Cada medio de comunicación tiene su propia naturaleza. En el caso de la televisión la fuerza de la imagen hace que sea, sobre todo un medio testimonial. El ojo de la cámara da testimonio de lo que ocurre, pero no explica por qué ocurre. En el espectador se crea la ilusión de una participación emotiva en los acontecimientos, especialmente en aquellos que alcanzan la categoría de grandes acontecimientos mediáticos, sobre todo si comportan retransmisiones en directo. Bodas reales, guerras, catástrofes, olimpiadas, elecciones, entierros de mandatarios, partidos de fútbol... pueden sentar a la audiencia ante el televisor durante horas. Se tendrá al final la sensación de haberse sido partícipe de un acontecimiento histórico —si es un partido de fútbol se tratará siempre del partido histórico... de la última semana—.
A partir de estos datos el profesor Sartori, uno de los teóricos más brillantes de la ciencia política, ha desarrollado su teoría del homo videns. Como el propio título indica, para el profesor italiano la aparición de la televisión y las sucesivas formas de vídeo-ver están produciendo una mutación antropológica: el homo sapiens se está convirtiendo en homo videns. El razonamiento es que la televisión destruye la capacidad de abstracción,
«... la televisión invierte la evolución de lo sensible en inteligible y lo convierte en el ictu oculo, en un regreso al puro y simple acto de ver... produce imágenes y anula los conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender».
Pero lo más importante es que
«... la televisión no sólo es un instrumento de comunicación; es también, a la vez, “paidía”, un instrumento “antropogenético”, un medium que genera un nuevo ánthropos, un nuevo tipo de ser humano».
Este nuevo ser humano es el vídeo-niño, educado en y por la televisión, que ha perdido su capacidad de razonamiento, un ser reblandecido por la televisión, adicto de por vida a los video-juegos.
Ninguna evidencia empírica fundamenta tan radical crítica. Me parece que esta tesis es una de esas intuiciones unilaterales, que quizá no resistan la crítica científica, pero que abren caminos de reflexión, de manera que, pasado un tiempo, la tesis es abandonada, pero muchas de sus afirmaciones fructifican en verdades plenamente aceptadas. Que la televisión no sea un medio discursivo no quiere decir que su influencia haga perder a las nuevas generaciones —ciertamente muy influenciadas desde la niñez por el medio— su capacidad de abstracción y pensamiento racional. El lenguaje audiovisual aporta otra dimensión de la realidad y una de las consecuencias que puede obtenerse de la crítica de Sartori es la necesidad de educar en la lectura crítica de los mensajes audiovisuales.
En lo que a nosotros nos ocupa, a la abstracción —o mejor a los por qués y para qués— ha de llegarse a través de la palabra, pero siempre partiendo del valor testimonial de las imágenes. Además, pueden crearse mensajes con alto grado de abstracción (por ejemplo para explicar el contenido de una sentencia, un acuerdo de paz o un tratado internacional) utilizando los recursos que nos ofrece la infografía y la imagen virtual. Aquí la palabra se hace de nuevo escrita, pero con la brevedad conminatoria del rótulo, del título, del enunciado. La contextualización de las imágenes por unos u otro medios es una de las obligaciones ineludibles del periodista.
Extraído de
Palabra e imagen en la información internacional
Rafael DÍAZ ARIAS
Documentación de las Ciencias de la Información
2001, número 24, 269-281