Hace unos días la SEP (Secretaría de Educación Pública) dio a conocer que (debido a la pandemia del covid-19) el ciclo escolar 2020-2021 se iniciará a distancia. Para trabajar a distancia hizo un acuerdo con cuatro televisoras (Televisa, TV Azteca, Grupo Imagen y Grupo Multimedios) para que den el servicio educativo a los aproximadamente 30 millones de estudiantes del país. Además, resaltó ayudarse de internet y la radio. Para los estudiantes que no tengan acceso a ninguno de los anteriores medios, la SEP comentó que a través del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe) se les hará llegar cuadernillos de trabajo. Lo anterior forma parte de una estrategia para no agravar el rezago educativo que se encuentra produciendo el tener las escuelas cerradas.
Al respecto, Manuel Gil Antón -académico del
Colegio de México (COLMEX)- inició una crítica de la decisión tomada por la
SEP. Primero, indica que la estrategia de la SEP no contempla la
experiencia de los profesores. Pero su crítica sobresale cuando menciona que el
plan desnuda la pobreza pedagógica del gobierno; se refiere al uso de la
televisión como medio pedagógico a implementarse.
Gil Antón toma como referente a Freire para
cuestionar el plan de la SEP. Expresa que la estrategia es la evidencia clara
que la SEP concibe a los estudiantes como sujetos a los que hay que
depositarles conocimientos, dejando de lado el diálogo que se debe entablar en
todo proceso formativo. En sus palabras: “nunca había visto yo un elogio tan
grande a lo que don Paulo Freire llamaría la educación bancaria, que consiste
en un emisor, un transmisor y luego un espectador; que recibe como cubeta el
agua que vierte con una manguera la fosa autorizada del ogro
filantrópico en su modalidad pedagógica”. Me parece que Gil Antón
olvida la capacidad de agencia de las personas; es un error
pensar que la gente percibe pasivamente todos los mensajes que recibe.
En general, me encuentro de acuerdo con Gil Antón,
pero no coincido con el argumento teórico con el que sostiene su visión. A mi
juicio, la estrategia de la SEP es la de reproducir información; dicho plan
proviene de la noción social que se tiene de la educación (o tal vez deba decir
escolarización); esto no solo incluye el uso de la televisión o internet, sino
también incluye el trabajo presencial en el aula.
Bauman refiere al estudio de D. Myers, quien
analizó el significado de la educación en 13 civilizaciones y llegó a la
conclusión que actualmente la educación es vista como un producto.
Bauman interpreta “cuando es considerada como un producto, la educación pasa a
ser una cosa que se consigue, completa y terminada, o relativamente acabada”.
En este sentido, si la educación es vista como un producto, entonces puede ser
otorgada mediante cualquier forma, sea televisiva, online e
incluso presencial, pues de lo que se trata es de reproducir ideas
y no de producirlas.
La crítica que realiza Manuel Gil Antón me parece
pertinente, ya que el shock que nos ha generado la pandemia no
debe hacernos tomar decisiones a la ligera que en un futuro -cercano- podríamos
lamentar. La SEP nos ha planteado la forma (la televisión como
herramienta pedagógica) pero ha evitado detallar la manera en
que se empleará (por ejemplo, el diseño de los programas televisivos).
El uso de la televisión en un tiempo en el que es
difícil el regreso presencial a clases me parece una opción adecuada. Pero
antes de llevar a cabo el plan debemos anticipar ciertos cuestionamientos que
ayuden a enriquecerlo: ¿de qué manera es posible el uso pedagógico de la
televisión? ¿es la televisión mala maestra?
En mi lectura subalterna del origen de la
telesecundaria, recuerdo haber leído que éstas se originaron para llegar a la
población rural; en ellas se adecuaba un espacio en el que se instalaba una
televisión y a los estudiantes se les otorgaban dos cuadernillos (conocidos
como conceptos básicos y guía de aprendizaje). Alguien de la población se
encargaba de ir a prender la televisión y poner la programación. Pronto la
estrategia generó problemas, ya que los estudiantes tenían dudas en cuanto a
ciertos conceptos y vocabulario que manejaba el programa y que no se
solucionaban al leer los cuadernillos. También, se encontraban con dificultades
al momento de resolver las actividades planteadas en el cuadernillo. Lo
anterior llevó a la exigencia de enviar profesores. En un inicio el profesor de
telesecundaria se dedicaba a socavar dudas que surgían del programa televisivo
y de interpretar lo que pedía el cuadernillo de actividades.
Tal vez encontremos las mismas dificultades al
echar a andar el plan de la SEP. Las familias que no se encuentran cercanas al
lenguaje escolar se les dificultará ayudar a sus hijos.
A mi juicio, debemos tener mucho tacto al
momento de emplear la televisión como herramienta pedagógica. Propongo dejar de
lado una programación grabada en la que se muestre una especie de documental
que oriente a los estudiantes a resolver lo que se le pide en el libro. Se debe
emplear la mayor inteligencia posible. Pienso en realizar clases en vivo para
que los estudiantes puedan plantear sus dudas al momento de la explicación,
además seleccionar a un grupo de estudiantes, que desde sus casas funjan la
manera en que se está llevando la clase. El programa en vivo permitiría una ida
y vuelta sobre el tema escolar; regresiones que frecuentemente acontecen en el
aula. Esto se complementaría con que los profesores pudieran llamar a sus
alumnos o escribirse vía WhatsApp con la intención de dar un seguimiento
puntual a la formación académica y la situación emocional de los alumnos.
Además, sería interesante proyectar películas
dándoles un sentido educativo; incluso construir nuevos objetivos escolares.
(De la anterior, habrá que sumar más y mejores propuestas).
Con lo anterior se atisba la gran labor que
conlleva una programación televisiva con sentido pedagógicos. En este contexto,
me parece adecuada la propuesta de K. Popper (2006) de conceder a las
televisoras una patente para producir programas. En nuestro contexto, por la
situación que vivimos es necesario conceder la patente a las televisoras y
después evaluarlas (desde el vocabulario que emplean hasta las actividades que
propician); esto ayudará a ir mejorando la estrategia, ya que mientras la
pandemia no cese, será uno de los pocos medios para llevar la educación a las
familias mexicanas.
La televisión puede ser buena maestra, así como lo
puede ser el teatro, la lectura de un libro; todo depende de la manera en que
se emplee.
Por último, para animar el pensamiento, quiero
compartir una frase de Popper (2006, p. 38), quien indica que “la televisión,
así como es una tremenda fuerza para el mal, podría ser una tremenda fuerza
para el bien”.
Por Iván Uuli
Estudiante de doctorado en Ciencias en la
especialidad de Investigaciones Educativas en el Departamento de
Investigaciones Educativas del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados
(DIE-Cinvestav). Su línea de investigación actual refiere a la comprensión de
las relaciones entre escolaridad y trabajo en jóvenes rurales. Correo
electrónico: jairo.auli@cinvestav.mx
Fuente: http://www.educacionfutura.org/es-la-television-mala-maestra/
No hay comentarios:
Publicar un comentario