Como se puede deducir del análisis de las investigaciones
llevadas a cabo acerca del procesamiento cognitivo de la TV por los niños/as,
lo que sabemos sobre la atención a y comprensión que éstos tienen de lo que ven
en la TV ha cambiado considerablemente en los últimos años.
En el pasado, hubo una teoría dominante de la visión de TV,
que consideraba la atención y la comprensión, especialmente la del pequeño
telespectador, como «reactiva» y controlada por el aparato de TV.
Posteriormente, otros autores han presentado una
alternativa; la atención visual está activamente bajo el control del telespectador,
incluso del pequeño telespectador, y está en los esfuerzos del mismo para
comprender el programa de TV y desplegar la atención eficientemente entre la TV
y otros aspectos. La investigación reciente entiende cómo la atención y la
comprensión puede combinar procesos activos y reactivos.
La teoría reactiva
Existe una teoría implícita que constituye la base de casi
todas las más tempranas concepciones de la naturaleza de la visión de la TV. De acuerdo con esta
teoría, la atención visual a la TV es fundamentalmente reactiva y pasivamente
controlada por características no significativas superficiales del medio. En
general, los/as telespectadores/as más jóvenes son vistos como los/as más
reactivos/as y posiblemente controlados/as por ella.
La teoría reactiva sostiene que la TV mantiene la atención
gracias a ciertas características formales «salientes» (características
visuales: movimientos, cortes, zooms; y algunas características auditivas, como
efectos de sonido). Una vez que la atención ha sido capturada se inician
procesos más o menos automáticos de comprensión y retención. Se considera que la
información retenida está en un nivel relativamente bajo ya que aplicar de la
atención a una estimulación nueva puede interferir con nuestra habilidad para
almacenar.
Por tanto, la dirección de influencia va desde la TV al
telespectador en tanto se minimiza la influencia de las intenciones del
telespectador, sus estrategias y experiencias. Lesser señala que un niño puede
estar muy atento a un programa de TV de una manera involuntaria. Por ejemplo,
puede prestar atención principalmente a causa de la novedad y lo atractivo de
lo presentado, más que a causa de algún esfuerzo en la atención deliberada.
Esta aceptación de una forma involuntaria de atención puede quizás ser la base
para su visión de TV. Formas más voluntarias, estratégicas de atención
caracterizan la visión de los niños/as más mayores y adultos. La TV es vista
como poseedora de una influencia excepcionalmente poderosa ya que el niño/a
actúa reactivamente en su presencia.
Los niños/as son ineficientes en seleccionar, dividir y
mantener la
atención. Existen diferencias de edad en el patrón de
procesamiento de TV, particularmente con respecto a la relación entre ver y
escuchar la TV. Mander
sugiere que, como la atención es controlada por las escenas cambiantes, el
conocimiento es pasivo: «ningún conocimiento, ni discernimiento, ni nos damos
cuenta de la experiencia que uno está teniendo» así “el telespectador es poco más que un recipiente
de recepción”.
La aceptación de la teoría reactiva ha dado forma a nociones
sobre los efectos cognitivos de la TV en los niños/as, estrategias para la
producción de TV educacional y de entretenimiento, y el uso de la TV en marcos
educacionales.
La teoría activa
En los últimos años existe un crecimiento en el número de
estudios que examinan no sólo cómo la TV afecta a los niños/as, sino también
qué efectos tienen las capacidades de los niños/as (el conocimiento, el sexo, o
el status socioeconómico) en la forma en que ésta les afecta. Crecientemente
más investigaciones siguen la hipótesis de Schramm, Lyle, y Parker para acentuar
lo que los niños/as traen al medio.
Ciertos autores han llegado a concebir la visión de la TV
como una transacción cognitiva activa entre el pequeño telespectador, la TV y
el entorno de visión. Estos autores ofrecen una explicación teórica de cómo esa
transacción se aplica a la atención y comprensión.
El telespectador, a través de la experiencia con la TV así
como de la experiencia con el mundo general, desarrolla expectativas acerca del
flujo temporal y conceptual de los programas de TV. La atención visual al
contenido televisivo es conducida en gran parte por esos esquemas de
expectativas.
La teoría activa intenta dar cuenta de los comienzos y
finales de la atención visual como una función de las características
individuales del telespectador, la forma y el contenido del programa de TV, y
la naturaleza del entorno de visión. Puesto que la atención visual es guiada
por el esquema de comprensión, la teoría activa pone el control de la visión
directamente en el telespectador más que en la TV. El telespectador no
responde de forma refleja a las características salientes sin significado de un
medio, sino que basado en su experiencia con el medio, familiaridad con el
programa, nivel de desarrollo cognitivo, y conocimiento del inundo general, el
telespectador aplica estrategias apropiadas al programa y entorno de visión.
Las variaciones de atención visual a la TV tienen una base racional y
representa una interacción continua entre el contenido conceptual del programa
y la comprensión del telespectador de ese contenido.
La teoría activa no implica que cualquier contenido de TV
sea «bueno» o «malo» sólo en función de quien lo percibe y no contradice, por
tanto, los descubrimientos que indican que algunos tipos de programación pueden
llevar a un comportamiento antisocial. La teoría activa únicamente sugiere que
el telespectador no incorpora pasivamente el contenido de una manera uniforme,
sino que aplica su propia experiencia y comprensión a ese contenido.
Los esfuerzos para dar cuenta del impacto de la TV debe
considerar que el telespectador trae a la TV al menos tanto como ésta trae al
telespectador.
La cuestión de qué es lo que un niño/a trae a la TV tiene al
menos dos enfoques:
— Un primer enfoque percibe al niño/a como un respondedor
activo a las demandas del medio. El medio activa diferencialmente o provoca (hace
funcionar) las respuestas cognitivas o emocionales de los niños/as con
capacidades y tendencias cognitivas particulares. La naturaleza exacta de esas
respuestas depende de los atributos del medio y de los del niño/a.
— Un segundo enfoque es más fenomenológico y sigue más
directamente una perspectiva de psicología social. El niño/a es percibido no
sólo como un respondedor, sino también como un determinador potencial de la
experiencia de TV. El niño/a no siempre responde a los atributos «reales» del
medio sino que aplica a este sus percepciones y atribuciones a menudo
compartidas culturalmente que afecta al tipo de experiencias con las que se
encuentra. Así, lo que el niño/a trae a la pantalla es tomado para establecer
los límites a qué y a cómo la TV elicita de él o de ella; y, lo que el niño/a
trae a la pantalla —en términos de percepciones y expectativas— influye en cómo
el medio va a ser experienciado. En este último caso el medio, como percibido,
será la parte que ~
Hacia una síntesis
Ambas perspectivas, reactiva y activa, son complementarias.
Desde una perspectiva, aprendemos que los niños/as de diferentes edades pueden aprender
de la pantalla, ante qué cosas responden y de que forma reaccionan ante
determinados elementos. Por ejemplo, los niños/as más pequeños atienden a
características salientes pero no particularmente informativas y los más mayores
atienden a características menos salientes y más informativas. Desde la otra
perspectiva, aprendemos qué percepciones y expectaciones adquieren los niños/as
desde su medio ambiente, y cómo las aplican a la pantalla.
Salomon argumentaba que la visión de TV puede, para el
telespectador experimentado, ser una actividad cognitiva altamente
sobreaprendida, de tal forma que ésta consume pocos recursos mentales. Para el
adulto y el niño/a mayor, la visión llega a ser automática. Así, Salomon vio
que
los niños/as más pequeños son activos cognitivamente en la
visión de TV ya que éstos pueden estar aún aprendiendo cómo decodificar el
montaje de TV, pero el telespectador mayor adopta una estrategia de visión que
excluye procesamiento profundo del contenido. Contrariamente a la creencia
popular, la actividad cognitiva puede ser más grande en los telespectadores más
jóvenes, declinando con el desarrollo cognitivo, y la experiencia de visión.
Una segunda síntesis proviene de Wright y Huston, quienes
expusieron una teoría de la visión de TV que muestra que las características formales
salientes de la TV tales como movimiento pueden servir para aumentar el aprendizaje.
Calvert y otros muestran que aquellos niños/as cuya atención es la más influida
por las características formales son también quienes muestran la mayor
comprensión.
Una explicación, coincidente con la teoría activa, es que el
contenido llevado a través del «movimiento» es explícito, concreto y visual. La
comprensión de tal contenido debería beneficiarse de la atención visual y así
las diferencias individuales en la atención y la comprensión podrían ser una consecuencia
de niveles diferentes de destreza de visión de TV. Una explicación más
reactiva, sin embargo, es que la característica formal elicita un «reflejo de
orientación» hacia la TV y que el reflejo momentáneamente incrementa la
actividad de procesamiento de información del telespectador.
Extraído de
Revista Complutense de Educación
1998, vol. 9. ni 2:41-77
El mundo de la televisión
Diana García Corona
Profesora Departamento MIDE. Facultad de Educación
Universidad Complutense de Madrid
Ana Isabel Martín Ramos
Licenciada en Ciencias de la Educación
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