¿Qué elemento modela
las conductas y comportamientos adolescentes? ¿Cuánto se usa las pantallas para
ver y para jugar? ¿En qué consiste la transformación de los medios
audiovisuales? ¿Podemos pensar en un rol
más activo?
Con la irrupción de la tecnología en nuestros hogares, las
paredes de la casa se han convertido en múltiples pantallas, que vemos o
miramos como espectadores, e interaccionamos como usuarios. Hasta los catorce
años, aproximadamente, la convivencia con las pantallas son la prioridad máxima
en el ocio de nuestros jóvenes, luego será salir de casa, aunque la interacción
entre ellos con los móviles y el Messenger prolonga el rito de convivencia en
el grupo de amigos y fuera del espacio doméstico. Los padres han dejado de ser
el referente principal de los hijos adolescentes, porque lo son los modelos
musicales, artísticos y deportivos que aparecen y protagonizan los diferentes
relatos audiovisuales y multimedia. Los referentes que proponen e imponen las pantallas
nutren el escenario conversacional y de relaciones de que ejercita el grupo de
iguales adolescente. El descentramiento de la familia, como modelador de
conductas y comportamientos, se ha desplazado al grupo de pares, que socializa
sus hábitos y costumbres en torno al producto mediático.
Si bien la televisión sigue siendo el medio con el que más
tiempo comparten los menores su tiempo de ocio, las tendencias de los últimos
años indican una migración del entretenimiento a las nuevas pantallas (Internet,
telefonía móvil, videojuegos). El “placer del jugador” le está quitando terreno
al “placer del espectador”. Así lo confirman los datos de audiencia de T.N.
Sofres de la última década. Mientras que en 1995, los niños entre 4 y 12 años,
consumieron una media de 160 minutos al día o, lo que es lo mismo, dos horas y
cuarenta minutos; en el 2005, el promedio decreció a 142 minutos, lo que supone
una reducción de 18 minutos en diez años15. Y lo mismo ocurre en el caso de los
jóvenes de 13 a 24 años (pasando de 161 a 143 minutos diarios).
En esta misma tendencia indica UTECA (Unión de Televisiones
Comerciales Asociadas) que en 2000 los jóvenes de 13 a 24 años dedicaban 153
minutos diarios a la televisión, y en 2006, 144 minutos. Los más pequeños, de 4
a 12 años, también rebajaban su dedicación televisiva de 154 a 141 minutos. En
el resto de los segmentos de edad, la tendencia que se produce es la inversa,
incrementándose año tras año el consumo televisivo. Esto significa que la
principal migración de la televisión a las nuevas pantallas se produce en el
sector de la población infantil, adolescente y joven.
Por tanto, los canales tradicionales están sufriendo un
desplazamiento por los nuevos servicios interactivos desde Internet. Sin
embargo, las voces apocalípticas que señalan el fin del canal anterior en aras
del siguiente no es una certeza. La emergencia de una tecnología alienta unas
profecías sin cumplimiento: ocurrió con la aparición del cine respecto a la
fotografía, con la televisión respecto al cine, y ahora con Internet, respecto
a la televisión. Lo
que sí es una certeza, es la revolución que se está produciendo en la recepción
de canales y sus audiencias. El aumento de canales, cable y TDT (Televisión
Digital Terrestre), la oferta de emisoras temáticas, el acceso a las
plataformas de satélite, Internet, ya han creado una fragmentación de
audiencias, que día a día aumente y se diversifica.
Se ha pasado, casi de un modo inconsciente, pero imparable,
de la televisión que el niño veía en el cuarto de estar/salón comedor (cuarto
de ver), y del ordenador o videoconsola con la que el “niño” de la casa jugaba,
a tener una vivienda caracterizada por los cuartos de ver y jugar (poblada de
televisores y videoconsolas). De una vivienda totémica, un televisor en el centro
de la casa, a una vivienda virtualizada. El bar, la iglesia, la plaza, la calle
y el parque están en el ágora virtual de Internet, más cómodo, más rápido, más
inmediato.
Inma Tubella dirige el estudio “La comunicación como factor
de cambio en la sociedad de la información: Internet en el contexto audiovisual
de Catalunya” en el que indica cómo el sector audiovisual distintivo del siglo
XX pasa por un proceso de transformación crítico debido a la incorporación de
las TIC en la vida diaria de la
gente. Esta investigación “traza el cambio de marco en curso centrándose en prácticas sociales e
individuales en relación con el uso y el consumo de tecnología y medios de
comunicación, principalmente Internet y la televisión, y su relación con la
gestión del tiempo y los diferentes niveles de entradas en los procesos de
comunicación. Por consiguiente, identifica el hogar como uno de los principales
escenarios en los que las prácticas de comunicación tradicionales y nuevas
coexisten y se ajustan gradualmente: en un contexto en que las agendas están
altamente estructuradas y la televisión ocupa la mayor parte del tiempo libre,
la multiplicación de aparatos y, sobre todo, pantallas, y la demanda creciente
y relacionada de participación activa en los procesos de comunicación
relacionados con la tecnología desafían los horarios y hábitos diarios
tradicionales”.
No es ninguna novedad afirmar que los cambios tecnológicos
están produciendo una importante transformación de los medios audiovisuales
tradicionales, particularmente de la televisión, y están generando nuevos
medios y servicios electrónicos audiovisuales, informáticos y telemáticos. Como
indica Cebrián, “está naciendo un nuevo paradigma de la comunicación, un nuevo
modelo que tiene como eje las comunicaciones digitales interactivas en las que
se modifica el modelo de los medios tradicionales y alumbra un modelo totalmente
nuevo”. La televisión está experimentando significativos cambios que afectan a
los modelos de comunicación, en los que se pasa de las comunicaciones lineales
(básicamente unidireccionales) a las interactivas, en las que emisor y receptor
alternan sus funciones. También se producen cambios culturales, con el paso de
una cultura escrita e impresa a otra audiovisual y multimedia. Señala este
autor que “sólo en las generaciones recientes, nacidas después de la
integración social de la televisión y de los computadores, se aprecia un cambio
claro hacia la asimilación como parte de su personalidad de la cultura
audiovisual, la cultura de impactos sensoriales y de lógicas narrativas
icónicas, más que racionales”. En efecto, aunque son varias las décadas de
cultura audiovisual, el cambio de mentalidad en los agentes institucionales y
educativos, es deficiente.
La irrupción de la convergencia entre las telecomunicaciones,
el audiovisual y la informática debe estar muy atenta a la llamada “brecha
digital”. El 65% por ciento de la población mundial no ha hecho nunca una
llamada telefónica, una tercera parte de la humanidad no tiene acceso a la
electricidad, y en 2001 Internet sólo llegaba a 500 millones de usuarios en el
mundo20. En esta línea, Matterlat plantea, que la comunicación sigue siendo la
clave del nuevo orden internacional. Ahora bien, ¿qué tipo de cambios
sustanciales ofrece la denominada revolución digital? Matilla expone con los
siguientes rasgos, la transición de la televisión analógica a la digital:
Así como la televisión analógica convencional obliga al
consumo de determinados contenidos dentro de unos programas que están
integrados en una programación “para todos”, y siempre siguiendo una
linealidad, la televisión digital permite acceder a varios recursos (no sólo de
visionado) simultáneos. Los medios audiovisuales tradicionales, también la
televisión analógica, establecen una cadena de producción, distribución y
exhibición del producto. La nueva cadena digital revisará los contenidos,
expuestos a un tratamiento que operan las plataformas de producción
multisoporte.
Asimismo, esta nueva cadena de producción, incluye sistemas
de distribución multicanal como la Televisión Digital
Terrestre (TDT), modalidades asociadas a Internet, satélite,
cable. Se trata de un conjunto de sistemas que componen un paquete global de
servicios, cuyo último destinatario es el usuario.
Desde esta descripción Matilla se pregunta por los nuevos
retos de la televisión digital y el papel activo y participativo que puede
desempeñar la ciudadanía ante esta revolución, ya presente. En concreto, se
cuestiona si “la interactividad se reducirá a la rentabilidad que genere transacciones
comerciales. Dentro de un concepto amplio de televisión como servicio público
y, más específicamente, de televisión para la educación, nos interesará investigar
en las muy variadas potencialidades que nos permitan pensar nuevamente en los
conceptos de interactividad, convergencia y personalización...
La idea principal seguirá siendo cómo pensar esa televisión
para la educación desde un replanteamiento global del servicio público”. Esta
nueva televisión pública deberá atender a la calidad de su programación, que
como indica Martínez (2005),”la calidad de un programa de televisión depende
más de la creatividad y de la intencionalidad de su autor y de la disposición
del canal que lo emite que de los avances tecnológicos que utilicemos. Podemos
tener una tecnología extraordinaria, y a la vez unas ideas y una disposición
tan lamentable como algunas de las que ahora conocemos. Con la TDT habrá nuevas
posibilidades creativas, pero me temo que los programas basura que tanto nos
gustan seguirán existiendo en la nueva televisión. Lo más positivo de la nueva
fórmula, repito, está en que facilita la existencia de un telespectador más
activo, que puede seleccionar mejor lo que quiere ver y a la vez podrá participar
en la programación”.
Los medios han convertido el consumo audiovisual en un
“potito ficticio”, en el que las relaciones humanas, los conflictos bélicos,
los dramas familiares, se transforman en espectáculo con apariencia de
realidad. Lo complejo, la contradicción, son tratados como papilla intelectual,
para que el espectador sienta, pero no comprenda; se emocione, pero no
reflexione; quede impactado, pero no se movilice.
Los jóvenes, nacidos con Internet, ya denominados como
generación “onoff” dispuestos en cualquier momento y en cualquier sitio a la conexión
y desconexión, están familiarizados con estos entornos tecnológicos, en los que
la virtualidad son un componente esencial en sus relaciones, comunicaciones y
convivencia. Pero no podemos entender por jóvenes sólo a los “conectados”,
expone Trejo que en la
“Declaración de Principios de la Cumbre de Ginebra”, se
ofrecen los siguientes datos “menos del 3% de los africanos tienen acceso a
algún servicio de telecomunicación. En los países más pobres del mundo Internet
llega a menos del 1% de la
población. Sólo el 1% de los habitantes del planeta disfruta
de enlaces de alta velocidad para Internet. Los 400.000 habitantes de
Luxemburgo comparten más ancho de banda de Internet que los 760 millones que
hay en África”.
Extraído de
Consumos y mediaciones de familias y pantallasNuevos modelos y propuestas de convivencia
José Antonio Gabelas Barroso y Carmen Marta Lazo
Programa Pantallas Sanas
Diseñado por