La contradicción de la escuela
En la relación que la escuela mantiene con la televisión se produce una
curiosa paradoja: en la institución escolar se suelen adoptar actitudes muy
agresivas contra la televisión y, en cambio, no se suele dedicar tiempo alguno
a formar buenos telespectadores. Cuando se acusa a la televisión de muchos de
los males que aquejan a las nuevas generaciones y se le atribuyen
responsabilidades en el fracaso de la propia institución escolar, de manera
implícita se le está reconociendo un poder. En cambio, se educa como si la
televisión no existiera. O como si fuera totalmente inofensiva, como si no
hiciera falta preparación alguna para enfrentarse a ella.
En definitiva, la escuela no es capaz ni de aprovechar el presunto poder
de la televisión en beneficio propio ni de ofrecer a los alumnos una formación
adecuada para una aproximación reflexiva y crítica al medio. En otras palabras,
a menudo el problema educativo de la televisión habría que situarlo más en la
escuela que en la propia televisión.
Los efectos de la televisión
Las acusaciones que suelen hacerse a la televisión desde las instancias
escolares ponen de manifiesto una falta de comprensión del medio. O, por lo
menos, una miopía en su comprensión. Se suele hacer siempre un análisis
limitado, parcial, reduccionista. Se tiende a poner el acento, de manera
prioritaria o incluso exclusiva, en los efectos derivados de los contenidos,
con especial predilección por la violencia y el sexo. Se olvidan los efectos
derivados de la televisión como medio o los derivados del lenguaje que utiliza.
Los medios de comunicación no son simples recipientes en los que cabe
cualquier tipo de contenido. Cada medio predispone a un tipo específico de uso.
La televisión es, pues, una nueva manera de ver el mundo. De su especificidad
tecnológica, expresiva y económicosocial se deriva una manera peculiar de
aprehender la realidad. Sólo desde el conocimiento de esta especificidad puede
hacerse una aproximación exhaustiva al medio y a sus efectos. He aquí, pues,
algunas de las peculiaridades del medio, con algunos de los efectos que se
derivan de ellas:
El carácter unidireccional. Se considera a veces que, en el
hipotético caso de una programación televisiva en la que los contenidos fueran
excelentes, se habrían acabado los problemas educativos de la televisión. No es
cierto. La persona se realiza en la interacción, y en estos momentos la
televisión es un medio unidireccional. La televisión interactiva no es más que
un espejismo, de manera que una exposición excesiva al medio produce unos
efectos peligrosos si no se realizan actividades de corrección o de
compensación.
La hegemonía de la imagen. La lectura de imágenes activa procesos
mentales distintos de los que activa la lectura del texto escrito: concreción
frente a abstracción, intuición frente a racionalidad, sensación frente a
lógica, inmediatez frente a complejidad, dinamismo frente a estatismo, síntesis
frente a análisis... Universos mentales distintos. En consecuencia, una
exposición prolongada a la televisión, ya desde la primera infancia, puede
llevar a una modificación de los procesos mentales La hiperexposición a uno de
estos universos puede dificultar la capacidad para el acceso al otro. Las
actuales dificultades para la ejercitación de la lengua hablada y escrita
pueden provenir en buena medida de este predominio de la iconosfera.
La tiranía de las audiencias. Está en la base de la
estructura económica del medio y da lugar a otra clase de efectos: el
incremento del espectáculo, la marginación de todo lo que resulte excesivamente
complejo o árido, la trivialización de toda realidad hasta convertirla en
espectáculo, la descontextualización de la información, la mercantilización de
la propia televisión ... Pero la tiranía de las audiencias tiene su
contrapartida positiva: la formación de espectadores más selectivos y críticos
redundaría automáticamente en una televisión de mayor calidad.
La credibilidad de la imagen. Las imágenes resultan mucho
más creíbles que las palabras. Ante las palabras se suele ser siempre
consciente de que hay un mediador, de que hay alguien que las pronuncia o que
las escribió. Se es consciente de que conforman un discurso. Ante las imágenes,
en cambio, se tiende a pensar que uno se encuentra ante la realidad, sin
mediación, sin discurso. Se olvida que hay significaciones, buscadas o no,
derivadas de la selección de los acontecimientos, de la adopción de un punto de
vista, de la elección de unos recursos formales...
La necesidad de una formación específica
A menudo se considera que basta una formación humanística para ser un
buen telespectador, que es suficiente una capacidad crítica general. Se olvida,
una vez más, que la televisión se mueve en una esfera comunicativa muy
específica. Mientras en la escuela se enseña a decodificar palabras, la
televisión se comunica sobre todo con imágenes. Mientras la escuela enseña a
analizar discursos, la televisión se expresa sobre todo en relatos. Mientras la
escuela enseña racionalidad, la televisión utiliza sobre todo la emotividad.
Mientras la escuela tiende a moverse en el ámbito de la mente consciente, la
televisión incide sobre todo en el inconsciente. Mientras la escuela prepara
para el razonamiento y la argumentación, la televisión utiliza sobre todo los
recursos de la seducción. Formación racional frente a comunicaciones
inadvertidas. Mal bagaje para un telespectador indefenso.
En definitiva, tanto desde la falta de formación como desde una
formación excusivamente verbalista y racional, el telespectador sigue siendo
enormemente vulnerable, incapaz de hacer frente a unos mecanismos de
comunicación y persuasión para los que no está preparado.
Aproximación educativa
¿Qué clase de formación necesita, pues, el ciudadano para enfrentarse a
todos estos efectos? Habría que distinguir entre una doble dimensión en la
aproximación de la escuela a la televisión: educar en el medio y educar con el
medio. Son dos dimensiones diversificadas, pero que pueden y deben acabar por
confluir.
Por una parte, hay que enseñar a ver la televisión. Hay que ofrecer
metodologías y pautas para el aprendizaje del análisis de los diversos
discursos televisivos. Para facilitar esta tarea, el autor ha desarrollado en
otra publicación, además de claves para comprender el medio y pautas para su
utilización en el aula y en el hogar, propuestas metodológicas para el análisis
de informativos, de series y filmes y de espots publicitarios.
Por otra parte, hay que incorporar las imágenes televisivas al aula para
optimizar el proceso de enseñanzaaprendizaje, en las diversas áreas y niveles.
Y no necesariamente los programas más educativos, serios o aburridos. Espots
publicitarios, noticias de los informativos, filmes, series o secuencias de
filmes o series, sketchs, reportajes o documentales pueden incorporarse al
aula para ilustrar, motivar o ejemplificar los contenidos de una unidad
didáctica.
La incorporación de la televisión a la enseñanza se basa en un concepto
clave de la Reforma Educativa: el de la enseñanza significativa. Si ver la
televisión es la actividad a la que más tiempo dedican los alumnos fuera del
aula, ¿cómo puede llamarse significativa una enseñanza que no parte nunca o
casi nunca de las imágenes de la televisión?
La integración de estas imágenes cumplirá una doble función: motivadora
y de prolongación del proceso de aprendizaje. Por ejemplo, el profesor de
lengua que explica en el aula las figuras retóricas puede optar entre usar
ejemplos extraídos de Quevedo o espots publicitarios. No son opciones
excluyentes, pero, si tiene que optar por una sola, el espot tiene la ventaja
de será más motivador para los alumnos. Además, utilizando el espot se
prolongará el aprendizaje, por cuanto cada vez que el alumno contemple luego un
espot televisivo fuera del aula le vendrán espontáneamente a la mente los
elementos críticos aportados por el profesor. En cambio, difícilmente el alumno
leerá nunca a Quevedo fuera del aula, de manera que en este caso difícilmente
se prolongaría el aprendizaje. El ejemplo es extrapolable a otras áreas de la
enseñanza.
Método comprensivo
Buena parte de la fascinación de la televisión radica en el placer
sensorial que comporta y en la movilización de emociones que produce. Y, a su
vez, buena parte de su riesgo despersonalizador radica en el adormecimiento de
la conciencia y de la racionalidad que produce. Cuando la escuela incorpora las
imágenes tiende a hacerlo anulando el placer sensorial y negando las emociones,
para despertar la conciencia y la racionalidad.
El método comprensivo pretende evitar esta castración, no negando la
fascinación y la magia que son inherentes a la comunicación audiovisual y
asumiendo a la persona en su integridad afectivovolitivointelectual. El
método comprensivo consiste precisamente en aprovechar el placer y la emoción
para llegar a la racionalidad. No negar la magia, el placer y la emoción, sino
aprovecharlos, canalizarlos hacia actitudes de gradual distanciamiento, de
confrontación, de análisis, de reflexión.
Autor
Joan Ferrés i Prats
Universidad Ramón Llull