellas o sería mejor no nos hiciéramos eco de nada?
Es complicado
porque no creo que haya una fórmula. Hay que ponerlas en el estricto valor que
tienen. Depende de quién lo diga y cómo lo diga no hay que hacer caso porque es
lo que se busca. Hacer ruido y que ese ruido se oiga. Si el ruido no se
amplifica, ahí se queda. Esto ahora con las redes es muy difícil, porque al
igual que la tecnología es una herramienta magnífica de conocimiento y de
desenmascarar mentiras, al mismo tiempo lo es de instalarlas. Hay que
contrarrestar con buena información y datos; y nunca repetir lo que se dice
porque entonces sí que les estás dando el espacio que quieren.
Y sobre todo, hay
que eludir el enfrentamiento por el enfrentamiento porque ya es bastante grave
la cultura del enfrentamiento que se ha generado, y esta especie de
perfeccionamiento de la discordia permanente. Es muy nocivo. No se puede estar
creando sociedad siempre en negativo. Hay que darle la vuelta. Estamos en un
momento complicado para adaptar unas prácticas que se están extendiendo mucho,
que calan porque es un caldo de cultivo de una educación muy precaria y
educación democrática deficiente.
Habiendo sido
durante tantos años y países corresponsal, ¿con qué problemas se ha encontrado
por el hecho de ser mujer?
Me he encontrado
con muchísimas más dificultades que si hubiera sido hombre. Para empezar, me
costó más años poder llegar a serlo; y [refiriéndose a todas las compañeras]
tuvimos y tenemos que demostrar nuestra capacidad permanentemente. Cuando hay
un nombramiento de una mujer, por ejemplo, siempre es algo cuestionable. En el
caso contrario, no.
También ha
dependido del lugar en el que estuviera destinada. No es lo mismo trabajar en
China que en Estados Unidos. En países fundamentalistas y tremendamente patriarcales
tenía mucha más dificultad para trabajar, para acceder a entrevistas porque
muchas veces no querían hablar contigo. Además de la dificultad de no poder
entrar en determinados lugares, de verte obligada a vestir de formas precisas y
generalmente humillantes para una mujer libre.
La dificultad se
acrecentaba en zonas de riesgo, en los que ser mujer era un riesgo añadido al
que corría un compañero varón. En el caso de las mujeres, siempre se sexualiza.
Recuerdo que en Centro América me dijeron que a los hombres los matan por lo
que hacen por ser periodistas, a las mujeres nos matan por lo que somos, y
primero nos violan.
¿Y como ventaja?
Por contra, ha sido
una ventaja para poder moverte y entrar en el mundo de las mujeres. En la
esfera femenina es donde realmente te enteras de la vida diaria y ves lo que
pasa en la sociedad. Te permite entender. En la otra parte, muchas veces te
queda con la versión oficial, con lo que se quiere que sepas. En lugares de
violencia y abuso extremo contra las mujeres, es más fácil que otra mujer te
cuente lo que le ha sucedido.
Estar en el ámbito
femenino te hace darte cuenta de que la mujer está discriminada en todas las
culturas, reprimida en muchísimos lugares y oprimida en otros muchísimos. Hay
una gradación de la supeditación de la mujer al hombre.
Por desgracia,
usted misma vivió un intento de violación.
Sí, es algo que
solo conté para unos libro que escribían unos colegas, no hablé de ello durante
muchísimos años. Aquello ocurrió en la antigua Yugoslavia [en 1996], muy al
final del conflicto de los Balcanes, cuando ya no había violencia directa. Me
parecía tremendo hablar de mí cuando había habido miles de mujeres violadas y
asesinadas. Me parecía un insulto el remotamente mencionar que yo hubiera
tenido un problema. A mí nadie me obligaba a ir allí. Sabía perfectamente a lo
que me arriesgaba. Sin embargo, ellas estaban allí y no se podían marchar.
Lo importante es lo
que les pasa a las mujeres que viven allí. La sociedad es la que sufre todo
esto y lo sufre muchísimo más que nosotras. Es importante exigir que se proteja
a los periodistas y, por tanto, a las mujeres periodistas en el aspecto que
signifique una sexualización de los ataques. Lo que se no puede aceptar, como
pasó a raíz de las revueltas árabes donde hubo muchos abusos y problemas con
compañeras, es decir que "no hay que mandar a periodistas a lugares".
No perdona, nos ha costado mucho cubrir todo tipo de información y lo que hay
que hacer es exigir responsabilidades. Tener una posición activa para que no
suceda.
Recuerda a
comentarios que se escuchan cuando hay casos de violación y abusos sexuales,
como si la culpa fuera de la víctima casi por salir de
casa.
Es lo que dicen los
que empujan el retroceso. Que si "cómo iba vestida" o es que
"salió noche". Perdone, ¿a que usted también sale de noche y nadie le
pregunta cómo va vestido? ¿Por qué yo tengo que tener miedo? Yo no voy a hacer
nada, a mi me lo van a hacer.
Por último, ¿qué
supone para usted este 8M?
El impulso que dio
el me too es siempre positivo y todo lo
que ha sucedido. De la sentencia de Weinstein a la disculpa con la boca pequeña
de Plácido Domingo. Demuestra que no era una cuestión de cuatro locas que no se
habían enterado de nada, o unas radicales como querían hacer ver. Es un tema
muy profundo, que tiene que ver con un modelo social de abuso y superioridad
injusta de un grupo sobre otro. De normalizar lo que no es normal. Hay que
seguir alerta y seguir luchando porque hay que seguir avanzando. Hay que
impedir que se retroceda.
El único riesgo es
banalizar el mensaje. Que a base de repetir la manifestación acabe siendo una
costumbre y acabe siendo incorporado casi como una moda. No desvirtuemos el
mensaje. Dejemos claro que estamos hablando de derechos y de igualdad de
oportunidades. Esta no es una lucha de mujeres para las mujeres. Es muy
importante que sea también una lucha de los hombres. Es una lucha social por
una mejor sociedad para todos.
Por
Laura García Higueras
Fuente
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