lunes, 29 de junio de 2009

El celular es todo un desafío para el colegio

Lo dice el sociólogo Luis Alberto Quevedo
"El locutorio es la plaza pública del siglo XXI"
“La escuela tiene el desafío de administrar las nuevas tecnologías y de usarlas todo lo posible, particularmente los teléfonos celulares, que han reducido la brecha digital”, dice Luis Alberto Quevedo, sociólogo, especialista en medios de comunicación e investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). En la medida en que las tecnologías para la información y la comunicación llegaron para quedarse, la actitud más inteligente de padres y maestros, a su entender, es “no demonizarlas”.

Como codirector del más reciente estudio sobre consumos culturales en el orden nacional (2005) de la Secretaría de Medios de la Presidencia de la Nación, destaca el acceso de los sectores más pobres a la sociedad de la información gracias a la notable expansión de la telefonía celular. “Ha sido nuestra manera de achicar la brecha digital”, afirma.

También señala el enorme potencial de las industrias culturales y su capacidad estructural para promover empleo.“Nuestro país exporta formatos televisivos, exporta creativos publicitarios, exporta cine. Pero la única forma de pelear en el mundo es a través del Estado. Europa, que tiene un enorme potencial audiovisual, tuvo que hacer leyes de defensa de los contenidos europeos en las cuotas de pantalla, invertir en eso, porque si no el mercado mundial los arrasaba. Si nosotros creemos que vamos a pelear con nuestros sellos grabadores y con nuestros cineastas contra Hollywood, estamos perdidos", asegura.

Quevedo estudió en la prestigiosa Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de la Universidad de París, donde obtuvo una maestría en Sociología. Fue director de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires (1996/1997). Actualmente dirige el Proyecto Comunicación y el posgrado internacional de Gestión y Política en Cultura y Comunicación de Flacso. Es profesor asociado regular por concurso en la carrera de Sociología de la UBA. Ha publicado artículos en libros y revistas internacionales y nacionales sobre temas de comunicación, educación, cultura política y derechos humanos.

-¿Es Internet la tecnología última de la libertad, o lo que se gana con ella en circulación de la información se lo pierde en credibilidad?
-Hay una idea generalizada de que Internet es un territorio de libertad, pero lo primero que hay que decir es que no es ni libre ni gratuita. Para usarla siempre hay que pagar, como mínimo, una conexión. Económicamente cada vez es más poderosa. Internet es un territorio inabarcable. Todos tenemos con la red una relación diferente. Están los que creen que en Internet no se puede confiar de la misma manera que en un medio que firma sus noticias, y que tiene editores responsables. Pero yo creo que hoy hay sitios que resultan validados de distintas maneras. El fenómeno de los weblogs o diarios personales se da cada vez más. Hay sitios o foros donde se arman discusiones interesantes que otros leen, comentan y hacen circular. Y muchos de los nombres que uno puede ver allí, merecen credibilidad.

-¿Pero no es un medio en el que pasa mucho gato por liebre, también?
-Si, también hay que reconocer que Internet es un territorio al cual nos entregamos. Desconfiamos poco y deberíamos desconfiar más. Hay muchos sitios armados por emisores que no se responsabilizan por lo que dicen, que hacen circular información y testimonios de difícil comprobación, que acreditan o desacreditan trayectorias de personas o de productos, que hacen "operaciones"...

-¿Crece la tendencia a leer el diario por Internet?
-Lo que nosotros medimos en nuestra encuesta nacional de consumos culturales es que la gente está dispuesta a seguir comprando un diario en papel. Al lector de diario le gusta el papel. Le gusta el rito de leerlo a la hora del desayuno, doblarlo, llevarlo en el subte. Pero ha crecido la lectura de un segundo y tercer diario por Internet. Asociado a esto, hay otra cosa interesante, y es que los lectores de diarios hoy se actualizan online todo el tiempo. Hace 50 años que se dice que la lectura en papel tiene los días contados y, sin embargo, está más viva que nunca. Pero se suman nuevos formatos y, en ese sentido, digo que la migración no es hacia la pantalla sino hacia las pantallas. En esto tiene un papel importante la telefonía celular. Los celulares han resumido muchas de las tecnologías. Hoy un aparato de teléfono tiene cámara de fotos, reproducción de música, Internet, e-mail, juegos electrónicos. Es decir, resume tecnologías dispersas y las mete dentro de un aparato cada vez más chico, poderoso y barato. Las últimas cifras hablan de 22 millones de celulares: algo así como que tres de cada cuatro argentinos lo tienen.

-También desde el punto de vista social el celular tiene enormes efectos. ¿Puede considerárselo un elemento que favorece la democratización de la sociedad argentina?
-Si el siglo XXI es el siglo del ingreso a la sociedad de la información, el modo de ingreso de los sectores más pobres de nuestra sociedad es el celular y los juegos electrónicos. Esas son las dos ventanas de acceso en la Argentina de hoy. No el tener banda ancha ni la última tecnología en computadoras. Eso todavía es muy caro y tiene un uso muy segmentado, para sectores muy poderosos. Pero los jóvenes de los sectores más populares hoy pueden acceder a una tecnología de última generación que se ha abaratado mucho, sobre todo si se piensa en opciones como la línea control y las tarjetas. Aun cuando se cargue una suma mínima para hablar, siempre se tiene la posibilidad de recibir llamadas y, por lo tanto, de estar en red, de estar en el mundo tecnológico, de educarse, de recibir o responder pedidos de trabajo.

-¿En este sentido se puede hablar de un achicamiento de la brecha digital?
-Este acceso de los sectores de menores ingresos a las nuevas tecnologías forma parte de un achicamiento de la brecha digital. Los sectores mejor equipados, con mayores recursos tecnológicos y más educados en materia de nuevas tecnologías, son el ocho por ciento, que son los que reciben los mejores ingresos, los que veranean en la costa, los que viajan. Es un grupo muy pequeño en la Argentina.

-Visto así, la brecha sigue siendo inmensa...
-Claro. Pero desde el punto de vista del plomero, el electricista o la empleada doméstica, se están incorporando millones de personas a un universo de mayores posibilidades, no sólo de comunicación sino, incluso, de trabajo. Se los está metiendo en el mundo que se viene, que tiene más que ver con las pantallas y los teclados que con el lápiz y el papel. Y eso lo logró la telefonía celular. En el caso de los más chicos, ese achicamiento lo vemos por el lado de los videojuegos. Para los más humildes el locutorio no es sólo un punto de encuentro virtual, sino de encuentro físico. Cuando yo tenía 15 años, nos encontrábamos en el cordón de la verdad y charlábamos. El locutorio hoy es una plaza pública. Pero tiene la gracia de que es un poquito más seguro. También le empezamos a exigir al locutorio cosas que antes eran de la familia, como controlar a los chicos, que estén seguros, que no entren en sitios pornográficos. Ya hay muchos locutorios que filtran determinados sitios e incluso hay encargados que miran lo que están haciendo los más jóvenes.

-¿Por qué no avanza en la Argentina el llamado gobierno electrónico?
-La Argentina no tiene una política de sociedad de la información, o de gobierno electrónico. Su desarrollo es muy desigual y muy caótico si lo comparamos con otros países. Sin ir más lejos, Chile, donde los ciudadanos pueden hacer infinidad de trámites por Internet con enorme eficiencia. De todos modos, hay excepciones: por ejemplo, la AFIP y el Ministerio de Economía tienen un buen desarrollo electrónico. Anses también. Educ.ar también. Hay tres niveles de gobierno electrónico. El primero es el de la cartelera, con los datos básicos de los distintos organismos. El segundo brinda la posibilidad de interactuar con información específica: imprimir algo, por ejemplo. El tercer paso es el que todavía está menos maduro, y es el que debería permitir que todo el proceso pudiera ser online. Pero para eso hay pasos indispensables. Uno es el de la firma digital. Ya tenemos la ley, pero está mal instrumentada. Hay sectores del
Estado muy atrasados.

-Desde el punto de vista educativo, ¿qué desafíos plantean las nuevas tecnologías?
-El uso cada vez más extendido de teléfonos celulares implica un rotundo cambio tecnológico y cultural. El nuevo entorno y las prácticas que promueve representan un desafío para el mundo escolar. No sólo porque los jóvenes se socializan cada vez más en esta segunda naturaleza que son las tecnologías, sino porque muchos de sus efectos -formas de la escritura, cambios en la percepción del tiempo y nuevos formatos culturales- no condicen con la actual estructura de la escuela.

-¿Qué papel juegan los docentes en este nuevo escenario?
-La insuficiente alfabetización digital de los docentes es un problema. Ha habido progresos, pero no alcanzan. Las escuelas argentinas no tienen el equipamiento que se requiere, sobre todo las escuelas del Estado. Todavía la computadora está ligada al gabinete de computación. El gran desafío es romper ese esquema según el cual la señorita Marta tiene la llave del gabinete y sólo lo abre los martes y jueves de dos a tres de la tarde para pasar a un modelo en el que los chicos incorporen Internet y las nuevas tecnologías en el aula. Desde el punto de vista del acceso, de la conectividad, la Argentina no está mal posicionada en el mundo -el 25 por ciento de los argentinos tiene acceso a Internet-, pero sí estamos mal en equipamiento, porque sigue siendo selectivo, para la gente de mayores ingresos. Por eso yo digo que los videojuegos y la telefonía celular son un modo de acceso. Educan, familiarizan con la tecnología digital a la gente de sectores populares. Creo que es muy necesario diseñar políticas públicas para crear rutas de equidad y acceso. El mercado sólo hace inforricos e infopobres.

-Los padres dicen de sus hijos: "¡Ay! pierden el tiempo en los jueguitos!" En los colegios dicen que la introducción del celular en las aulas está produciendo muchos dolores de cabeza, que por culpa de estas tecnologías los chicos no leen, se distraen, se saltean las jerarquías de la organización escolar...
-Estas nuevas tecnologías son complejas y presentan desafíos tan numerosos como inevitables. Pero no hay marcha atrás. Lo peor que podríamos hacer, como padres y educadores, sería demonizarlas. Con ellas se nos presentan los mismos desafíos que se presentaron con la televisión, sólo que ahora están dentro del aula. A decir verdad, la televisión siempre estuvo dentro del aula, porque aunque no hubiera allí un aparato encendido los chicos ya hace treinta o cuarenta años que se socializaron con la televisión en sus casas, que adquirieron su lenguaje, sus modismos. La escuela pudo evitar esto porque lo sorteó, lo puso a un costado. Pero con las nuevas tecnologías ya no lo puede hacer más. Por eso diría que la escuela tiene los desafíos de administrar esta tecnología y de usarla todo lo posible.

-El problema de administración se les presenta también a los padres. Cuándo comprar un celular a sus hijos, por ejemplo.
-Claro. Es una decisión muy difícil, porque hoy la amistad de los chicos, sus vínculos interpersonales, también forman parte de la Red. Es el modo en que se encuentran, se citan, se enamoran, se envían mensajes. Es un nuevo modo de sociabilidad, y estar o no estar en la Red marca la diferencia. Entonces, si yo le saco el celular a mi hija quizás la esté alejando del mundo. Es como decirle: "No vayas a la plaza porque hay chicos malos". Bueno, ésta es la calle, en realidad. Hay riesgos, hay dificultades. Pero a nosotros como padres lo que más nos cuesta es saber cómo intervenir en ese mundo, un mundo que muchas veces desconocemos. Chatear, abrir una cuenta en MSN, entender el MP3, el celular con cámara fotográfica se presentan como desafíos. Pero como estas tecnologías vinieron para quedarse, hay que administrarlas. Hay que exigirles a los chicos que apaguen los celulares en el aula, así como les exigimos que no griten, que no se paren, que no corran. Estamos en un mundo en el que hay viejos problemas con nuevos formatos.

-Pero la realidad es que hoy los chicos son más dispersos, que se llevan más materias, que tienen problemas concretos de atención...
-Es cierto, pero yo me pregunto si la escuela es capaz de motivar a los chicos y si los docentes son capaces de utilizar las nuevas tecnologías para motivarlos y para poner en marcha su capacidad de innovación. La desmotivación de los alumnos ¿no será consecuencia de docentes mal formados, mal pagados, que tienen que andar corriendo por todos lados? Le pedimos cada vez más a una pobre escuela que trata de no caerse, que vive en una encrucijada. A la escuela le tenemos que inyectar capacitación, tecnología, porque si no va a terminar quebrándose. Recibe demasiada presión social.


Sábado 4 de marzo de 2006 Publicado en edición impresa
Por Carmen María Ramos Para LA NACION
Fuente
http://www.lanacion.com.ar/

jueves, 18 de junio de 2009

Televisión mercado y política

Washington Uranga problematiza la relación entre televisión, mercado y política a partir de la afirmación de que la comunicación tiene que ser pensada desde la construcción democrática ciudadana.

¿La televisión refleja a la sociedad, es un espejo de ella o se trata simplemente de una puesta en escena antojadiza, intencionada y hasta perversa de géneros y de agendas que no guardan ninguna relación con la actualidad de los hombres y mujeres de a pie? Para ello no hay una respuesta. O no hay una sola respuesta. Existen intereses, juego de creatividades, habilidades y capacidades. Hay también un proceso de construcción que es fruto de complicidades construidas entre productores-emisores y audiencias-consumidoras. Aunque –es importante decirlo– estas coincidencias se dan en el marco de grandes asimetrías entre quienes controlan los medios y quienes se sientan dentro del otro lado de la pantalla. No obstante, sin negar las asimetrías y las diferencias de poder, se puede afirmar sin temor que la televisión es fruto de la sociedad en la que vivimos.

La televisión “no nace de un repollo”, para utilizar un dicho popular. Es el resultado de relaciones de fuerza, de la realidad económico-política, social, cultural y de poder de cada sociedad. Lo que equivale a sostener que, como parte integral de lo público, la televisión, en tanto y en cuanto medio articulador de discursos sociales, es un escenario de lucha simbólica por el poder donde se dirimen los conflictos sociales, políticos y culturales. Dentro del escenario de la comunicación la televisión es no sólo el medio más poderoso, sino también el más privilegiado desde muchos puntos de vista: inversiones y audiencias, para comenzar.

Porque la democracia necesita, para su propia reafirmación y desarrollo, debatir sobre el poder, sobre su constitución y formas de construcción es preciso construir mecanismos políticos, sociales y culturales para que la agenda de la televisión y de los medios masivos en general no sea apenas el resultado de una lógica de mercado, que es apenas otra forma de nombrar los intereses de quienes controlan la economía del sistema masivo de medios.

Todo lo anterior tiene que ver con el ejercicio de la ciudadanía y de la democracia misma, hoy por hoy un sistema complejo que no se limita ni al ejercicio del derecho del sufragio ni sólo al funcionamiento de los poderes establecidos en la Constitución. La democracia es un entramado mucho más complejo del cual el sistema de medios es parte inseparable. Por ese motivo la discusión sobre los medios, sobre los sistemas de propiedad y acerca de las agendas, es parte integral del debate político ciudadano. No se puede concebir una democracia genuina con concentración de la propiedad en los medios, con “dueños” de la palabra que tienen el privilegio y la potestad de construir la oferta mediática de los ciudadanos y ciudadanas desde el impacto simbólico de la televisión, a través de la producción de contenidos informativos, de ficción y entretenimiento. Entre otras cosas no debería quedar al margen del análisis la demanda de la diversidad cultural, un capítulo que también suele dejar fuera la televisión. El discurso hegemónico que atraviesa la mayoría de la oferta televisiva se apoya en estereotipos excluyentes, haciendo desaparecer identidades y diversidades que forman parte innegable de la historia de la Argentina. Salvo, claro está, para explotar en algunos casos las particularidades de ciertos grupos identitarios con la misma lógica exhibicionista con la que se produce entretenimiento. Lo diverso es esencial a la cultura porque reafirma la identidad y porque resalta el valor de la alteridad, le da sentido a la diferencia, enriqueciendo el diálogo intercultural. Esto implica pensar a los públicos como ciudadanos, como sujetos capaces de producir bienes culturales y no sólo como clientes reales o potenciales, como consumidores de productos culturales o, lo que es peor, apenas como fuente de rentabilidad.

En este marco cabe decir también que no es conveniente que el interés público en materia de comunicación esté exclusivamente librado al mercado. La televisión pública, en consecuencia, no puede ni debe quedar sometida a la batalla del reparto de la torta publicitaria con los canales comerciales, aunque tampoco privada de este recurso. El Estado, como representante de la sociedad y garante de los derechos de los ciudadanos y de los grupos sociales, tiene que destinar fondos propios para garantizar el ejercicio del derecho a la comunicación, asumiendo esto como una inversión del mismo nivel e importancia con la que se considera presupuestariamente los aportes en salud o educación. Sólo en este caso la televisión pública podrá alcanzar un grado real de autonomía, ofreciendo bienes culturales a la ciudadanía en lugar de “vender audiencia” a los anunciantes, como ocurre con la televisión comercial.

Todo ello porque la comunicación tiene que ser pensada desde la construcción política ciudadana y porque en este cuadro la televisión es un medio estratégicamente fundamental.

Por Washington Uranga
http://www.pagina12.com.ar/diario/laventana/26-124800-2009-05-13.html

miércoles, 10 de junio de 2009

Francia planea vetar los móviles a los escolares de primaria

¿Qué efectos producen en las clases los celulares? A mi entender encuentro muy pocas consecuencias positivas, y me preocupa el celular como factor de distracción, en un ambiente cada vez más necesitado de concentración en la difícil tarea de aprender. El artículo de “Lavanguardia.es” plantea otra arista sobre estos aparatos.

La medida se adoptaría ante las dudas sobre los efectos nocivos en la salud
El Gobierno experimentará una rebaja de las emisiones de las antenas repetidoras en varias ciudades
Mientras existan dudas sobre los efectos perniciosos del teléfono móvil en el cerebro en formación de los niños, el Gobierno francés se inclina por adoptar el principio de precaución y prohibir su uso en las escuelas de primaria. La medida, recomendada por un grupo de trabajo que ha abordado en las últimas semanas el problema de las ondas de radiofrecuencia, ha sido bien recibida por el Ejecutivo, que podría ponerla en práctica a partir del próximo curso. Hasta ahora, la prohibición del uso del móvil depende de cada centro.

El grupo de trabajo sobre Radiofrecuencias, salud y medio ambiente, en el que han participado representantes del Estado, de las operadoras de telefonía móvil y de asociaciones cívicas implicadas en este tema, cerró sus debates el pasado lunes haciendo una decena de recomendaciones. La más llamativa es la que afecta al uso de los teléfonos móviles por parte de los escolares.
Las dos asociaciones presentes en las conversaciones - Priartem y Agir Pour l´Environement, partidarias de poner límites a la telefonía móvil-proponían prohibir la venta y el uso del móvil a los menores de 12 e incluso de 14 años, pero al Gobierno eso le ha parecido excesivo. La secretaria de Estado de la Economía Digital, Nathalie Kosciusko-Morizet, aludió a la problemática particular de los hijos de padres separados para contentarse con vetar su uso dentro del recinto escolar.
La medida, en cualquier caso, deberá concretarse cara al próximo mes de septiembre, momento en que la Agencia francesa de seguridad sanitaria del medio ambiente y del trabajo (Afsset) debe entregar los resultados de un estudio sobre los efectos sanitarios de la exposición a las radiofrecuencias (además de las causadas por la telefonía móvil, también las de la televisión, la radio y los sistemas wi-fi y wimax).
Con el mismo fin de reducir el impacto de las ondas de los móviles sobre los niños, el grupo de trabajo ha propuesto a las operadoras de telefonía la puesta a punto de servicios específicos para los menores: desde la comercialización de teléfonos móviles sin servicio de voz - sólo para enviar y recibir mensajes de texto-a la venta de aparatos sin altavoz, sólo con auriculares.
El otro gran tema de discusión era la proliferación de antenas repetidoras de telefonía móvil en las zonas habitadas. El debate es especialmente vivo en Francia, después de que sucesivas sentencias judiciales hayan obligado a diferentes operadoras a desmontar algunas de sus antenas a demanda de los vecinos. A falta de probarse la nocividad, o inocuidad, de las ondas emitidas por las antenas, los tribunales han dado por legítimo el temor de los afectados y han condenado a las compañías por "molestias al vecindario".
Las discusiones en el seno del grupo de trabajo no han llegado a ninguna conclusión definitiva al respecto, y la única decisión adoptada es proceder a la experimentación, en media docena de ciudades, de nuevos límites en los umbrales de exposición. Las operadoras están muy interesadas en que el proceso contribuya a establecer unas reglas claras que acaben con la actual incertidumbre jurídica. Las asociaciones, por su parte, reclamaban desde una moratoria en la instalación de nuevas antenas hasta la rebaja cautelar los niveles legales de exposición, lo cual fue rechazado por el Gobierno. Decepcionadas, han decidido abandonar el comité de seguimiento.

Autor LLUIS URIA
Fuente http://www.lavanguardia.es/ciudadanos/noticias/20090528/53712567747/francia-planea-vetar-los-moviles-a-los-escolares-de-primaria.html

miércoles, 3 de junio de 2009

La escuela de la tele

Publico una nota aparecida en un diario digital mexicano. Si bien se trata de un programa local, sus reflexiones pueden ser válidas para todos los programas del género, y en lo personal, me dejó con algunas preguntas.

¿Esa imagen de la educación escolar que divierte a millones retrata una realidad cotidiana en las aulas?

Durante años, el programa que tuvo más audiencia en la televisión fue —y quizá lo seguiría siendo— aquel en que durante media hora se recreaba (¿?) lo que pasa en una escuela. ¿Su título? La Escuelita, así, para empezar, en diminutivo.

¿Ingredientes? Una profesora obesa que lleva por peinado la versión exagerada de pastel de cumpleaños y su compañero de tarima, el profesor, al que el traje de cuadros le queda corto. Ambos, más, mucho más que emplear gis y borrador, esgrimen sin cesar una regla con la forma de las que usan los payasos en el circo: doble, para hacer notorio el ruido del golpe al momento de aporrear con ella a algún alumno. Del otro lado del salón, la ensalada es previsible. Un estudiante homosexual blanco de continuas mofas; la condiscípula guapa, que para evitar que su atribuida condición de tonta y niña perpetua aflore (inmadurez manifiesta en una paleta, parte imprescindible de su atuendo), no escatima ocasión para mostrar su cuerpo como única posibilidad de ser tomada en cuenta; el estudiante aplicado y al que se le margina e insulta por su condición de lambiscón irredento. Otra alumna, muy gorda, que intenta ser vista sin que la obesidad le ocasione ser objeto de escarnio; el muchacho ‘tonto’, que siempre responde de manera equivocada pero chusca y, no podía faltar, el más “simpático” de todos, el actor central, el que coordina la discriminación como director de orquesta.

Esa es la imagen de la escuela y lo que ocurre en ella. Dicen mis mayores que era parte de los entremeses en los antiguos espectáculos de las carpas. Viene de lejos. Caldo de cultivo que consagra, reproduce o invita a ejercer como cosa natural la homofobia, la misoginia, el abuso, el rechazo al otro por distinto, el salón de clases como sistema social en el que el que es listo lo es por la velocidad con que ofende y se aprovecha de los demás (roba tortas, acusa sin pruebas, descalifica) y una escuela signada por la violencia, el autoritarismo ramplón y el vacío. Y ese programa unía a la gran familia mexicana como ningún otro durante años.

Hoy se debate sobre un caso de discriminación en la televisión. ¿Cuándo lo haremos sobre los programas que muestran como natural, por ejemplo, una escuela llena de prejuicios? Dos asuntos importantes están en juego. ¿Esa imagen de la educación escolar que divierte a millones retrata una realidad cotidiana en los salones de clase? ¿Contribuye a generarla? ¿La justifica dado el poder de los medios, pues lo que ahí ocurre es lo real y deseable o, al menos, normal? ¿La experiencia escolar es contraria a lo representado, al ser la escuela una institución donde los valores de la tolerancia y el respeto son centrales?
El Universal, México, GDA

Por Manuel Gil Antón
http://www.elcomercio.com/noticiaEC.asp?id_noticia=280938&id_seccion=1
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