¿Quién tiene la capacidad de establecer sentidos? ¿Qué intereses
hay detrás de los medios? ¿Son imparciales? ¿Qué valores sustentan? ¿Libertad
de expresión o de empresa?
1. El sistema mediático contemporáneo demuestra
capacidad de fijar sentidos e ideologías, seleccionando lo que debe ser visto,
leído y oído por el conjunto del público. Por más que existan por parte de
lectores, oyentes y telespectadores expectativas y respuestas diferenciadas a
los contenidos recibidos, son los grupos privados de comunicación que
prescriben orientaciones, enfoques y énfasis en los informativos; cuáles son
los actores sociales que merecen ser incluidos o marginalizados; cuáles las
agendas y pautas que deben ser destacadas o ignoradas.
Los medios difunden juicios de valor y sentencias
sobre hechos y acontecimientos, como si estuvieran autorizados a funcionar como
una especie de tribunal, sin ninguna legitimidad para eso. Su intención,
asumida pero no declarada, es diseminar contenidos, ideas y principios que
ayuden a organizar y unificar la opinión pública en torno a determinadas
visiones de mundo (casi siempre conservadoras y sintonizadas con el estatus quo).
Los medios eligen los actores sociales,
articulistas, analistas, comentaristas y columnistas que deben ser prestigiados
en sus vehículos y programaciones. En la mayor parte de los casos, como observa
Pierre Bourdieu, estos portavoces nada no hacen más que reforzar el trabajo de
los “think tanks” neoliberales en favor de la mercantilización general de la
vida y la desregulación de las economías y los mercados. En efecto, los
“intelectuales mediáticos” o “especialistas” dicen todo aquello que sirve a los
intereses de clases e instituciones dominantes, combatiendo y descalificando
ideas progresistas y alternativas transformadoras.
Los grupos mediáticos mantienen también acuerdos y
relaciones de interdependencia con poderes económicos y políticos, en busca de
presupuestos de publicidad, patrocinios, financiaciones, exenciones fiscales,
participaciones accionarias, apoyos en campañas electorales, concesiones de
canales de radiodifusión, etc. No son neutros y exentos, como quieren hacer
creer; son parciales, toman partido, favorecen los intereses mercantiles,
defienden posiciones políticas, combaten ideológicamente a los opositores.
2. Los medios se apropian de diferentes léxicos para
intentar colocar dentro de sí todos los léxicos, a servicio de sus objetivos particulares.
Palabras que pertenecían tradicionalmente al léxico de la izquierda fueron
resignificadas durante la hegemonía del neoliberalismo en las décadas de 1980,
1990 y parte de 2000. Cito, de inmediato, dos palabras: reforma e inclusión. De
la noche a la mañana, pasaron a ser incorporadas a los discursos dominantes y
mediáticos, en sintonía con el ideario privatista. Se trata de indiscutible
apropiación del repertorio progresista, que siempre asoció reformas al
imaginario de la emancipación social. Las apropiaciones tienen el propósito de
redefinir sentidos y significados, a partir de ópticas interpretativas propias.
3. Al celebrar los valores del mercado y del
consumismo, el sistema mediático subordina la existencia al mantra de la
rentabilidad. La glorificación del mercado consiste en presentarlo como el
ámbito más adecuado para traducir anhelos, como si sólo él pudiera convertirse
en instancia de organización societaria. Un discurso que no hace más que
realzar y profundizar la visión, claramente autoritaria, de que el mercado es
la única esfera capaz de regular, por sí misma, la vida contemporánea. Los
proyectos mercadológicos y los énfasis editoriales pueden variar, menos en un
punto: las corporaciones operan, consensualmente, para reproducir el orden del
consumo y conservar hegemonías instituidas.
4. Los discursos mediáticos están comprometidos con
el control selectivo de las informaciones, de la opinión y de los juicios de
valor que circulan socialmente. Eso se manifiesta en las manipulaciones de los
noticieros y la interdicción de los puntos de vista antagónicos, afectando la
comprensión de las circunstancias en que ciertos hechos acontecen (generalmente
los que son contrarios a la lógica económica o a las concepciones políticas
dominantes).
Los medios masivos buscan reducir al mínimo el
espacio de circulación de ideas contestatarias – por más que estas continúen
manifestándose y resistiendo. La meta es neutralizar análisis críticos y
expresiones de disenso. Un ejemplo de lo que acabo de decir son los enfoques
tendenciosos sobre las reivindicaciones de movimientos sociales y comunitarios.
Son frecuentemente subestimadas, cuando no ignoradas, en los principales
periódicos y telediarios, bajo el argumento falaz de que son iniciativas
“radicales”, “populistas”, etc. La vida de las comunidades subalternas y pobres
está disminuida o ausente en los noticieros.
5. El sistema mediático rechaza cualquier
modificación legal que ponga en riesgo su autonomía y sus ganancias. A
cualquier movimiento para la regulación de la radiodifusión bajo concesión
pública, reacciona con violentos editoriales y artículos que presentan los
gobernantes que se solidarizan con la causa de la democratización de la
comunicación como “dictadores” que quieren sufocar la “libertad de expresión”.
Es una grosera mistificación. Lo que hay, en verdad, es el bloqueo del debate
sobre la función y los límites de la actuación social de los medios. Las
grandes empresas del sector no tienen ninguna autoridad moral y ética para
hablar en “libertad de expresión”, pues niegan diariamente la diversidad
informativa y cultural con el control selectivo de la información y la opinión.
Se confunden intereses empresariales y políticos con lo que sería,
supuestamente, la función de informar y entretener. Todo eso acentúa la
ilegítima pretensión de los medios hegemónicos de definir reglas
unilateralmente, inclusive las de naturaleza deontológica, para colocarse por
encima de las instituciones y los poderes constituidos, ejerciendo no la
libertad de expresión, sino la libertad de empresa.
6. Los conglomerados detienen la propiedad de la
mayoría de los medios de difusión, la infraestructura tecnológica y las bases
logísticas, lo que les confiere dominio de los procesos de producción material
e inmaterial. La digitalización favoreció la multiplicación de bienes y
servicios de infoentretenimiento; atrajo players internacionales para negocios
en todos los continentes; intensificó transmisiones y flujos en tiempo real; y
agravó la concentración en sectores complementarios (prensa, radio, televisión,
internet, audiovisual, editorial, telecomunicaciones, publicidad, marketing,
cine, juegos electrónicos, móviles, plataformas digitales, etc.).
Todo eso hace sobresalir nuevas formas de plusvalía
en la economía digital: la tecnología que posibilita sinergias y convergencias;
el reparto y la distribución de contenidos generados en las mismas matrices
productivas y plataformas; la racionalidad de costes y la planificación de
inversiones.
Se origina de ahí un sistema multimediático con
flexibilidad operacional y productiva, que incluye amplia variedad de
iniciativas y servicios digitales, flujos veloces, espacios de visibilidad,
esquemas globales de distribución, campañas publicitarias mundializadas y
técnicas sofisticadas de conocimiento de los mercados. La finalidad es
garantizar el mayor dominio posible sobre las cadenas de fabricación,
procesamiento, comercialización y distribución de los productos y servicios,
incrementando la rentabilidad y los dividendos monopólicos.
Autor
- Dênis de Moraes es investigador senior del Consejo
Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) y de la Fundación Carlos
Chagas Filho de Amparo a la Investigación del Estado de Río de Janeiro
(FAPERJ), de Brasil. Autor, entre otros libros, de Medios, poder y contrapoder,
con Ignacio Ramonet y Pascual Serrano (Biblos, 2013), La cruzada de los medios
en América Latina (Paidós, 2011) y Mutaciones de lo visible: comunicación y
procesos culturales en la era digital (Paidós, 2010).
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