El párrafo precedente se trata de “La oración de un niño”, extraída de un texto de Antonio Pérez Esclarín, de las escuelas Fe y Alegría – Venezuela, nos dirige la atención hacia el aparato de televisión, que efectivamente “forma parte de la familia” en nuestros días.
En función de todo esto, ¿qué rol cumple la televisión en nuestra sociedad, a principios del S XXI?, ¿es en realidad un simple artefacto?, ¿es un entretenimiento?, ¿o algo más?, ¿qué relaciones podemos establecer entre él y la escuela? ¿Produce cambios fundamentales en los televidentes?. Para todos, la televisión con poco más de medio siglo de existencia impone su presencia e influye hasta extremos insospechados.
Siguiendo con Antonio Pérez Esclarín, nos muestra la importancia que ha asumido ese aparato:
La televisión, y en especial la publicidad, tratan de dirigir nuestra conducta en un determinado sentido procurando que seamos lo menos críticos posible, es decir, que aceptemos lo que se nos presenta y obremos como se nos indica. La televisión, más que formar a los individuos (Delval, 2000), los “formatea”, tomando la expresión del mundo de las computadoras…
Así la TV no solamente adormece nuestro sentido crítico, sino que impone una determinada manera de ver el mundo, y a su vez, impide la adopción de otra alternativa, cortándole todo tipo de libertad, ocupando un lugar central en las familias, convirtiéndolos en seres adaptados a su presencia, con una manera de ser.
Frente a esta realidad, ¿Qué acciones desarrolla la escuela?. Es cierto que en las aulas no se suelen escuchar alabanzas a la televisión, pero tampoco se suele asumir la responsabilidad de formar buenos televidentes, y se la culpa de muchos males que tiene la propia escuela. Se la reconoce como poderosa, pero no se prepara a los alumnos para enfrentarse a ella.
Pero, ¿cómo es la televisión?, ¿porqué influye tan poderosamente? Joan Ferres hace referencia a alguna de las características del medio, resaltando:
- El carácter unidireccional. La persona se realiza en la interacción, y en estos momentos la televisión es un medio unidireccional.
- La hegemonía de la imagen. La lectura de imágenes activa procesos mentales distintos de los que activa la lectura del texto escrito: concreción frente a abstracción, intuición frente a racionalidad, sensación frente a lógica, inmediatez frente a complejidad, dinamismo frente a estatismo, síntesis frente a análisis... Universos mentales distintos…
- La tiranía de las audiencias. Está en la base de la estructura económica del medio y da lugar a otra clase de efectos: el incremento del espectáculo, la marginación de todo lo que resulte excesivamente complejo o árido, la trivialización de toda realidad hasta convertirla en espectáculo…
- La credibilidad de la imagen. Las imágenes resultan mucho más creíbles que las palabras. Ante las palabras se suele ser siempre consciente de que hay un mediador, de que hay alguien que las pronuncia o que las escribió. Se es consciente de que conforman un discurso. Ante las imágenes, en cambio, se tiende a pensar que uno se encuentra ante la realidad, sin mediación, sin discurso....
O sea, que cualquier reflejo de interactividad en la TV es un espejismo y no nos sirve a nuestro desarrollo, ya que es imprescindible un “ida y vuelta”. Una exposición prolongada, especialmente a partir de los primeros años de vida actuaría como obstáculo para el desarrollo de nuestra capacidad deductiva y además debemos tener en cuenta que la televisión reinventa una realidad por su capacidad de manipulación existente en el medio al seleccionar contenidos y recursos, adoptando un determinado punto de vista. Profundizando este costado, nos encontramos que el medio está controlado por los intereses de los sectores dominantes, y son portadores de su ideología.
Siguiendo con la constante apelación a los sentimientos, ayudados por la imagen, tenemos una visión aguda en Givanni Sartori:
El último aspecto de la vídeo-política que trataremos aquí es que la televisión favorece —voluntaria o involuntariamente— la emotivización de la política, es decir, una política dirigida y reducida a episodios emocionales. He explicado ya que lo hace contando una infinidad de historias lacrimógenas y sucesos conmovedores… La cuestión es que, en general, la cultura de la imagen creada por la primacía de lo visible es portadora de mensajes "candentes" que agitan nuestras emociones, encienden nuestros sentimientos, excitan nuestros sentidos y, en definitiva, nos apasionan
Afirma además que la racionalidad humana presupone un lenguaje lógico, no solo el emotivo, y un pensamiento abstracto que se desarrolla deductivamente, y es precisamente este aspecto humano que está siendo atacado profundamente, más que nunca provocando la aparición de un nuevo hombre, que duda o siente rechazo ante una demostración lógica o una deducción racional, pero está fortalecido en el sentido de ver y de fantasear.
Ante toda esta situación, para encontrar soluciones que aunque sea disminuyan los efectos señalados, hay que empezar siempre por la toma de conciencia. Y debemos reaccionar con la escuela y en la escuela. Dice Sartori, “La costumbre consiste en llenar las aulas de televisores y ordenadores. Y deberíamos, en cambio, vetarlos (usándolos sólo para el adiestramiento técnico, como se haría con un curso de mecanografía). En la escuela los pobres niños se tienen que "divertir". Pero de este modo no se les enseña ni siquiera a escribir y la lectura se va quedando cada vez más al margen. Y así, la escuela consolida al vídeo-niño en lugar de darle una alternativa”.
En resumen, la TV provoca la aparición de un humano distinto, con menos capacidad de deducción, alejado de la lectura, lo que también dificulta la adaptación al medio escolar. En materia política favorece la aparición de líderes carismáticos, ya que la emotivización nos oscurece las relaciones democráticas, y además es portadora de ideologías elitistas, al ocultarnos la realidad.
Propone Sartori una fuerte restricción al uso de la TV, ¿será esta una opción retrógrada?, ¿o vanguardista?