viernes, 26 de noviembre de 2010

Atrapados por los videojuegos

Trastornos del sueño, bajo rendimiento académico, obesidad y menor desarrollo de las habilidades sociales, son sólo algunas consecuencias del abuso de los videojuegos en los menores de edad.

Advertencia: "Los padres deben vigilar el modo en que sus hijos juegan ‘videogames’. Si su hijo o usted tienen alguno de los siguientes síntomas, detenga el juego y consulte con un médico: convulsiones, alteración de visión, contorsión de ojos o músculos, movimientos involuntarios, pérdida de consciencia, desorientación..."

Esta es la leyenda -bastante visible- que acompaña las instrucciones de los videojuegos y que, por lo general, es ignorada por los jugadores y por sus padres.

Lo que no dicen los manuales, pero sí un número creciente de estudios académicos, es que el abuso de los videojuegos está ocasionando en los niños y jóvenes trastornos del sueño, bajo rendimiento académico, dificultad para concentrarse, reducción de las capacidades sociales y de lenguaje, obesidad, mala nutrición, tendinitis, problemas visuales, entre otros ‘efectos secundarios’.

Pongámonos de acuerdo: Los videojuegos son moralmente neutros, no son buenos ni malos en sí mismos y, por lo tanto, su uso no puede ‘satanizarse’. Lo grave -y en eso coinciden los expertos consultados por El País- es el abuso que se haga de ellos.

Así lo advierte una investigación del Laboratorio de Psicología de la Universidad San Buenaventura de Cali, según la cual los videojuegos, cuando se convierten en una adicción, "favorecen la conducta impulsiva y agresiva (...) y generan problemas con el manejo del dinero similares a los de algunos ludópatas", como gastar lo destinado a la lonchera, tomar a escondidas el dinero de los padres "o realizar pequeños robos a fin de conseguir dinero para jugar".

También preocupa la edad, cada vez más temprana, en que se inician los niños en los videojuegos.

"A ellos se les remplaza la chupeta por el joystick, que es una especie de ‘chupeta electrónica’ que los mantiene ocupados, y les da a los padres -que no saben qué hacer con los hijos- tiempo para descansar, ver las noticias o el partido de fútbol", asegura el director del Colegio Philadelphia, Alexander Mosquera.

El psicólogo Augusto Pérez, Ph.D, asesor de la OEA para Infancia y Juventud, quien ha dedicado 30 años a la prevención de adicciones en los jóvenes, dice que no hay razón para que un niño menor de 10 años, que debería estar jugando, moviéndose y socializando con niños de su edad, pase más de media hora diaria al frente de un videojuego.

"Con nuestra permisividad, los padres estamos fomentando el sedentarismo y la obesidad infantil. Nadie puede alimentarse bien delante de la pantalla de un televisor, y mucho menos si tiene las manos ocupadas; el resultado es que los niños no comen, comen a medias o a deshoras, y luego no gastan las calorías ingeridas".

El bajo rendimiento académico es otra de las consecuencias de ese exceso, dice Pérez. "No nos digamos mentiras, ir al colegio es aburrido para muchos niños, porque son muchas horas de clases, lecciones y tareas. Pero si al colegio le ponemos una competencia desleal como horas y horas de videojuegos, será mucho peor".

Según Pérez, muchos padres ignoran o subestiman la influencia del abuso de los videojuegos en el cerebro de los niños.

"Mucho tiempo frente a una pantalla produce interferencia con las ondas del cerebro, ocasiona trastornos del sueño como pesadillas o insomnio, y un estado continuo y prolongado de excitación que pone a circular mayores niveles de adrenalina por el sistema nervioso", dice, y explica que si muchos ‘fans’ de los videojuegos tienen bajo rendimiento escolar es, en buena medida, porque su cerebro está entrenado para responder a los impulsos intensos que provienen de las imágenes de los videojuegos.

"Es sentido común: imaginen que, después de pasar horas con el cerebro sobreestimulado por los videojuegos, un profesor les pide que lean un libro, o que analicen, o que atiendan a una clase de historia o filosofía. Sencillamente se aburrirán y no lograrán concentrarse porque su cerebro está ‘formateado’ para responder a estímulos más fuertes", comenta.

En defensa de los jugadores compulsivos, Carlos Ortiz, un estudiante de Ingeniería de Sistemas de 20 años que llega a dormir dos o tres horas al día cuando juega, dice: "Los videojuegos no necesariamente son una pérdida de tiempo, muchos de mis viejos amigos de juego ahora trabajan en diseño de programación de videojuegos, se volvieron dueños de locales y montaron sus empresas".

Y aunque sabe que sus amigos no representan al común de los mortales, añade: "los videojuegos no son del todo malos. El 80% de los que jugamos somos bilingües. Estos juegos aumentan el racionamiento lógico y espacial, promueven la agilidad para las matemáticas, los sistemas y la memorización".

Por su parte Iván Lalinde, un ingeniero que pasó la tercera parte de su adolescencia frente a una consola, opina: "Mientras mis compañeros de clase se drogaban, yo estaba jugando. Si lo miramos así, mi ‘adicción’ no fue tan nociva después de todo". De nuevo, el eterno debate parece reducirse a un problema de equilibrio y moderación.

En Colombia no existen cifras oficiales que den cuenta de la magnitud del problema y el propio Secretario de Salud de Cali, Alejandro Varela, admite el gran vacío estadístico que existe en el Departamento en torno al tema.


Ha sido la aparición de casos en hospitales psiquiátricos y centros de rehabilitación de adicciones y ludopatías lo que ha encendido las alarmas. Así lo asegura Róbinson Montoya, psicólogo de la Fundación Colombiana de Juego Patológico, una de las primeras entidades en Colombia que ha diseñado terapias específicas contra el abuso de los videojuegos.

Juegos peligrosos
Juan, de 9 años, estudiante de tercero de primaria de un reconocido colegio al sur de Cali, confiesa que cuando duerme sueña que es el ‘Dios de la Guerra’, el violento personaje del videojuego que lo tiene ‘atrapado’ en este momento.

Su madre nos cuenta desprevenida que Andrés "está loco porque le compre el ‘San Andreas’, un juego que ya tienen sus primos y en el que hay que robar autos".

Ella se sorprende cuando le contamos que se trata de ‘Grand Theft Auto San Andreas’, un juego que ha sido prohibido en más de siete países y que sólo se vende a mayores de edad. "Entre más malo seas, mucho mejor, porque ganas más puntos. Hay que violar y matar prostitutas, matar policías, robar bancos, pelear y ser lo peor de lo peor", explica Johnatan, un universitario que hallamos un martes a las 3:30 p.m. en una tienda de videojuegos ubicada en Palmetto Plaza, donde promocionan el ‘San Andreas’ con un pendón gigante.

Según Ana María Gálvez, directora del Centro de Estimulación Integral, hay juegos de juegos, y el daño que puedan hacer depende de la edad física y mental del jugador.

Ella narra el escalofriante caso de Antonio, un paciente suyo de 8 años de edad, un niño alegre, amoroso y con buen desempeño escolar, que se vio inmerso en una historia de terror:

Sus padres, profesionales exitosos y muy ocupados, le patrocinaban los videojuegos para que estuviera entretenido, pues ésto les parecía menos dañino que verlo frente al televisor.

Antonio pasó de jugar un par de horas a la semana, a jugar seis horas diarias. Su rendimiento académico empezó a bajar, permanecía inquieto y disperso. La comunicación con los adultos desapareció por completo, no obedecía las normas, agredía a sus compañeros y su alegría se convirtió en enojo.

"Por las noches tenía pesadillas y buscaba pasarse a la cama de sus papás. En el día, se comía las uñas hasta que tenía de nuevo el control de alguno de sus videojuegos", recuerda la terapeuta.

El colegio les hizo un llamado de atención a los padres y les exigió acudir a una evaluación psicológica. Jamás pasó por la mente de los padres que los videojuegos fueran el problema. En cambio, comenzaron a cuestionar la exigencia académica del colegio y la capacidad de los profesores para controlar a su hijo.

Antonio llegó a la consulta psicológica silencioso y aburrido, sus respuestas eran cortas, estaba apático. Sólo hasta la tercera cita aceptó dibujarse en una hoja de papel. El resultado fue sorprendente: Antonio se dibujó a sí mismo con dos partes, uno de sus lados era el de un niño normal, y el otro una figura terrorífica con partes desgarradas, garras y casco.

Antonio rompió en llanto y al fin le confesó a su psicóloga lo que lo mantenía torturado: "me preguntó, ¿sabes quién es Némesis? Y allí estaba la respuesta. Antonio sentía que el personaje más siniestro de sus videojuegos lo esperaba en cada rincón de su cuarto, y de su mundo virtual, para atacarlo y eliminarlo. No lograba sacar este miedo de su mente. ‘Némesis’ había invadido su mundo real", recuerda Ana María Gálvez.

Los planes de soporte y apoyo no se hicieron esperar, Antonio inició clases de arte y sus padres le dedicaron más tiempo y atención. Poco a poco recobró su tranquilidad y se reacomodó al mundo real.

Game over

Al panorama se suma otra problemática, que señala el Secretario de Salud de Cali, Alejandro Varela: "hemos encontrado que se está generando una política de préstamos a los jóvenes (sistema de bonos) en salas de internet de la ciudad, con unas dinámicas sociales contraproducentes, porque el joven luego tiene que buscar cómo pagar esa deuda para seguir jugando, y eso lo puede llevar al robo y la delincuencia", pues se sabe que los menores de edad gastan entre $30.000 y $150,000 mensuales en estos bonos.

Entre los más adictivos, según muchos expertos consultados, están los juegos en línea, como ‘DOTA’, ‘WOW’ (World of Warcraft) y ‘Second Life’, entre otros, que exigen que sus integrantes se conecten a la misma hora desde cualquier lugar del mundo. Los jugadores deben permanecer el mayor tiempo posible conectados, porque el juego nunca termina.

Las claves para avanzar en el juego cuestan entre $50.000 y $100.000. Los jugadores pueden estar conectados hasta 13 horas ininterrumpidas, muchas veces de madrugada, y llegan a pasar un fin de semana encerrados en su afición.

"Duermen en el día, van poco al baño, comen mal, no hacen ejercicio y deterioran su salud física y mental justo cuando están en proceso de crecimiento y formación", advierte Ana María Gálvez, quien hace un llamado a tener reglas concertadas, ojalá desde hoy mismo, entre padres e hijos.

Guía para padres
1. ¿Cuándo puede hablarse de ‘abuso’ de los videojuegos?
Pedagogos y terapeutas consultados por El País coinciden al afirmar que una hora diaria de videojuegos (preferiblemente en horas de la tarde, al llegar del colegio) es el tiempo máximo de tolerancia para los menores de edad.

¿Cuáles son las señales de alerta?
Cuando la frecuencia del juego es tan excesiva que perturba otras áreas de la vida: baja el nivel de estudio y empobrece las relaciones sociales o familiares. Cuando el niño se muestra agresivo si los padres luchan para que disminuya la frecuencia de juego. Cuando no logra controlar, interrumpir o detener los videojuegos. Miente o engaña a su familia, a los amigos, a los terapeutas, para ocultar su grado de implicación con los videojuegos. Deja de asistir a clases a escondidas de los padres. Empieza a eludir los planes que solía hacer con sus amigos. Disminuye sus horas de sueño o se duerme en clase. Muestra poco interés por la comida. Habla en monosílabos. Presenta sonambulismo, y se comporta como si estuviera jugando aún dormido.

¿Los padres deben prohibir el uso de los videojuegos a sus hijos?
No es aconsejable hacerlo, porque esa tecnología es parte de su época y su realidad. Hay que llegar a acuerdos.



Videojuegos: úselos a su favor
María Elena López, psicóloga de la Universidad Javeriana y magister en psicología comunitaria, asegura que los videojuegos hacen sentir a los jóvenes un cierto nivel de poder. Autora del libro ‘Cómo lidiar con los adolescentes’, asegura que a través de éstos los jóvenes buscan superarse, resolver los problemas que les plantean y buscar soluciones inteligentes. Al enfrentarse a las situaciones planteadas por el juego, pueden experimentar ansiedad, frustración y rabia, pero también satisfacción y orgullo de saberse campeones. Haciendo buen uso de los videojuegos, se aumenta el racionamiento lógico y espacial, se adquiere mayor destreza para las matemáticas y habilidad para los sistemas, dice.

Según Mario Ernesto Martín Padilla, psicólogo con maestría en psicología clínica y de la familia de la Santo Tomás, docente de la Universidad de la Sabana, los videojuegos pueden favorecer la concentración y la formación de retos. Además, prepara a los jóvenes para la vida moderna, al hacerlos hábiles en el manejo de la tecnología y del inglés, concluye.

En línea
Otra modalidad son los juegos en línea. En ellos se debe participar con un equipo que es integrado por usuarios de distintos países.

Aunque la afición a los videojuegos no es una ludopatía, porque no hay apuestas, hace que los niños adquieran deudas para pagar una sala de internet.



Por Redacción de Vé



Fuente



http://www.elpais.com.co/

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