Una de las conclusiones más fuertes está referida al hecho de mirar televisión antes de los tres años, lo que se relaciona con peores resultados cognitivos a los seis y siete años.
Por otra parte resulta evidente que los niños que pasan buena parte de su tiempo frente a la “caja boba”, dedican menos tiempo a otras actividades como juegos que estimulan su creatividad, o a relacionarse con otros niños y adultos. Puede ser también que el contenido mismo les sea perjudicial, tal como los incesantes cambios de pantallas o las propagandas televisivas.
Además está claro que la TV no estimula su capacidad de razonar, y que apunta a su emotividad, con el claro fin de dejarlo cautivo.
Mucho se habló además de la violencia, que permanentemente reina en la pantalla, hasta resulta ser el recurso más usado por los dibujitos animados.
Ahora bien, siempre se ha hablado de “exceso”, y ¿Puede haber un uso equilibrado de la TV?, antes de hacer alguna referencia al respecto, queda otro aspecto por considerar ¡El aparato de televisión en el cuarto del joven o niño!
Con respecto a esto último, existen coincidencias en todos los estudios que apuntan a una correlación negativa entre la tenencia de un aparato en el cuarto y el rendimiento escolar, lo que resulta claro, ante la imposibilidad de controlar qué ven los menores no el tiempo que utilizan, llegando a detectarse casos de insomnio.
Retomando el caso de un uso controlado, y la existencia de programas adecuados a la edad, que estén orientados al desarrollo de los niños y jóvenes, tal como pueden ser algunos programas educativos, no existen estudios que afirmen que sean positivos, pero seguramente en dosis homeopáticas, es posible que ayuden al desarrollo juvenil.
Además de la reconocida forma de operar de la televisión con su constante apelación a los sentimiento y su obstrucción a la capacidad de razonamiento, particularmente en los jóvenes y niños en edad escolar les quita tiempo para sus tareas, y muchas veces resulta ser una compañía perniciosa que no permite concentrarse adecuadamente, tanto en los momentos de estudio como luego en el aula.
Llega entonces el momento de los límites, que se deberían dar en dos dimensiones, por un lado en la familia, con el ejercicio de las funciones de control parental, y por otro lado debería haber leyes (como sucede con las marquillas de los cigarrillos), en donde se adviertan sobre las consecuencias de mirar mucha televisión