Vivimos en sociedades
con profundas desigualdades ¿Los fenómenos que producen los medios de
comunicación son neutrales? ¿No tienen nada que ver con la desigualdad? ¿En qué consiste el poder de los medios? ¿Transmiten
o crean subjetividades? ¿Quiénes indican de qué manera “vivir la vida”? ¿Qué
ideologías implican las novelas y los noticieros? En las escuelas ¿Qué valores
sostiene el “currículum oculto”? ¿Se trata de neutralidad o reproducción del
status quo? ¿Cómo reorganizar la Educación?
Los anuncios, la
música, las imágenes de la radio- difusión y la televisión van, como una gota
de agua permanente sobre una piedra por dura que ésta sea, penetrando en los
radioyentes y televidentes hasta conformarlos a su medida. Un doble instrumento
educativo que todos tenemos en nuestros hogares, por pobres que ellos sean, que
va creando, quizá sin darnos cuenta, un determinado tipo de hombre…
(Leopoldo Zea)
Este ensayo es una aproximación teórica que busca conocer y
analizar el escenario de la ideología mediática dominante en México, y su
posible relación con la estructuración de la desigualdad social. En el
reconocimiento de que la neutralidad política en los fenómenos sociales es una
contradicción lógica, es importante indagar sobre el rol que desempeñan los
actores sociales en la dinámica emergente de la construcción social de la
realidad, pues es a partir de la revisión constante de los discursos mediáticos
y educativos que dominan las representaciones sociales de nuestra época, que
podemos constituir mecanismos conceptuales para abordar su complejidad y
develar así, sus funciones políticas en el entramado multiforme de nuestra
sociedad.
Es bien conocido que una de las demandas más importantes
para el desarrollo social por parte de la ciudadanía latinoamericana, ha sido
la consolidación democrática como parte fundamental de la distribución justa
del poder y así del resarcimiento de las profundas desigualdades económicas,
cuestión que hasta el día de hoy, no ha sido satisfecha:
En la mayor parte de los
países latinoamericanos se han introducido profundas reformas en los órdenes
económicos y político-institucionales. El balance de estas reformas en términos
de reducción de pobreza y mejoras en la distribución de ingresos no ha sido,
hasta ahora, satisfactorio. (Sequín, 1997)
Este rezago, entonces, ha implicado mayores exigencias
ciudadanas hacia la apertura de espacios para la participación social. En el
proceso subyacente a esta urgencia, han nacido también intrincados y diversos
debates sobre el planteamiento de nuestra identidad cultural, y a partir de
ellos, el análisis sobre la influencia que puede ejercer la presencia de
diversas realidades en el espacio mediático en el que circunda la vida social.
Según el crítico cultural Giroux, “el poder de los medios para construir formas particulares de
subjetividades y de ciudadanos reside en su capacidad para restringir el poder
de otras consideraciones e imágenes, opcionales, en cuanto a lo que significa
el ser un ciudadano”. Surge así un cuestionamiento particular del discurso
mediático, sobre el grado de influencia y sus consecuencias sobre el imaginario
social, al grado en que diversos investigadores proponen que su poder de
influencia ha desplazado o por lo menos compite con el de la educación formal.
Problematización de
la ideología dominante y de su relación con la desigualdad social
Quisiera en este contexto hacer una diferenciación
conceptual que nos permita extrapolar una definición de ideología útil para
situar esta investigación. Según Villoro, el concepto de ideología supone un
conjunto de creencias y actitudes que son condicionadas por grupos sociales o por
las fuerzas de producción que prescriben reglas de comportamiento a los
integrantes de tal grupo. Su concepción estricta supone que la diferencia básica
entre ideología y conocimiento, es que la ideología no está suficientemente
justificada en razones válidas y que tiene la función de conservar el poder en
ese grupo. Para justificarse, las ideologías utilizan argumentos de autoridad,
tradiciones, prejuicios o convenciones, pues su razón no resiste la
argumentación crítica. Por ello propone Villoro que existen dos formas de
pensamiento:
El pensamiento
reiterativo confirma las relaciones sociales existentes, mantiene la
continuidad y el orden. El pensamiento disruptivo establece la diferencia,
postula un ordenamiento racional, su tarea es labrar en la realidad existente,
otra. Podríamos llamar a esa forma de pensamiento "constructiva".
Quien construye con la materia una nueva realidad no repite su forma, tampoco aniquila
el material que utiliza, lo conserva, potencia sus cualidades, para transformar
su estructura conforme a un nuevo proyecto.
La forma de pensamiento de la ideología mediática, entonces,
es la reiterativa, en el sentido de que busca perpetuar y reforzar las formas
establecidas y dominantes del poder sobre cómo entender el mundo. Pregona así
la acriticidad, el univocismo y la apatía. La ideología mediática perpetúa el status
quo de la ideología política.
Dentro de los medios, la televisión ha cobrado especial
importancia, y representa la vía mediante la cual circulan programas elaborados
en realidades culturales ajenas y por tanto reforzadoras de intereses ajenos a
los nuestros. Hacia 1980, Beltrán y Fox, en la síntesis de los resultados de una
serie de estudios de diversas partes del mundo, descubrieron que en
Latinoamérica, por lo menos dos terceras
partes del tráfico de noticias relativas a la región, provienen de agencias
norteamericanas de información, y que en México, de 170 agencias
publicitarias existentes en el país, sólo cuatro son de manos mexicanas, y las
demás norteamericanas. El mismo documento reveló que la mayoría de los estudios
sobre mercadeo y opinión pública en Latinoamérica los llevan a cabo firmas de
Estados Unidos, así como que más del 50% de las películas cinematográficas, una
tercera parte de los programas televisivos, gran parte de la música y libros
que se transmiten o distribuyen en la región, son importados de Estados Unidos.
Tal cuestión, de manera fundamentada, tiene visos de ser una especie de
neocolonialismo mediático.
La programación televisiva, específicamente la producida en
México, tampoco ha sido la
excepción. Es vox populi el poder del consorcio duopólico que
representan Televisa y Tv Azteca. A través de estas dos televisoras, algunas de
las representaciones mediáticas más relevantes y más acudidas, aparte de los
deportes y espectáculos, son las telenovelas y las noticias. Toussaint
describió ideológicamente la estructura de estos dos últimos ambientes:
La estructura del
melodrama, que va directamente al corazón, es muy dúctil a los propósitos que
van más allá del entretenimiento. La telenovela no sólo representa la
reafirmación de un papel social determinado por el sexo, también incluye en sus
historias todas las aspiraciones que deben manifestarse para concordar con
discriminaciones de clase, con intencionalidades políticas, con arreglos
sociales. La burguesía representa el modelo de vida ideal. Sus valores y
símbolos son la meta hacia la cual hay que tender. El éxito o fracaso de una
vida se mide en relación directa con la distancia entre el personaje y su
modelo burgués.
Por otra parte, los noticieros los describe así:
Estos programas son
foros que lo mismo sirven para dar a la publicidad a una cantante fabricada por
la división artística de la emisora que para atacar medidas de política
gubernamental. Al servicio de campañas priistas cuando les conviene, opositores
furibundos del apoyo a Nicaragua, críticos implacables de los manifestantes que
se empeñan en paralizar el tráfico, o de los obreros que quieren huelgas, estos
noticiarios son la voz de la línea política de un grupo de la iniciativa
privada. Este grupo, si bien no el más fuerte, sí es el que tiene las
posibilidades mayores de manejar y manipular a la opinión pública. Y si
atendemos a sus simpatías por las transnacionales y los gobiernos
norteamericanos, habrá que considerar los noticiarios como la parte militante
de Televisa.
Como vemos, para diversos investigadores, las consecuencias
de esta influencia ideológica se han hecho notar constantemente. Se percibe en
la creación de estas representaciones sociales el encomio de ciertos sistemas
de vida, modos de ser y relacionarse, actitudes políticas y económicas que
refuerzan los intereses neoliberales (Crovi). Tal mediación parece cumplir el
propósito que el sociólogo Wright Mills, según Báez, criticaba:
1) Los medios le dicen al hombre de la masa quién es –le
prestan una identidad;
2) le dicen qué quiere ser –le dan aspiraciones;
3) le dicen cómo lograrlo –le dan una técnica; y
4) le dicen cómo puede sentir que es así, incluso cuando no lo
es –le dan un escape.
Resulta notorio el reconocimiento de la influencia
ideológica neoliberal que estructuran los medios de comunicación. Pero este
reconocimiento quizá no representaría un punto crítico si no fuera porque
diversos expertos coinciden en que el neoliberalismo económico en México es
inviable y es urgente un cambio de modelo.
Quisiera recordar aquí la crítica sobre las telenovelas de
Bibliowicz, citado en Beltrán y Fox: “Unos
serán amos y otros serán esclavos. El mundo de las telenovelas no señala sino
un camino: el de la resignación”, esto es, el pensamiento reiterativo o la
ideología, como vimos anteriormente. Su contraparte sería el pensamiento
disruptivo, que es aquel que propone la capacidad de elegir. Es la invitación a
la ética y la politización ciudadana, en contraste con la actual
despolitización en el contexto mexicano. Carlos Monsiváis, citado por Poniatowska,
retrata las consecuencias de esta despolitización:
La notoria
despolitización del mexicano se identifica plenamente con su evidente
amoralidad, con la irremediable desidia que le provoca la mera idea de
indignarse ante cualquier forma de injusticia. Despolitizar no es sólo
convencer a todos los ciudadanos de la inutilidad de preocuparse por los
asuntos públicos, de la inexorabilidad de todas las decisiones al margen de
cualquier posible intervención de la voluntad colectiva. Despolitizar no es
únicamente volver la tarea de la administración de un país asunto mágico y
sexenal, resuelto a través de una pura deliberación íntima: también
despolitizar es privar de signos morales, de posibilidad de indignación a una
sociedad. Es aniquilar la vida moral como asunto de todos y reducirla a nivel
de problema de cada quien: es decir, la muerte de la moralidad social y el
estímulo a la moralidad pequeñoburguesa, hecha de la necesidad de prohibir,
nunca, como en el caso de la verdadera moral, de la capacidad de elegir.
Problematización de
la ideología educativa (currículum oculto) y su relación con la desigualdad
social
Por otra parte, enfrentamos en México y Latinoamérica una
crisis profunda en nuestro sistema educativo. El director del centro de
Investigación y Docencia Económica (CIDE), Cabrero, ha denunciado que la
educación mexicana no sólo está paralizada, sino que además produce y
profundiza las desigualdades sociales. El economista en jefe de la OCDE, Padoan,
ha recomendado constantemente reducir la desigualdad y producir crecimiento, lo
que sería posible si se invierten más
recursos económicos y se promueven reformas laborales que garanticen educación
y empleo de calidad. Sin embargo, para ello, parece también importante superar
la educación generalista perpetuadora y reproductora de la estructura sociocultural
que ha resultado perjudicial para nuestro desarrollo. Otros autores, como
Guevara, coinciden con estas conclusiones: “a
la pregunta sobre si la educación es factor de crecimiento económico, la
respuesta es afirmativa, pero condicionada”.
La respuesta que se ha previsto para paliar tal crisis
educativa, ha sido promover un enfoque por competencias que se articule en la
construcción de perfiles académicos que satisfagan las demandas empresariales.
Algunas de las críticas a este enfoque se refieren al desplazamiento de una
humanización profunda y solidaria, a cambio de una formación tecnocrática
eficientista puramente instrumental al servicio del costo-beneficio mercantil.
Lo cual contribuye a la crisis valoral que hoy enfrentamos en México, y que
como ya hemos visto, parece ser parte de esta estructura de desigualdad social
que hoy nos aqueja. Como fue previsto por George Leonard, citado en Naranjo,
tal educación parece estar generando mayores problemáticas que las que disipa:
“Respuestas correctas”, especialización, estandarización,
competencia estrecha, adquisición ávida, agresión, desapego. Sin ellas, nos ha
parecido que la máquina social no podría funcionar. No debemos culpar a las
escuelas de crueldad cuando sólo han cumplido con lo que la sociedad les ha
pedido. Pero la razón por la que necesitamos una reforma radical de la
educación es que las demandas de la sociedad están cambiando radicalmente. No
cabe duda de que las características humanas que hoy en día se inculcan dejarán
de ser funcionales. Ya se han tornado inapropiadas y destructivas. Si la
educación continúa siendo como solía, la humanidad terminará destruyéndose
tarde o temprano.
Contrariamente a lo que pareciera, este tipo de educación
tampoco parece contribuir a la disminución de la desigualdad social. Según
algunos autores, como Westera citado por Moreno, aun el entrenamiento en
habilidades específicas aplicadas objetivamente, puede ser inadecuado para el
trabajo profesional, pues los empleadores desearían profesionales capacitados para
adaptarse a ambientes complejos con dificultades emergentes y abstractas. En
este sentido, el fracaso de la construcción de una política educativa que ayude
a paliar la desigualdad social, ha sido rotundo en muchos de sus aspectos. Como
describe López, “en los países del sur
[México incluido, por supuesto], no se ha logrado satisfacer adecuadamente el
reto de cobertura y menos el enorme desafío que representa la combinación
cobertura, calidad y equidad social”.
Por lo anterior, constituye una urgencia la modificación de
las políticas educativas, pues como menciona Muñoz, “es imputable a las
estructuras de poder el que la escolaridad no haya actuado eficientemente…como
canal de la movilidad social intergeneracional, sino que haya tendido, más
bien, a reproducir las desigualdades sociales de una generación a la siguiente”.
Quizá también sea importante considerar el concepto de
currículum oculto que propone Jackson, citado en Díaz, y que se refiere a que
en la interacción escolar, se promueven ciertos resultados no intencionados que
guardan relación con respecto a lo valoral y actitudinal, que son formas de
socialización y adaptación a la escuela y sociedad. Esto suele ser ignorado. Es
por ello que algunos autores, como Viaña, afirman que la supuesta “neutralidad
valorativa” y la “objetividad”, son la coartada para la instalación de una
visión y prácticas de preservación del statu quo”.
Si reconocemos las premisas anteriores, aceptamos que no existe
la educación neutral y apolítica. Entonces quizás sea importante resaltar a qué
tipo de ideología o currículum oculto obedece el plan educativo mexicano, es
decir, si no está formando parte de la misma ideología que reproduce el statu
quo que nos afecta.
Conclusiones
Nuestro recorrido argumentativo y documental parece indicar que
efectivamente, en México y Latinoamérica, la estructura ideológica contenida
tanto en los medios masivos de comunicación, como en la educación formal, no
contribuye al abatimiento de las desigualdades sociales e incluso ayuda a su
perpetuación. Es importante, por lo tanto, como lo hemos visto anteriormente,
tomar en cuenta las recomendaciones de diversos expertos con respecto a la
necesidad de construcción de una política educativa que ayude al combate a la pobreza. Es también
importante que esta política no sólo abarque los límites de la educación
formal, sino que además se extienda al espacio cultural que supone la sociedad
en su totalidad. Como plantea Fernández:
El problema de esta
sociedad no es la economía, ni la falta de educación. ni la violencia, sino el
hecho de que la forma general de la sociedad se ha fragmentado, ahuecado y/o
endurecido, de suerte que cualquier cosa que se emprenda es fragmentaria, vacua
y rígida, y así, se pretenden resolver los problemas de educación, de
convivencia ó de miseria de la misma forma en que se provocaron, como cuando el
Banco Mundial quiere resolver el endeudamiento de un país haciéndole otro
préstamo, como cuando la frustración que deja el consumismo se pretende consolar
yéndose de compras.
Asumir tal problemática implica modificar la construcción
social conforme a una visión holística y sistémica. En el ámbito de la
educación, el paradigma de la complejidad que ha propuesto Morín invita a esto:
La educación tiene que
ser reorganizada totalmente. Y esa reorganización no se refiere al acto de
enseñar, sino a la lucha contra los defectos del sistema, cada vez mayores. Por
ejemplo, la enseñanza de disciplinas separadas y sin ninguna intercomunicación
produce una fragmentación y una dispersión que nos impide ver cosas cada vez
más importantes en el mundo. Hay problemas centrales y fundamentales que
permanecen completamente ignorados u olvidados, y que, sin embargo, son
importantes para cualquier sociedad y cualquier cultura.
Aunado a lo anterior, es importante apostar al gasto en
desarrollo e investigación, ya que en México hay un rezago inmenso en este
rubro. Como lo indica López, “en México, la proporción de gasto en ciencia y
tecnología en relación con el PIB no ha conseguido superar la franja de 0.5% y
la tendencia es a la baja”.
Por último, el compromiso social y el cambio de paradigma
invitarían a la sociedad al desarrollo del pensamiento complejo que implica
axiomáticamente la subjetivación estructural del proceso educativo, así como el
desarrollo de la abstracción continua, que si no existen, podrían provocar la
desubjetivación del individuo (Rosbaco). Esta desubjetivación parece ser
precisamente lo que ha sumergido a nuestra sociedad en una crisis de valores.
Por ello convendría concebir la educación como un espacio para la recreación
ética y estética de los individuos y del mundo. Quizá, como Quiceno propone
sobre el saber pedagógico en Michel Foucault:
La educación es una
liberación, la pedagogía una forma de producir la libertad, y tanto la
educación como la pedagogía han de preocuparse no de lo disciplinar o producir
saber, sino de transformar sujetos. No producir el sujeto, sino llevarlo a
procesos de transformación de su propia subjetividad.
Extraído de:
Ideología mediática y educación en México, ¿influyen en la
construcción y mantenimiento de la desigualdad social?
Christian O. Bailón Fernández
Universidad del Valle de México (México)