Los padres y madres son una pieza clave en el seguimiento que sus hijos
destinan al consumo multipantallas. El referente que los más pequeños tengan supone
un aliciente para tender a unos modelos de consumo más o menos permisivos, restrictivos
o equilibrados. No sólo son importantes los parámetros temporales que los progenitores
o tutores concedan a sus hijos. Sólo el hecho de dejarles ver, jugar, utilizar o
navegar menos o más horas no significa que sus usos sean más saludables. El factor
principal gravita en la forma en la que se les orienta. Un consumo compartido,
con las pautas necesarias para saber discriminar aquellos contenidos que no resultan
aptos para su edad, la respuesta respecto a aquello que no llegan a comprender o
el diálogo abierto de las interpretaciones que cada uno otorga a los mensajes; y
también la planificación de tiempos para vivir con variedad, autonomía e inteligencia
el ocio, sirven para enriquecer el uso que el niño o joven hace de cada pantalla.
La relación unidireccional “sujeto-pantalla” pasa a adquirir un nuevo estrato
en el que las dimensiones y perspectivas que aporte el padre o madre pueden ayudarle
a encontrar otras esferas de significado. Los flujos de información que le ofrezca
una presencia adulta no tienen un mero valor de control con connotaciones negativas,
por el simple hecho de “no dejar ver o hacer”. Aquello que podría entenderse por
las mentes en formación como una intromisión a su voluntad de elegir, puede convertirse
en el aliciente de que sus padres se preocupen por aquello que les gusta y quieran
compartir esos tiempos y espacios de consumo y conversación.
El sano conocimiento de los gustos, intereses y motivaciones por parte de
los padres será un motor en la guía hacia la construcción de sus hijos. Fomentar
la autonomía, el criterio propio frente o en consonancia con los del resto, es decir
la asertividad; el saber argumentar matices por los que la opinión en ciertos aspectos
no sea mimética a la de su grupo, depende en gran medida del aprendizaje que reciba
de sus padres, así como de los modelos de consumos que se establezcan en la dinámica
familiar. El hecho de prestar atención a los productos que gustan a los hijos supone
un punto de partida “sine qua non” para enrolarse en la irrenunciable función paterna
de formación. El respeto será pieza clave para empatizar con seres que pertenecen
una generación distinta y que entienden la realidad bajo unos parámetros que una
mente adulta comprende y acepta, en ocasiones, de otra manera.
Las nuevas estructuras sociales, sus modelos económicos, de producción y
consumo, afectan a la manera en la que los padres se integran en el uso y consumo
que sus hijos hacen de las pantallas. La disponibilidad de tiempo es uno de los
“handicaps” más sobresalientes, esto unido a la falta de recursos por parte de los
padres para manejar estrategias y procedimientos de intervención y negociación debido
a sus escasas habilidades, conocimiento o preparación, suponen un obstáculo para
que su mediación sea constructiva, derivando en normativas erróneas, enfrentamientos
innecesarios, permisividad u omisiones.
En la investigación que presentamos, tratamos de dilucidar si son tales los
límites, cuáles son las formas en las que los padres intervienen, si les preocupa
o no el consumo que hacen sus hijos, si participan con ellos en los diferentes visionados,
juegos y usos, si existen pautas de orientación y consumo, si les advierten de los
perjuicios que hay detrás de las pantallas y potencian los beneficios, si conocen
los consumos y usos audiovisuales que sus hijos tienen y disfrutan, cuáles son sus
gustos y preferencias …
En la infancia, esta interacción niños-familia, es más sencilla en su planificación
(distribución de tiempos para ver la televisión, jugar a la videoconsola,
utilizar Internet), y más sencilla en sus mediaciones (conversar con los hijos
sobre los programas, usos y consumos de pantallas que arrastran el interés de los
vástagos y son motivo para el diálogo, la discriminación y el análisis).
Es en la adolescencia cuando el control y seguimiento de los gustos y preferencias
de sus hijos, así como el tiempo que dedican a cada pantalla es más complejo y difícil.
La migración que se produce de la pantalla doméstica (televisión), a la pantalla
global (internet) complica el seguimiento de los gustos, gratificaciones y consumos
del adolescente. Estos otorgan una especial importancia a su grupo de iguales (amigos
o compañeros), dejarse llevar por lo que éstos proponen resulta muy tentador y alentador,
usos y visionados prohibidos en la propia casa se convierten en objeto del deseo,
consumo e interacción en las conversaciones y comentarios, dentro de las casas de
los amigos o lugares públicos como los ciber.
El contexto de la mediaciones se produce en un conjunto de recepciones
mediáticas, de complejo proceso, en el que no sólo intervienen los engranajes
sociales y mecanismos cognitivos y emocionales del niño o joven receptor, sino también
un proceso de “distanciamiento”, que estos sujetos receptores aceptan o rechazan,
soportan o negocian, y al mismo tiempo definen. Como indica Elizalde, “el distanciamiento
es una categoría construida sobre la base de datos cualitativos y compuesta con
varias dimensiones; las dimensiones marcan el modo en que los receptores –niños,
jóvenes, adultos establecen relaciones de más o menos implicación (emocional, cognoscitiva,
social), con todos los medios en general y con cada uno en particular”. Esto es,
el distanciamiento es un factor primordial de la recepción y de las mediaciones
que genera unas relaciones sociales con los medios, y establece un pautado social
entre los miembros que conforman la estructura familiar. Este factor permite comprender
el propio consumo de pantallas pues contiene la historia de los sujetos receptores;
de sus contextos (familiares, sociales y culturales); su naturaleza receptiva (en
su atención, interpretación, reinterpretación y valoración); así como las estructuras
industriales de los medios y sus mecanismos de producción, distribución y exhibición.
Las modas que instauran los medios y nuevas tecnologías se contagian de
manera viral a partir de que los grupos de escolares las acepten como propias. Por
este motivo, es interesante que los padres conozcan los motivos por los que sus
hijos entran en la espiral de necesidad de pertenencia a un grupo para no sentirse
aislados o desplazados. Cuando los esquemas adultos que le proponen sus padres y
los que le plantean sus amigos son distintos, los chicos pueden caer en un conflicto
intentando adivinar a cuáles se acogen, decantándose generalmente por aquellos que
le ofrecen sus iguales en edad. Esta situación de conflicto no sólo afecta a los
menores, también a los padres. Sin embargo, crecer no es fácil, ni cómodo, tampoco
para los hijos. Entre los diferentes factores que afectan al conflictivo crecimiento
de los niños y jóvenes, también hay que tener en cuenta la inmersión en la fenomenología
de las pantallas.
Consumos y mediaciones de familias y pantallas
Nuevos modelos y propuestas de convivencia
José Antonio Gabelas Barroso y Carmen Marta Lazo
Programa Pantallas Sanas
Diseñado por
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