¿Qué influencia
tiene la televisión en la formación de valores y actitudes? ¿Cuál es su
capacidad modelizadora? ¿Cómo afecta nuestras actitudes? ¿Existe una tendencia a la imitación?
Televisión y
socialización. Influencia de la televisión en la formación de valores y
actitudes
La seducción que la TV ofrece se fundamenta en la
satisfacción de necesidades sensoriales y psíquicas. Se lleva a cabo desde la
irracionalidad, ejerciendo en algunos casos una función catártica que libera
emociones internas contradictorias. Así, no sólo entretiene y satisface
necesidades psicológicas, sino que, actuando a nivel inconsciente, realiza una
socialización afectiva. A través de lo que ven, leen, oyen y viven los niños/as
van adquiriendo una idea de sí mismos, de las otras personas, del mundo que los
rodea, de lo bueno y de lo malo, es decir se van socializando. La socialización
a través de los relatos, por medio de asociaciones y transferencias, no es algo
nuevo. «
Los relatos llevan al psiquismo
del espectador desde la activación del deseo a la inducción de ideologías, de
principios y valores, de conductas y comportamientos» (Ferrés, J.).
Esa misma función que puede atribuirse a los relatos
televisados ha sido atribuida a los cuentos, pero en el caso de los cuentos
clásicos, además de transmitir una visión de la sociedad, escondían una
intención moralizadora (la maldad es castigada, la bondad es premiada, el héroe
a través del esfuerzo logra las metas propuestas, etc.), la literatura infantil
actual mantiene de alguna forma el efecto socializador pero intentando superar
los estereotipos existentes en la literatura clásica, en tanto no puede decirse
lo mismo de los contenidos televisivos, guiados más por criterios comerciales y
efectistas que educativos. La TV es un medio que permite multiplicar las
experiencias infantiles. El problema es que estas experiencias vicarias o
mediatizadas tienden en algunos casos a sustituir las reales o se ofrecen en un
momento del desarrollo evolutivo donde no pueden ser asimiladas y elaboradas
críticamente. En la TV este aprendizaje socializador por asociación o
transferencia se realiza a menudo lejos de la esfera de la racionalidad y la conciencia. El
niño/a que escucha un cuento o ve un filme no se identifica con el héroe bueno
porque es bueno sino porque es héroe, porque encarna unas necesidades psíquicas
de las que él no es consciente. A menudo ocurre algo similar con el espectador
adulto.
Cuando un espectador se identifica con un personaje que
encarna una ideología o una ética que no son suyas, es porque la energía
emotiva pesa más que su energía racional. Es la fascinación emotiva lo que le
lleva a adherirse al héroe y a todo lo que representa. (Ferrés).
Parte importante del proceso socializador es la adquisición
de valores y actitudes. Los valores son un tipo de creencia que lleva al sujeto
a actuar de una manera determinada; son creencias que prescriben el
comportamiento humano; son, por tanto, ideales que siempre hacen referencia al ser
humano y que éste tiende a convertir en realidades o existencias (García Mauriño).
Son guias y determinantes de actitudes sociales e ideológicas por una parte y
del comportamiento social por otra. Orientan la vida y marcan la personalidad,
inspirando juicios, conductas y normas.
Las actitudes son formas concretas, predisposiciones
estables, de comportarse ante la realidad que están motivadas y fundamentadas
por valores. Constituyen la raíz del comportamiento y están integradas por
componentes cognitivos, afectivos y conativos.
La relación entre valores y actitudes es compleja y sobre
ella se han dado distintas interpretaciones: Para algunos el valor es un
concepto más amplio que el de actitud, de manera que cada valor generada un
conjunto de actitudes. Para otros, en cambio, los valores son componentes de
las actitudes.
Consideramos que los valores son más generales, son
proyectos globales de existencia que se instrumentalizan y se manifiestan en
las actitudes. La actitud es, por tanto, una respuesta electiva ante los
valores. Esta elección supone el conocimiento y la aceptación del valor.
Las actitudes no son innatas, en su formación intervienen
muchos factores, tanto personales como sociales. Son, por tanto educables, si
bien una vez adquiridas son estables, es decir se adquieren de forma duradera y
se manifiestan en todas las acciones del sujeto.
Existen distintas teorías acerca de cómo educar las
actitudes que destacarían la motivación, la imitación y la actuación. Los
efectos de la TV sobre la formación de actitudes deben estudiarse
fundamentalmente a partir de las teorías centradas en la imitación del modelo,
vinculadas al aprendizaje por observación. En la adquisición de actitudes, como
parte del proceso de socialización, tiene gran importancia, la identificación
con el «modelo». Los primeros modelos son los padres, en segunda instancia el
grupo de iguales y en todo momento la sociedad en general, mediante sus normas
y valores vigentes y también a través de los medios de comunicación. La
imitación de modelos puede ser directa por la observación de modelos vivos, o simbólica,
a través de la TV, el cine, los cómics, la literatura, etc. Se ha demostrado que
las personas pueden variar su conducta, tanto en lo positivo como en lo
negativo, como resultado de la exposición a actos y valores ajenos “La Policía de EE UU ha empezado a actuar como
han visto que lo hacen sus colegas de la pantalla. Hablan
y se mueven como ellos”. El director Montxo Admendáriz contó ayer esta
anécdota en un debate en la Universidad
Internacional Menéndez Pelayo, junto a otros
dos cineastas, Alejandro Amenábar y Agustín Diaz Yanes, que
hablaron del tremendo impacto que el cine produce en la realidad. «Lo que un filme quiere reflejar de la
realidad y lo que esta chupa de las películas es una interacción muy presente
ya en la vida real», señaló Armendáriz»
Se pone así de manifiesto que quienes producen y crean la
realidad ficticia de las pantallas son plenamente conscientes del efecto que
ésta ejerce sobre las actitudes y comportamientos de las personas, llegando a
convertirse en modelos a imitar. «...Los
individuos influidos redefinen su identidad social atribuyéndose las
características estereotipadas asociadas al grupo de pertenencia de la fuente
de influencia”
La capacidad socializadora de la TV es posible ya que
responde a todas las condiciones que la psicología social atribuye a los
modelos con alta potencialidad modeladora que son los siguientes:
1. La identificación con el modelo: Es decir la presencia de
modelos con el sujeto pueda sentirse identificado y que reconozca parecidos a
sí mismo. Los programas de alta audiencia buscan intencionadamente que entre
sus personajes haya diferentes estilos y edades para posibilitar la
identificación y tener así acceso a distintos públicos. Se sabe que la presencia
de niños/as en las series aumenta la audiencia.
2. El atractivo físico del modelo. La belleza suele ser un
requisito imprescindible de los personajes televisivos, sean programas de
ficción, publicidad e incluso en los informativos o programas culturales se
cuida la imagen de los presentadores.
3. Los refuerzos de la actuación del modelo: Se favorecen si
la conducta observada es premiada y se inhiben si es castigada.
4. La excitación emocional: El recurso de dirigirse al nivel
emocional del espectador empleado por el medio televisivo aumenta las
posibilidades de modificar la conducta social de los mismos.
Si se comparan las actitudes potenciadas desde la cultura
escrita con las de la cultura audiovisual, se observa que en tanto la primera
desarrolla la capacidad de concentración y abstracción fomentando así la paciencia
en la postergación del placer (al provenir del significado éste sólo es posible
cuando se comprende el sentido y ello requiere un análisis lógico y gramatical previo),
la segunda en que el goce depende del significante y se apoya en la
hiperestimulación sensorial ofrecen una gratificación inmediata favoreciendo la
impaciencia. «Mientras que la palabra siempre tiene dentro la posibilidad de
expresar la inquietud, la duda, el afán de búsqueda. No sucede lo mismo con la
imagen y su exceso, como subraya Giovanni Sartori en su Homo videns, ya que nos
vuelve cada vez más ciegos al presentamos como verdad absoluta lo que sólo es
un instante y un ángulo de la
realidad. De esta forma la ignorancia se va haciendo cada vez
más profunda, plagada de estereotipos y flashes que se superponen hasta
convertimos en simples espectadores de la realidad....
Otra de las actitudes potenciadas por la TV es el
consumismo. La incitación al consumo es propia del medio, ya que no es posible
olvidar que la programación se rige más, por no decir casi exclusivamente, por
criterios comerciales que culturales o educativos, lleva a los sujetos a
desearlo «todo » y desearlo «ya», es decir estimula un alto nivel de
aspiraciones sin fomentar la perseverancia en la consecución de los fines, lo
cual conduce a una baja tolerancia a la frustración.
Los nuevos estudios sobre inteligencia emocional han
demostrado que tan importante, o incluso más, para pronosticar el éxito profesional
y personal es el CI, como la capacidad de motivarse a si mismo, de perseverar
en el empeño a pesar de las frustraciones, de controlar los impulsos y regular
los estados de ánimo. Así la educación deberá contrarrestar los estímulos
negativos del mensaje televisivo ayudando a las personas en su propio
conocimiento y autoestima, valorando más el ser que el tener, conociendo sus
posibilidades y limitaciones, deseando aquello posible y teniendo fortaleza
para conseguir los objetivos sin desmoralizarse por las dificultades.
A pesar del énfasis dado a los posibles daños sociales de la
TV, una visión más equilibrada sobre el impacto del medio en los niños/as nos
lleva a aceptar también que pueden obtener de ella un beneficio ya que los/as pone
en contacto con aspectos de la vida que de otro modo no podrían conocen La TV
entretiene, informa y presenta modelos de rol a los niños/as y puede ser un
instrumento en el aprendizaje de comportamientos prosociales.
Los niños que habían observado un programa donde se
destacaba un comportamiento altruista eran más propensos a compartir lo que
poseían que aquellos que habían observado un comportamiento egoísta. Estudios
llevados a cabo con niños/as preescolares empleando programas como Sesame
Street, mostraron que pueden aprender y de hecho aprenden muchas lecciones de
valor en la TV, especialmente si ven los programas en compañía de sus
padres/madres u otros niños/as mayores. La TV puede ser un instrumento valiosos
en casa o la escuela si se emplea adecuadamente para desarrollar intelectual y
socialmente a los niños/as, siendo importante para ello identificar las formas
de minimizar las influencias adversas y maximizar las saludables de la TV,
enseñando a los niños/as a ser telespectadores «cultos».
Extraído de
Revista Complutense de Educación
1998, vol. 9. ni 2:41-77
El mundo de la televisión
Diana García Corona
Profesora Departamento MIDE. Facultad de Educación
Universidad Complutense de Madrid
Ana Isabel Martín Ramos
Licenciada en Ciencias de la Educación