Antaño, la imprenta
y después la fotografía ya daban una posibilidad de comprensión que enriquecía
el aprendizaje del sujeto. Ahora hay videos, aplicaciones de realidad
virtual y un sinfín de herramientas que complementan este proceso. ¿Son
apoyos u obstáculos en el proceso educativo?
La mirada de Lucía
se distrae sutilmente hacia lo que esconden sus manos bajo su pupitre. A pesar
de que frente al pizarrón está la maestra, exponiendo el punto más candente de
la lección de Español, la estudiante prefiere desbloquear la pantalla y acceder
al más reciente meme que recibió en su celular vía WhatsApp.
Una breve risilla y Lucía vuelve los ojos al frente, esperando la próxima vez
que su celular vibre con la respuesta de sus amigos, a quienes reenvió la
imagen. Esos efímeros momentos que la niña dedicó a su distracción harán que
los diptongos y los hiatos permanezcan como un misterio para ella, a pesar de
que la maestra haya dedicado toda la clase al tema.
Para Aarón, la
historia es distinta. Su instrumento principal en el salón de clases no es una
libreta, sino una computadora. Está en clase de Historia Universal, estudiando
el desarrollo de la cultura egipcia. Con la venia y la guía de su profesora
utiliza su computadora para encontrar un videotour por las
pirámides de Giza, una infografía de las principales deidades egipcias y demás
datos curiosos que luego puede compartir con sus compañeros para discutir sobre
ello.
La tecnología, ya
sea en forma de gadgets como computadoras, tablets o
celulares, o pensada como internet y la conectividad que conlleva, se infiltra
cada vez más en las aulas de todos los niveles educativos, a veces a pesar de
la renuencia de directivos y profesores, y otras tantas con todo su apoyo.
Antaño, la imprenta
y después la fotografía ya daban una posibilidad de comprensión que enriquecía
el aprendizaje del sujeto. Incluso antes de ello, los viajes de Marco Polo
fueron considerados de vital importancia al momento de aprender de otras
culturas, y gracias a su narrativa se convirtieron en elementos difusores de un
conocimiento hasta entonces lejano. Ahora hay videos, aplicaciones de realidad
virtual y un sinfín de herramientas que complementan este proceso. En este
contexto, la tecnología es un medio para promover el aprendizaje significativo,
teoría de la psicología perceptual que dicta que el conocimiento se percibe
mejor por el sujeto gracias a experiencias vividas.
Puertas a un nuevo
conocimiento
El maestro Fernando
Escobar Zúñiga, académico perteneciente al Departamento de Electrónica,
Sistemas e Informática del ITESO, hace hincapié en que para que la tecnología
resulte significativa en el aprendizaje de los niños, debe estar respaldada por
un proyecto educativo que la ubique como parte de un proceso enriquecedor para
el sujeto y para el proceso mismo. Si no existen estos elementos, lo que va a
producir es empobrecimiento de la educación.
El catedrático,
quien ha trabajado en el desarrollo de proyectos de incorporación de
tecnologías a procesos de enseñanza y aprendizaje, señala que, en la
actualidad, el aprendizaje no puede estar disociado del uso de la tecnología.
“Las tecnologías ya
no son un artefacto anexo a mi vida; ya son parte de mi vida, del ecosistema
que yo habito”, apunta. “Desde hace al menos un siglo se sostiene que los
procesos de educación tienen que modificarse. Hay dos características con las
que prácticamente todos los estudiosos del tema están de acuerdo: quien construye
el aprendizaje es el sujeto (el estudiante), y se trata de un proceso
personal”.
Sin embargo,
explica que aún existen muchos espacios en que el docente continúa como núcleo
del proceso educativo, y todo lo que diga debe ser asumido y memorizado por los
educandos. Si a ello se suma la tecnología como proceso paralelo, es mínima la
evolución para lograr un verdadero entendimiento del alumno, sin importar si el
medio facilitador para la transferencia del conocimiento es un libro o una
pantalla.
“La tecnología tiene cosas importantes que
aportar a la educación, porque ayuda a que estos enfoques sean instrumentados
de manera correcta”. Escobar Zúñiga añade que el sujeto debe estar lo
suficientemente capacitado para detectar la información pertinente y verídica,
y, por supuesto, saber qué hacer luego de haber obtenido la información; por
otro lado, la tecnología permite experimentar cosas que sin ella sería
imposible, por lo que constituye un medio para la comprensión integral de
fenómenos o conceptos que antes sólo eran susceptibles de comprenderse desde
una perspectiva de lejanía.
La tecnología
facilita la interacción y la conectividad con otras personas, lo cual enriquece
la experiencia del alumno y promueve el proceso de aprendizaje. “La tecnología
ofrece la facilidad de trabajar con otros sujetos, de encontrar perspectivas
verdaderamente diferentes que ya no se circunscriben al sujeto de la banca de
al lado. Quien se ha criado culturalmente en un entorno similar al mío, es más
probable que tenga perspectivas parecidas”, señala el académico, y añade que
esta cercanía puede acotar el aprendizaje significativo que el alumno pueda
tener.
“Los grandes
educadores siempre han insistido en la importancia de la interacción del sujeto
con otros objetos y sujetos. Cuando yo dialogo con otra persona, logro
comprender diferentes perspectivas y puedo aprender, pues me invita a un
pensamiento más reflexivo y crítico”, afirma.
¿Sócrates tenía
razón?
Un pasaje de los Diálogos
de Platón recuerda cómo Sócrates advirtió a su discípulo Fedro que la
escritura será la ruina de la humanidad, pues acabará con la memoria del ser
humano.
Así como Sócrates
se opuso a la adopción de la escritura en su momento, hay personas, escuelas y
doctrinas que ven con recelo la entrada de la tecnología en forma de
computadoras, calculadoras o televisiones al salón de clases, justificando que
el alumno está en riesgo de perder o no desarrollar ciertas habilidades, como
pensamiento matemático, razonamiento o motricidad.
Estudios de
diversas universidades y centros de investigación, como el Laboratorio de Envejecimiento
Cerebral y Salud Cognitiva de la Universidad de Pittsburgh, sostienen la
hipótesis de que estas modificaciones, que se pueden referir a trastornos
neurológicos, visuales y conductuales, entre otros, son consecuencia de un
cambio fisiológico causado en el cerebro por el abuso de tecnología en la vida
diaria. Entonces, ¿por qué dar la bienvenida a estos artefactos en el aula?
En lo que respecta
a la relación de la tecnología con los infantes, tanto en el ámbito familiar
como en el escolar, la frase “nada con exceso, todo con medida” recobra
significado. Quitar todo estímulo tecnológico en el salón de clases, que es uno
de los lugares donde más tiempo pasan, y donde además pueden estar
supervisados, podría perjudicar su adaptabilidad al entorno y convertirlos en
analfabetas tecnológicos.
Si bien Sócrates,
como lo ha probado la historia, erró al desdeñar la escritura como herramienta
para el aprendizaje, su advertencia obliga a la revisión crítica de la
tecnología en este mismo contexto. En ese sentido, Fernando Escobar Zúñiga
apunta que “no se puede aceptar la inclusión de la tecnología sólo porque el
mundo la trajo a colación y la metió en las escuelas”. Lo adecuado, según el
investigador, es experimentar con diferentes medios y técnicas.
De acuerdo con un
gran número de neurocientíficos, tener acceso paulatino a las tecnologías, de
tal forma que los niños vayan aprendiendo a través de la experimentación, y con
el acompañamiento que les brinden padres y maestros, debe ser parte del
acercamiento crítico a los recursos tecnológicos.
Hacer del
conocimiento algo divertido
Según resultados
alcanzados tras un proyecto realizado por la Secretaría de Educación Pública
(SEP) en colaboración con el Instituto Latinoamericano de Comunicación
Educativa (ILCE) en instituciones de nivel básico, las escuelas que utilizan de
manera atinada la tecnología han visto un aumento de interés y mejor
aprovechamiento del alumnado en materias como Ciencia o Matemáticas, mismas que
tradicionalmente han sido desdeñadas por gran cantidad de estudiantes de
generaciones anteriores.
A la larga, esto
podría incrementar la inserción de estudiantes en carreras de ciencia,
tecnología, ingenierías y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés). “Estos
campos que suelen ser complejos para el estudiante, se vuelven atractivos por
el modo en que se le presentan”, apunta Escobar Zúñiga.
Para un estudiante
de educación primaria, el hecho de que tenga acceso a los contenidos de clase
en una pantalla puede hacer que su atención se intensifique y su interés por
aprender aumente. Éste es el caso para Ashley Kane, maestra de segundo
grado de primaria en una escuela pública en Iowa, Estados Unidos. Para ella, la
tecnología es ya parte de su material de trabajo. “Utilizo mi computadora
para hacer la planeación de clases, mostrar videos y documentar lo que hacen
mis estudiantes, a modo de monitoreo. También uso mi cámara de documentos muy
seguido, para que mis alumnos puedan seguirme con lo que quiero mostrarles. Es
imperativo tener este tipo de herramientas en el salón de clases”, afirma.
Este tipo de
equipamiento es provisto por la escuela. Dentro del aula también cuenta con 16
computadoras disponibles para que los estudiantes investigen acerca de los temas que se estén revisando en clase, así como para usar programas que les presentan ejercicios de comprensión lectora y de matemáticas para reafirmar los conocimientos aprendidos.
computadoras disponibles para que los estudiantes investigen acerca de los temas que se estén revisando en clase, así como para usar programas que les presentan ejercicios de comprensión lectora y de matemáticas para reafirmar los conocimientos aprendidos.
A pesar de todas
las ventajas que puede significar tener estas herramientas como parte de la
cotidianidad del proceso educativo, la profesora afirma que también hay
barreras para que funcionen: que haya energía eléctrica, tener suficientes
equipos para todos los estudiantes y mantenerlas en óptimas condiciones, por
ejemplo.
“Mis estudiantes se
emocionan cada vez que están en la computadora o les digo que veremos un video.
La tecnología ya es parte de su vida diaria, porque muchos de ellos están
expuestos a algún tipo de tecnología en casa, ya sea a través de videojuegos,
tabletas o los celulares de sus padres”, añade.
Tecnología ≠
pantallas
Existen profesores
que, obligados por el sistema educativo y muchas veces sin la capacitación
adecuada, migran sus prácticas tradicionales a una computadora en el afán de
volverse digitales. Sin embargo, este esfuerzo queda corto y frena el proceso
de aprendizaje del alumno, quien no percibe una compaginación verdadera de la
tecnología como recurso didáctico efectivo.
Es en situaciones
así que la tecnología resulta más una distracción que un medio de enseñanza.
“Es peligroso que esto se convierta en una repetición de las prácticas, porque
lo que hago como maestro es potenciar viejas prácticas disfrazándolas de
vigentes sólo porque están en una pantalla. Lo que urge es una transformación
profunda de la educación”, asevera Escobar Zúñiga.
Para que una
estrategia de enseñanza aproveche de manera efectiva la tecnología, se deben
tener muy claras la propuesta educativa y la concepción del aprendizaje, e ir
sumando el uso de la tecnología de manera que permita instrumentar esa
concepción.
El investigador
agrega que, aunque las escuelas con sistemas personalizados —como Montessori o
el método High Scope (sistema de enseñanza activa frente al
aprendizaje de los niños)— tienden a incorporar la tecnología de manera más
natural, ello no implica que sea mejor o peor que el sistema tradicional. Es la
propuesta educativa la que realmente hace funcionar a la tecnología como un
elemento que aporta al proceso de aprendizaje del alumno.
Esta obligación de
adoptar lo digital también devela otros vicios del profesorado, como la
planeación inmutable de las clases, que año con año se utiliza a modo de guion
y que, en los casos más afortunados, sólo tiene actualizaciones mínimas. En
este contexto, un primer paso es reconocer que un porcentaje importante de los
docentes en funciones no cuentan con competencias informáticas básicas,
necesarias para incorporar la tecnología en el aula a través de un uso
apropiado para la enseñanza y el aprendizaje.
Educación en crisis
La investigadora
Liliana García Ruvalcaba, catedrática del Departamento de Electrónica, Sistemas
e Informática del ITESO, acota que el sistema educativo no ha logrado concebir
al alumno como individuo, sino que más bien ha diseñado una educación
uniformada y rígida que limita el apoyo al proceso de aprendizaje, lo cual ha
derivado en un hastío de jóvenes y niños por la escuela en general.
“Quien decide qué,
cómo, cuándo y a qué ritmo se aprende no son los estudiantes, es ahí donde
tenemos una crisis muy fuerte”, afirma. En la medida en que el docente sepa
acompañar al estudiante, reconociendo sus intereses, sus habilidades, su
capacidad de autonomía y sus condiciones de desarrollo, se podrán tener más
posibilidades de éxito en el proceso educativo.
Por ello, la
prioridad debe ser el aprendizaje y no la enseñanza. Los estudiantes están ya
buscando y aplicando formas alternativas de aprender que son mucho más cercanas
y naturales para ellos, sin limitarse al contexto escolar. Es a través de
experiencias en diferentes escenarios y conforme esquemas tanto formales como
informales, que encuentran respuesta a sus necesidades, emociones y preguntas
genuinas.
En ese contexto, la
tecnología puede tener un papel importante en la creación de experiencias, ya
que el sujeto se acerca a contenidos y relaciones significativos potenciados
por una infraestructura tecnológica. Es importante señalar que el alumno no
repara en pensar que está aprendiendo “gracias” al celular; el aparato es
simplemente el medio para obtener nuevo conocimiento.
Para la
especialista, no se puede pensar la educación al margen de la tecnología. “Si
únicamente la concebimos como artefactos en sí, nuevamente nos vamos a atorar”.
En cambio, la investigadora propone priorizar el para qué van
a servir estos elementos de software y hardware y
validar su uso en el proceso educativo.
“Tenemos el desafío
de lograr que esas barreras que existen entre la escuela y la vida cotidiana se
desdibujen y cobren sentido. No hay una crisis en el aprendizaje, pero sí en el
cómo facilitamos o no entorpecemos ese aprendizaje”, añade García Ruvalcaba.
Pensadas como un
agente de transformación e innovación, las tecnologías en el salón de clases
son un aliciente para actualizar contenidos curriculares y modelos pedagógicos.
Esta misma evolución hará más sencilla la adopción de infraestructura
tecnológica, que además vaya acorde con el contexto de las nuevas generaciones.
Los modos en que
interactuamos con los diferentes dispositivos y plataformas son distintos, pero
han transformado muchos ámbitos de nuestra vida. El reto es lograr una incorporación
con sentido y relevancia que permita explotar la tecnología para facilitar el
aprendizaje, comenta la investigadora. Entonces, la pregunta no debe ser si se
debe o no utilizar la tecnología como herramienta en las escuelas. La pregunta
es cómo hacerla parte del proceso educativo. Cómo aplicarla
de la mejor manera, a través de plataformas, programas y aplicaciones que
procuren un aprendizaje significativo en el alumno, y, por qué no, que hagan
más atractivo el contenido.
Los expertos
coinciden: la tecnología dentro de las aulas no es buena ni mala, per
se: es perfectible. Se puede pensar en una dinámica escolar donde el
celular o la tablet sean vistos y tratados como herramientas,
y ya no como esos polizones incómodos durante la hora de clase. Que sean
aliados de los estudiantes para hacerse de más información valiosa y sumen a su
aprendizaje.
Por MONTSERRAT
MUÑOZ
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