Los “gurús” de Sillicon Valley mandan a
sus hijos a escuelas donde no hay nada digital
Para explicar este
título nos hemos de ir a Palo Alto, cerca de Silicon Valley. Estamos en
California y andamos cerca de los grandes centros de la Revolución digital:
Google, Apple, Amazon, Facebook, etc. Esa revolución que nos ha proporcionado
tantos beneficios pero que también nos plantea preguntas acuciantes.
Existen infinidad de
soluciones digitales que nos facilitan la vida, que hacen prosperar la
industria, que promueven la difusión de la información a lo largo del planeta.
Pero en estos procesos comunicativos también caben las noticias falsas (fake
news), el espionaje de nuestros datos comerciales, de nuestros gustos y
nuestras preferencias políticas. Estamos vertiendo esta información de un modo
gratis en los móviles, las tabletas, los ordenadores.
Y la tarea de los
creadores de los últimos smartphones y tabletas, su modelo de negocio, es
mantenernos el mayor número de horas posibles ante las pantallas. Objetivo: recoger muchos, cientos
de miles de datos y crear perfiles de consumidores vendibles y lograr que
veamos mucha publicidad. Un ejército de ingenieros se dedica a que no nos
aparatemos de las pantallas.
Los adultos tenemos
una libertad, una responsabilidad y una madurez que nos permite tomar
decisiones sabias y priorizar el trabajo, el descanso, la familia y los amigos.
Y lo solemos hacer. A veces no. Los niños y adolescentes no cuentan
con esa madurez, son más vulnerables, más manipulables. Y ellos, sobre todo
cuando están solos, pierden de vista lo que les conviene.
Una de las mejores
revistas científicas del mundo en el campo de la salud infantil y juvenil es
JAMA Pediatrics. En un artículo de enero de 2019 señala lo siguiente: “Un
excesivo tiempo de pantalla puede impedir que la habilidad de los niños se
desarrolle óptimamente”. Y los ingenieros, los directivos, los gurús de Silicon
Valley lo saben. Y son conscientes de ello: no por haber leído este artículo
sino porque ellos mismo están intentando aumentar constantemente el tiempo que
los usuarios dedican su atención a las pantallas en detrimento de otras
prioridades humanas: aprendizaje, familia, trabajo, el ocio que nos recupera
del estrés.
Estas grandes
compañías están avisadas pues parte de la población ya sabe que su negocio está
en hipnotizar nuestras vidas. Y los usuarios se han manifestado para llamarles
la atención, entre ellos sus propios inversores. Dos grandes inversores, Jana y CalSTRS,
propietarios de 2000 millones en acciones de Apple, en una carta abierta,
recomendaron a esta compañía tomar decisiones para evitar la adicción de los
más jóvenes a móviles y tabletas. Apple reaccionó.
Google y Apple están
respondiendo a estas demandas con aplicaciones que invitan a limitar el
excesivo uso de pantallas a los más jóvenes. La razón científica es simple:
este interminable consumo de smartphones puede provocar la adicción de un menor.
Y la adicción es sinónimo de perder el mundo de vista y perder el interés por
la vida diaria más humana.
Un resultado es la
caída de la atención de estos niños y adolescentes. Solo prestan atención a lo
más brillante, trepidante, espectacular. La vida de cada día se torna,
entonces, gris y monótona. Por ejemplo la escuela. Hay que investigar mucho
más: pero la duración de la atención de los más pequeños está disminuyendo. Los
niños, cuando deben estar escuchando los cuentos de la maestra, base de la
lectura y la escritura; cuando deben estar construyendo su saber jugando a
contar garbanzos para dar los primeros pasos en cálculo; cuando deben forjar su
afán explorador en la progresiva observación de la naturaleza;
entonces se ven arrastrados en móviles y tabletas hacia fantasías mucho más
sugestivas y menos educativas.
De este modo va
creciendo el consenso, consecuentemente, que la educación, antes de secundaria,
no está en las pantallas que pueden ser adictivas. Y eso lo saben los más altos
responsables de Silicon Valley en la intimidad de su corazón y,
consecuentemente, mandan a sus hijos a la cercana escuela
Waldorf of the Peninsula en Palo Alto. Escuela carísima
que alardea de ofrecer el mundo más natural y real sin el rastro de nada
digital antes de secundaria: tizas, libros impresos, lápices, huertos, papeles,
tijeras romas, pinturas. Un mundo que promueve la atención ante lo
lento, la concentración ante lo valioso, el gusto artesano por producir una caligrafía
esmerada: sosiego y aprendizaje.
Cuando los móviles
invaden los hogares y las tabletas invaden las escuelas de medio
mundo, las clases altas de Silicon Valley, y también las clases altas de otros
rincones de Occidente, protegen a sus hijos de las limitadoras pantallas en las
mejores escuelas. Steve Jobs (Apple) y Bill Gates (Microsoft) ya empezaron a
limitar las pantallas a sus hijos hace unos años.
Tomemos nota: lo más
elegante, lo más cool y glamuroso es no estar, ni padres ni
hijos, enganchados a los móviles y las tabletas. Las clases más sencillas, fascinadas
por la última novedad, se suman a la última invención y exhiben, padres e
hijos, móviles grandes que se confunden con tabletas pequeñas. Los
hijos de las clases más altas, cultas e informadas, prosperan cerca de la
realidad más auténtica y original.
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